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Los camareros de la Moncloa, al límite: "He tenido que pedir dinero a mi madre"
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LA EMPRESA SE COMPROMETIÓ A PAGAR A TIEMPO

Los camareros de la Moncloa, al límite: "He tenido que pedir dinero a mi madre"

Después de varios retrasos en sus nóminas, los empleados de las cantinas de Presidencia temen volver a dejar de cobrar como ocurrió con la empresa de Ramiro Jaquete

Foto: Vista general de la fachada del Palacio de la Moncloa. (CP)
Vista general de la fachada del Palacio de la Moncloa. (CP)

Servir cafés y tapas a ministros y secretarios de Estado por el día, hacer malabares para llegar a fin de mes por la noche. Pedro (nombre ficticio) lleva más de 12 años siendo camarero en la cafetería de la Moncloa pero ha tenido que pedir dinero a su madre para poder pagar el colegio de sus hijas, así como las facturas de su casa. “He conseguido que el banco me retrase los recibos hasta el día 5 de cada mes, pero ya hay gente que está empezando a pagar intereses”, dice. “Vamos a acabar igual de mal que con Ramiro Jaquete”.

Se refiere al 'día de la marmota' que está viviendo junto a sus compañeros. Hace dos años, estos mismos empleados denunciaban en El Confidencial que Jaquete, el empresario gijonés que consiguió hacerse con la gestión pública de las cantinas presidenciales en 2015, no pagaba, y cuando lo hacía, siempre era tarde y en metálico.

Ahora, la pesadilla parece estarse repitiendo con Dulcinea Nutrición SL, la empresa de Ciudad Real que pasó a encargarse de la gestión de las dos cantinas cuando Ramiro Jaquete SA quebró a principios de 2017. La plantilla vuelve a vivir una situación que les resulta demasiado familiar: una empresa con una inquietante tensión de tesorería después de haber ajustado hasta el extremo su oferta para hacerse con el contrato. Según aseguran, han llegado a cobrar sus sueldos hasta 18 días más tarde de lo estipulado por el convenio colectivo.

“Con Ramiro Jaquete llegamos a estar tres meses sin cobrar. Solo lo conseguimos cuando quebró y el administrador concursal nos llamó a su oficina", recuerda Pedro. “Todo empezó igual que ahora, con los retrasos. No queremos volver a cobrar cuando esta empresa quiebre".

placeholder La sede de Dulcinea Nutrición SL en Puertollano (Ciudad Real). (Google Maps)
La sede de Dulcinea Nutrición SL en Puertollano (Ciudad Real). (Google Maps)

Dos meses después de la publicación en este periódico sobre los impagos de Ramiro Jaquete, la Subsecretaría del Ministerio de Presidencia cerró un acuerdo con Dulcinea, empresa dedicada a la alimentación saludable, que consiguió superar en el concurso de licitación a grandes como Mediterránea de Catering SL o Eulen. Lo hizo proponiendo la oferta más ventajosa: 1,93 millones de euros de los 7,13 que estimaba gastar la Subsecretaría de Presidencia.

La sociedad manchega empezó haciendo lo que era impensable con la gestión anterior: pagar a todos los trabajadores, como muy tarde, el quinto día de cada mes. En algunas ocasiones, como cuenta Pedro, lo hacía “con cierta dificultad, pero pagaba sin falta”. Los camareros respiraron aliviados. Pero solo duró un año. En septiembre de 2018, la preocupación se volvió a apoderar del personal. “Ese mes ya nos llegó la nómina el día 7. Pensamos: ‘Vale, ha habido un fallo o un error’, pero la empresa no nos dijo nada. Y entonces llegó este mes de marzo y cobramos 15 días más tarde”.

Además de los retrasos generalizados en la plantilla, hay 10 personas que están pendientes del cobro de paga por permanencia, un importe de aproximadamente 1.000 euros acordados en el pliego de condiciones para los trabajadores mayores de 58 años. El convenio colectivo madrileño exige que sean pagados en marzo. “Muchas compañeras ya están quedándose al descubierto asumiendo recargos por no tener el dinero a tiempo”, lamenta al teléfono otra trabajadora que prefiere mantener el anonimato. “Había empresas mucho mejores, empresas que pagaban a tiempo y que eran más grandes, pero nadie sabe por qué acabó saliendo esta”.

Alberto Chicote investigó a la empresa por las condiciones de la comida en un cuartel militar


Las licitaciones públicas no han parado de llegar a esta empresa manchega. Entre 2014 y 2018, ha conseguido más de una treintena de adjudicaciones públicas en servicios de 'catering', desde centros de acogida hasta comedores escolares, y llegando a hacerse cargo de las cocinas de nueve bases militares del Ejército de Tierra. En total, Dulcinea Nutrición ha recaudado casi nueve millones de euros de las arcas del Ministerio de Defensa, Empleo y Seguridad Social, y de Economía y Competitividad, además del Ayuntamiento de Málaga.

La gestión no ha estado a salvo de críticas. El pasado abril, los trabajadores del 'catering' del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) en Ceuta denunciaron que Dulcinea Nutrición no les pagaba sus nóminas desde el mes de octubre. Por si fuera poco, hace pocas semanas, el cocinero mediático Alberto Chicote emitía en su segunda entrega de ‘¿Te lo vas a comer?’ la visita a uno de los cuarteles gestionados por esta misma empresa, el de Camposoto (Cádiz), después de que un soldado denunciara la “baja calidad de la alimentación en el Ejército” y la presencia de moho y gusanos en algunas raciones de comida.

“Aquí la calidad de la comida no es un problema, al ser el Ministerio de Presidencia tienen mucho cuidado con que todo esté en orden”, asegura Pedro. “La mala gestión solo nos afecta a los trabajadores a la hora de recibir nuestro sueldo mensual”.

Tras el último retraso en mayo, la plantilla de Moncloa decidió denunciar la situación ante el Instituto Laboral de la Comunidad de Madrid de la mano del sindicato de Comisiones Obreras. Pedro estuvo de testigo cuando la empresa alegó que no había pagado a tiempo porque la Administración le debía dinero tras el cambio de Gobierno provocado por la moción de censura a Mariano Rajoy. “Ese cuento no vale”, apostilla Gema Herrera, la asesora de CCOO que está llevando este caso. “Desde Presidencia nos han confirmado que hasta el día de hoy están al corriente de pago”.

Tal y como demuestra el documento adjunto, la empresa se comprometió con los trabajadores a hacer los abonos entre los días 1 y 5 a partir de la nómina del mes de mayo y a ingresar también las 10 pagas de permanencia precisamente con esta última nómina. Ninguna de las dos cosas ha ocurrido: los más veteranos no tienen su paga extra y cobraron el sueldo de junio fuera de plazo. “Nos dijeron que cuando ingresaran ese dinero el problema se acabaría y aquí seguimos esperando”, se queja Eduardo, otro de los trabajadores.

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La empresa ha rehusado responder a las preguntas enviadas por este medio para conocer su versión. Desde los despachos de Dulcinea Nutrición no se ha dado una explicación sobre los continuos retrasos de las nóminas de los camareros y tampoco se ha confirmado si la Subsecretaría de Presidencia ha ingresado en sus cuentas el dinero que debía.

Gema Herrera asegura que el verdadero problema reside en adjudicar un servicio de este tipo a la empresa que sea capaz de ofrecer la propuesta más barata. Precisamente el año pasado, Comisiones Obreras se propuso recopilar todas las noticias sobre la situación laboral que viven las plantillas de restauración colectiva adjudicadas por licitación pública, con pagos atrasados o inexistentes. “Es muy bonito dar la oferta más económica y luego tener en el currículo que das de comer en la Moncloa. Pero detrás de eso están los trabajadores sufriendo cada mes”.

Los auditores tienen dudas con Dulcinea

Cualquier empresa que quiera aspirar a obtener una licitación del Estado debe depositar sus balances anuales en el Registro Mercantil. Dulcinea Nutrición lleva haciéndolo desde su fundación hace más de una década. La empresa de alimentación acumuló durante seis años pérdidas que llegaron a alcanzar los 170.000 euros, hasta que en 2016 empezó a conseguir resultados positivos.

La fecha coincide con una de las mejores épocas de la empresa en la contratación pública, cuando firmó contratos de hostelería en varias bases del estado mayor de Defensa, llegando a superar el millón y medio de euros en adjudicaciones, una cifra que alcanzó los tres millones el siguiente año.

Precisamente en la memoria de 2017 —la última disponible— Dulcinea Nutrición presume de su contrato con la Moncloa. Tras valorar el crecimiento de la facturación en un 80% con respecto al año anterior, achaca estos buenos resultados, en gran medida, “a la adjudicación de contratos públicos de gran volumen y prestigio entre los que destaca el servicio de cafetería del Palacio de la Moncloa”.

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Sin embargo, el reporte de Informa (auditora especializada en información comercial y financiera) asegura que la situación financiera de la compañía es muy desfavorable, con un “endeudamiento importante” y “una liquidez inmediata muy deteriorada”. La última auditoría realizada a la empresa en 2017 no es tan pesimista, pero también opina que sus cuentas son “favorables con incertidumbres” y asegura que “existe una incertidumbre material que puede generar dudas significativas sobre la capacidad de la empresa para seguir funcionando”.

Como administrador único figura Vicente José Artero López, un empresario que aglutina 18 cargos en empresas distintas a Dulcinea Nutrición. Doce de ellas son gestionadas por él en el sector de la promoción de servicios inmobiliarios y la construcción. En esas sociedades, el panorama no es mucho más alentador: o no tienen indicio de actividad o registran incidencias en sus balances. Este periódico ha intentado contactar con el empresario para saber si conoce la situación de los trabajadores. Al cierre de esta edición, no se ha obtenido respuesta.

Para los camareros y las camareras de la Moncloa, toda esta jerga de auditoría se traduce en algo mucho más simple: el temor a no cobrar en los próximos meses. El pasado lunes 17 de junio, ya se concentraron frente a las puertas de Moncloa y tienen pensado hacerlo consecutivamente el lunes y viernes de cada semana, durante todo el mes. “Tenemos miedo de quedarnos colgando. Ahora se acerca el verano y es cuando las instituciones están a un ritmo más bajo. O el ministerio saca a concurso la cafetería, o acabamos endeudados hasta las cejas”.

Servir cafés y tapas a ministros y secretarios de Estado por el día, hacer malabares para llegar a fin de mes por la noche. Pedro (nombre ficticio) lleva más de 12 años siendo camarero en la cafetería de la Moncloa pero ha tenido que pedir dinero a su madre para poder pagar el colegio de sus hijas, así como las facturas de su casa. “He conseguido que el banco me retrase los recibos hasta el día 5 de cada mes, pero ya hay gente que está empezando a pagar intereses”, dice. “Vamos a acabar igual de mal que con Ramiro Jaquete”.

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