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Alarma en la construcción: vuelven las quiebras y la destrucción de empleo
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Alarma en la construcción: vuelven las quiebras y la destrucción de empleo

La EPA ha confirmado lo que venía mascullando desde hacía tiempo el sector: hay 10.000 ocupados menos en edificación que hace un año, mientras aumentan los concursos de acreedores

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Vuelven los nubarrones al sector constructor residencial. Tras cuatro años de bonanza, entre 2014 y 2018, el año pasado empezaron a saltar las primeras señales de alarma, avisos que han puesto en guardia al sector y que han sido subrayados por el último dato oficial de altas a la seguridad social.

Según la encuesta de población activa (EPA), durante todo el pasado ejercicio 2019, trimestre a trimestre, fue reduciéndose la cifra de ocupados en construcción de edificios, pasando así de los 513.700 trabajadores registrados en el último trimestre de 2018, a los 503.700 de un año después, es decir, 10.000 empleos menos.

Detrás de esta caída está el paulatino, y cada vez más preocupante, número de empresas que se están declarando en concurso, muchas de ellas medianas y, por tanto, con un importante peso tanto para el funcionamiento normal de la industria como para el mantenimiento del empleo.

Foto: Excavadoras y grúas construyen en una de las calles del PAU de Vallecas. (Foto: E. Villarino)

"En la actualidad, estamos viendo cómo se están presentando concursos de acreedores de constructoras de cierto tamaño. La verdad es que es una situación que preocupa y esperemos que no vaya a más. Para ello, hay que conseguir solucionar el problema de la escasez de mano de obra y reducir los plazos de las licencias, entre otras cuestiones, puesto que generan tensiones de precio y parones de actividad", señala Daniel Cuervo, secretario general de APCE (Asociación de Promotores Constructores de España).

La caída en desgracia de Tilmon, que hace dos semanas solicitó el preconcurso para ganar tiempo ante su imposibilidad de pagar a los proveedores, ha terminado por dar la voz de alarma. Pero su caso, lejos de ser una excepción, marca una peligrosa tendencia cuyo punto de inflexión se podría poner en el verano de 2019, momento a partir del cual se han multiplicado las insolvencias.

Oploder, Isolux, Teginser, Sodelor, Balzola o Grucal son solo algunos de los ejemplos más recientes, mientras que otras empresas, como Aldesa o Puentes y Calzadas, han visto como su banca acreedora ha conseguido 'in extremis' salvarlas de la quiebra (y evitar reconocerse un agujero en sus balances) vendiéndolas a precio de saldo a empresas chinas.

"El porcentaje mayor de las obras de edificación en este país no está en manos de las grandes constructoras, como Ferrovial o Dragados, sino de las medianas, por eso, todos los concursos que estamos viendo nos preocupan, y mucho", explica Manuel Lyon, secretario general de Amaexco, una de las primeras voces que ha salido a advertir sobre las amenazas que se ciernen sobre el sector.

El eslabón más débil

Como patronal de las empresas de excavaciones y transporte de materiales de construcción de la Comunidad de Madrid, esta asociación aglutina intereses del eslabón más débil de la cadena, las subcontratas, empresas de pequeño tamaño y sin pulmón financiero que, cuando llegan las vacas flacas, son las que tienen menos recursos para sobrevivir.

"Si preocupa la destrucción del empleo, el problema real son las subcontratas, que crea luego más parados que la propia constructora, porque son ellas las que realmente hacen la obra y, además, las que arrastran el problema de no cobrar", añade Ayllón.

Foto: Grúas de construcción en una obra. (EFE)

Guillermo Prada, socio del despacho PradaGayoso, avala con datos la situación de mayor debilidad de este tipo de compañías al recordar que "el 70% de los concursos son de empresas con menos de 10 empleados". Este experto insiste en la importancia de entender que la declaración de concurso no es el final, pero reconoce que están empezando a notar un aumento de los mismos.

Detrás de esta situación está el cambio de tendencia en el sector residencial, que tras la fuerte última crisis, cuando el sector quedó enterrado en cenizas, en 2014 arrancó una rápida recuperación, sin apenas industria de base y que fue más rápido de lo esperado ("nos hemos comido un año", reconoce en privado algún promotor).

La edificación en este país no está en manos de grandes constructoras, sino de medianas, por eso los concursos que estamos viendo preocupan tanto

Esto provocó que hubiera más demanda de trabajos de edificación que profesionales en el mercado, lo que llevó a las subcontratas a pedir a las constructoras incrementos de precios para priorizar una obra sobre otra, aumentos que la constructora trasladaba a su vez al promotor.

Mientras que los precios de la vivienda fueron creciendo, la situación se mantuvo, pero ahora que parece haber tocado techo, y los promotores no aceptan igual los incrementos y las constructoras se han visto ahogadas, trabajando a pérdidas. A esto se suma, como explica Prada, que al venir de una crisis tan grave, cuando llegó la recuperación "muchas empresas empezaron a aceptar trabajos a márgenes muy bajos, e incluso negativos, porque pensaron que era mejor trabajar así que estar parado".

El motivo es que la construcción residencial es un negocio de bajo margen (en torno al 4%), donde lo que se busca es volumen, confiando en que unas obras compensen las pérdidas de otras. El problema llega cuando nunca no hay contratos capaces de compensar y se entra en la espiral maldita de trabajar a pérdidas por aceptar las famosas bajas temerarias. Es el principio del fin.

Vuelven los nubarrones al sector constructor residencial. Tras cuatro años de bonanza, entre 2014 y 2018, el año pasado empezaron a saltar las primeras señales de alarma, avisos que han puesto en guardia al sector y que han sido subrayados por el último dato oficial de altas a la seguridad social.

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