El dueño de Desigual, Meyer, comparece en público tras décadas de esquivar a la prensa
No acontecía un cambio tan radical en el mundo de la moda española desde Amancio Ortega envió una foto a los periodistas allá por 1999 augurara la salida a bolsa de Inditex
Fotos no. Pero a nadie le importa. Son las 9,30 h de la mañana y Thomas Meyer, fundador, único accionista, presidente y máximo director creativo de Desigual se hará carne ante los mortales. Una quincena de periodistas en la planta más alta de la sede Desigual, con vistas a un Mediterráneo gris. Con todos sentados Thomas Meyer entra en la sala. Toma asiento y empieza a desgranar, como si fuera lo más normal del mundo, detalles de la marcha de la compañía. No acontecía un cambio tan radical en el mundo de la moda española desde Amancio Ortega envió una foto a los periodistas allá por 1999 augurando la salida a bolsa de Inditex.
Meyer se muestra tranquilo. Sentado a una mesa de falso rococó y con un lápiz en la mano va explicando las bases con las que quiere dar la vuelta a la empresa, igual que ha hecho con el logo. Su equipo no desvela su edad y hay que desconfiar de lo publicado. Tras décadas escribiendo que su origen es suizo resulta que nació en Alemania, que los que eran suizos eran sus padres. Y que vive en España desde los tres años. No tiene ni rastro de acento, claro.
Viste una americana de la casa, medio traje sastre, medio cazadora vaquera, un tejano pitillo negro y calzado deportivo gris. Parece informal pero desprende un aura de poder que no deja espacio a la duda, en especial por la deferencia con la que le trata su equipo, como es el caso de Guillem Gallego, su director de marketing y persona de confianza, también presente en el acto pero asumiendo un discreto segundo plano.
La lista de fortunas que publica El Mundo sitúa a Thomas Meyer como uno de los más ricos de Cataluña, con un patrimonio de 1.500 millones. El Desigual del que habla será una compañía más pequeña, más ágil –por eso eliminó el consejo de administración– y más ecológica, cuya principal obsesión es la “relevancia”, en palabras de Meyer. Tras cinco años del plan de transformación de la compañía parece que el mismo no va todo lo bien que se pretendía así que han recurrido al comodín de la llamada y Thomas Meyer ha saltado a la palestra.
“La novedad es la búsqueda de la relevancia”, “tenemos que ir hacia una posición de relevancia en el mercado”, “lo importante es ser relevantes”. Pero lo relevante hoy es que Thomas Meyer ha hablado y al parecer lo que es hoy no se acabará el mundo.
Menos ventas
Meyer explica a grandes rasgos las cifras del cierre de 2019: el grupo ha clausurado unas 40 tiendas, pero ha abierto una quincena –incluyendo franquicidadas–. Al final ha acabado el año facturando unos 600 millones, con una caída de los ingresos por debajo del 10%. Desigual es más pequeño que en la época del “boom” de la moda: tiene 500 establecimientos repartidos entre 90 países y con 3.700 personas en plantilla.
Meyer también detalla que en el pasado ejercicio ha invertido 30 millones de euros en remodelar las tiendas, unas 90 en este ejercicio. Utiliza un tono profesoral, didáctico, muy tranquilo, de quien no tiene nada que esconder. En sus manos un simple lápiz y parece tener todas las cifras de la compañía en la cabeza. Asegura que la inversión para seguir remodelando puntos de venta continuará durante el año en curso
Sólo Meyer
Thomas Meyer afirma que no necesita créditos, que no busca socios y que descarta una salida a bolsa a medio plazo. Y sus cuentas en el registro mercantil le avalan: muestran deuda cero y una posición de caja saneada. Así que su aparición ante los pastores de la noticia hoy en Barcelona no acaba de entenderse del todo. “Siempre he respetado el trabajo de la prensa, no tengo ningún problema con ellos. Sólo que hasta ahora no he querido ser una persona pública. Lo que pasa es que ahora hay cosas que contar y lo quiero contar yo en un momento de más transparencia de la compañía” ha asegurado. De nuevo queda la “relevancia” en el contexto del encuentro. Como si la suya propia, la del propio Meyer, fuera a provocar por simpatía el encumbramiento de una marca que está envejeciendo: la media de las clienta de Desigual tiene entre 47 y 48 años. “Y el objetivo es rebajar esa cifra hasta los 40 años”, reconoce el presidente de la firma.
“La moda ha de tener un propósito, un sentido, que te haga sentir diferente”, ha sentenciado Meyer rememorando los orígenes de Desigual, cuando tenía dos tiendas en Barcelona bajo la marca Babia en la que vendía ropa de segunda mano. De eso hace más de 35 años. Ahora los retos son diferentes y el presidente ha dado un inesperado e inédito paso adelante. Pero para el es todo lo mismo: “vengo de la economía circular y el reciclaje, conceptos que ahora están tan de moda”. De manera que todo vuelve. Y de alguna manera Thoma Meyer está volviendo a comenzar.
Fotos no. Pero a nadie le importa. Son las 9,30 h de la mañana y Thomas Meyer, fundador, único accionista, presidente y máximo director creativo de Desigual se hará carne ante los mortales. Una quincena de periodistas en la planta más alta de la sede Desigual, con vistas a un Mediterráneo gris. Con todos sentados Thomas Meyer entra en la sala. Toma asiento y empieza a desgranar, como si fuera lo más normal del mundo, detalles de la marcha de la compañía. No acontecía un cambio tan radical en el mundo de la moda española desde Amancio Ortega envió una foto a los periodistas allá por 1999 augurando la salida a bolsa de Inditex.