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En la muerte de Jaime Carvajal
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Obituario

En la muerte de Jaime Carvajal

Para Goethe, lo que importa en la vida es la vida, y no un resultado de vida. Eso era Jaime, una vida corta, pero pura, brillante, y humilde

Foto: Jaime Carvajal y Hoyos.
Jaime Carvajal y Hoyos.

“Humano, demasiado humano”. Eso era Jaime: un corazón puro y desprendido, un corazón que de tanto latir para los demás, dejó ayer de latir para él. Los que tuvimos la fortuna de conocerle le admiramos y le apreciamos. Y los que además tuvimos la enorme suerte de compartir su sincera amistad le queríamos intensamente.

Decía Séneca “qué pena abandonar la vida cuando se comienza a vivirla”. Jaime la vivió siempre. Para Goethe, lo que importa en la vida es la vida, y no un resultado de vida. Eso era Jaime, una vida corta, pero pura, brillante, y humilde. Una trilogía que nos brinda a todos en su recuerdo como ejemplo a seguir para construirnos como personas.

"No solo deja una huella en su mujer Xandra, en sus tres hijas, en sus tres hermanos y en sus queridos padres; también en nuestra familia de Arcano"

Si tenía un defecto Jaime era el que su generosidad le impedía decir no. Eso le llevó a compartir su tiempo y su privilegiada mente con todo aquel que se lo pedía. Y este gesto es lo que le trasciende. No solo deja una huella indeleble en su mujer Xandra, en sus tres hijas, en sus tres hermanos y en sus queridos padres; también en nuestra familia de Arcano, con la que tanto quería.

Su curiosidad, sus sentimientos y sus inquietudes le llevaron a dedicar su energía a causas en las que creía, causas que defendía siempre con su habitual brillantez y valentía. Entre ellas figuraban Barcelona y Cataluña, tierras en las que vivió y a las que quería profundamente. También la monarquía española, que tanto apreciaba. Y por encima de todo, su profundo amor por nuestro país. Le dediqué mi último libro así: “a mi amigo Jaime Carvajal, y a su ilustrado amor por nuestra nación española”.

placeholder Jaime Carvajal.
Jaime Carvajal.

Su mayor virtud se leía en su mirada. Tenía ojos de niño, siempre cariñosos, límpidos y curiosos. Los años nunca oscurecieron su mirada porque emanaban el brillante candor de su persona. Y esa mirada es la que traslucía en sus acciones hacia los demás, y por esas acciones, los demás le correspondían con un profundo cariño.

Me llamó el día de San Ignacio para felicitarme. Le escribí luego: “ite, inflammate omnia”. Me respondió: “lo he mirado, y lo que quiere decir es: id, incendiad todo de amor”.

Y en esa respuesta se estaba definiendo. Jaime nos ha dejado, y juntos podemos leer a Carlos Álvarez: "Continua en los otros y en sí mismo / no ha muerto / aquel a quien reclaman amorosamente los vivos". Si al final de mis días mis hijos y amigos tienen un concepto de mí como persona solo una pequeña fracción de aquel que nos regaló Jaime, seré un hombre realizado.

Adiós amigo, que la tierra te sea leve.

“Humano, demasiado humano”. Eso era Jaime: un corazón puro y desprendido, un corazón que de tanto latir para los demás, dejó ayer de latir para él. Los que tuvimos la fortuna de conocerle le admiramos y le apreciamos. Y los que además tuvimos la enorme suerte de compartir su sincera amistad le queríamos intensamente.

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