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El Falcon Crest de la Ribera del Duero: "Mis hijas me han robado las bodegas Pesquera"
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EL EMPRESARIO ALEJANDRO FÉRNANDEZ ACUSA

El Falcon Crest de la Ribera del Duero: "Mis hijas me han robado las bodegas Pesquera"

La Fiscalía denuncia a la exmujer y tres de las hijas de Alejandro Fernández por quedarse con la compañía. El vino favorito de Julio Iglesias vive un culebrón judicial y familiar

Foto: Alejandro Fernández, junto a sus hijas y su exmujer.
Alejandro Fernández, junto a sus hijas y su exmujer.

Alejandro Fernández tiene 86 años, una vida de bodeguero de éxito, la voz muy tenue y la amargura de que ya no puede ni pisar la empresa que lleva su nombre. "Llevo un año sin poder entrar a las bodegas. Mis hijas me las han quitado. Yo no entiendo estas cosas", explica el empresario, cuyo nombre es sinónimo de Ribera del Duero. Tras su divorcio de hace dos años, tres de sus cuatro hijas se han unido a su exesposa y, aprovechando que suman el 50,14% de las acciones, le han despojado de los cargos y le han dejado con un sueldo de 1.700 euros al mes. Él ha contraatacado y ha logrado que la Fiscalía de Valladolid denuncie el caso por administración desleal. Este es el Falcon Crest que tiene en vilo a la Ribera del Duero.

El nombre de Alejandro Fernández abre muchas puertas en Castilla y León. Recibe a El Confidencial en el Parador de Tordesillas, a 80 kilómetros de Pesquera del Duero, en Valladolid, su pueblo y el que da nombre a las bodegas. El recepcionista le saluda por su nombre y cuando la directora del establecimiento escucha que está en la cafetería asoma para darle la bienvenida. "Don Alejandro, un placer tenerlo aquí".

De origen muy humilde, hizo fortuna con una remolachera que ideó y que mecanizó el campo

Don Alejandro nota la edad en que antes era capaz de recordar 200 números de teléfono y ya no. Pero habla lúcido y cuenta su historia desde el principio. "Empecé a trabajar en el campo con 14 años y hasta gané un concurso que trataba de arar recto. Pero el campo no era lo mío". Pronto demostró tener olfato para el negocio: compraba leche en Peñafiel y volvía en bicicleta a su pueblo, a siete kilómetros, para que su madre la vendiera. Se hizo carpintero y montó un humilde taller en el que hizo los bancos de la iglesia del pueblo. Después fue a hacer la mili a Valladolid. Partió con 25 pesetas en el bolsillo —"mi madre me dio 100 pero le dije que se quedara con 75, que ya me apañaría"— y volvió con 700 pesetas. En el Ejército había aplicado su experiencia en el taller a la mecánica y se dedicó a hacer chapuzas.

En la zona, además de viñedos, hay mucha remolacha. Recolectarla era un trabajo penoso que se hacía a mano hasta que Fernández ideó una remolachera mecánica gracias a una subvención del ministerio. Cada máquina ahorraba el trabajo de 90 peones. Llegó a fabricar 200 máquinas al año en su taller, ya convertido en una empresa de éxito. "Ahí logré el dinero que quería para comprar tierras y hacer vino". En 1975, montó la primera bodega.

placeholder Alejandro Fernández, después de la entrevista, en el parador de Tordesillas. (R. M.)
Alejandro Fernández, después de la entrevista, en el parador de Tordesillas. (R. M.)

Alejandro es la memoria del vino en la zona. "Entonces se hacía vino aquí, pero casi ni se embotellaba". En 1982, ayudó a fundar el Consejo Regulador que disparó el Ribera del Duero. Un día llegó un americano al que le dio vino y jamón. Él no hablaba inglés ni el visitante español, pero este volvió días después con una intérprete. Quería exportar el vino de Pesquera y así abrió mercado en EEUU y México. Otro día conoció a Julio Iglesias, que en un concierto en Valladolid en 2007 confesó: "Con el Pesquera he hecho muchos hijos". La última vez que hablaron fue hace un par de años. "A Julio le tenía guardadas unas cajas con vino de más de 20 años. Le dije que teníamos que hacer una cata".

A Pesquera le siguieron Condado de Haza, Dehesa de la Granja y otras marcas. En 1990 las unificó todas bajo la firma Alejandro Fernández Tinto Pesquera, conocido como el Grupo Pesquera. "Yo no me podía imaginar esto ni entiendo de estas cosas", recuerda al explicar cómo se dividieron las acciones. Él se quedó el 49,72% de los títulos y otro tanto su hoy exesposa, Emilia Rivera. Cada una de sus cuatro hijas recibió el 0,14% de la sociedad. Todo estaba a partes iguales. En 2017, el Grupo Pesquera facturó 18 millones pero, sobre todo, tenía 100 millones en activos y apenas deuda. "La empresa está saneada porque cada año reinvertía". Vende unos dos millones de botellas al año y en 2014 el Gobierno le dio la medalla de oro al trabajo. "Como empresario vitivinícola, es un referente y uno de los bodegueros de mayor prestigio en Castilla y León", justificó el Consejo de Ministros.

El Grupo Pesquera factura 18 millones y tuvo 4,5 millones de beneficio. Fernández pidió repartirlo en dividendos, pero las hijas se negaron

Pero hace dos años se divorció y eso desencadenó una espiral de destrucción familiar y empresarial propia de un culebrón televisivo. Los padres se distanciaron y las hijas tomaron partido. La madre, hasta entonces ajena al negocio, se alió con las tres hijas mayores, Lucía, Olga y Mari Cruz. La menor, Eva, que está junto a su padre en Tordesillas, se quedó con él. "No podía dejarle solo, no podía hacerle eso", razona. Hace justo un año, el consejo de administración apartó de sus cargos al padre y fundador. Sí le siguió pagando los 1.700 euros al mes que tenía asignado como salario, siempre según su relato. Eva, que es enóloga, fue despedida del grupo. Este diario intentó el jueves, sin éxito, obtener la versión de la empresa.

Alejandro nunca quiso apartarse. "Tengo 86 años y no estoy jubilado. No quiero. Sigo cotizando". En julio pasado, en una de las últimas tumultuosas juntas de la empresa, pidió que los 4,48 millones de beneficio de la sociedad fueran a los socios como dividendo, pero la mayoría del 50,14% decidió dejarlos en la empresa como reservas voluntarias. Pese a que oficialmente no tiene cargos en la firma, su foto sigue apareciendo como fondo de pantalla al abrir la web de la empresa, que presume de fundador. "Las cuatro bodegas que componen el legado vinícola de Alejandro Fernández y que conforman el Grupo Pesquera comparten una historia de amor a la vinicultura que el tiempo ha ayudado a perfeccionar".

placeholder La imagen de Alejandro Fernández sigue en la web del Grupo Pesquera.
La imagen de Alejandro Fernández sigue en la web del Grupo Pesquera.

Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, y viendo que Fernández estaba cada vez más fuera, este recurrió a José María Mohedano, de Dikei Abogados. El letrado ha defendido a, entre otros, el expresidente andaluz José Antonio Griñán en el caso de los ERE. La semana pasada explicaba junto a su socia Paloma Pérez de León en su despacho en Madrid que en su intento por controlar la compañía las hijas cometieron errores. En la bodega, muchas cosas habían funcionado tradicionalmente sin papeles y sin deslindar las propiedades. Pero con la familia partida, cada detalle importa.

Hay cosas que siempre han seguido a nombre de Alejandro Fernández, entre ellas el terreno en el que están los viñedos. Esa propiedad es fundamental para el Consejo Regulador Ribera del Duero, que exige el control del dueño del terreno. En la vendimia de 2018, con la guerra ya en marcha, Fernández vendió el vino de sus viñedos a otras dos grandes bodegas, Matarromera y García Carrión. Como la propiedad de la tierra estaba a su nombre, consideraba que la uva ya no tenía que ir para Pesquera. Cuando llegaron las cosechadoras de Pesquera, se encontraron con el terreno cerrado y la Guardia Civil tuvo que evitar altercados. Al final, para evitar males mayores, las hijas pudieron recolectar la uva.

Denuncia que su exmujer y tres de las cuatro hijas usaron el 50,14% de las acciones de la sociedad que poseen para despojarle de los cargos

Pero una denuncia al Consejo Regulador ha avisado de que no tiene el visto bueno del propietario y esto impide que se etiquete como Ribera. La madre y las hijas lograron levantar el veto gracias a un contrato que supuestamente demostraba que las tierras estaban arrendadas a la empresa. Pero el caso acabó en la Fiscalía de Valladolid, que el pasado 20 de marzo lo denunció al juzgado, porque considera que hay indicios de "falsedad en documento público, administración desleal y de naturaleza societaria", como publicó 'El Norte de Castilla'. El documento del alquiler de las tierras, según la denuncia de Fernández, había sido manipulado, creado artificialmente con posterioridad para justificar el uso de las tierras a nombre del padre.

placeholder (R. M.)
(R. M.)

Hay más flecos en los tribunales. Las marcas estaban registradas a nombre del fundador, que ha abierto otro pleito por el intento de registrarlas en la UE con pequeños cambios. Los frentes se multiplican y él resume su mala suerte: "Yo he levantado España y me han echado a la puta calle. Esto no tiene perdón de dios".

Alejandro Fernández tiene 86 años, una vida de bodeguero de éxito, la voz muy tenue y la amargura de que ya no puede ni pisar la empresa que lleva su nombre. "Llevo un año sin poder entrar a las bodegas. Mis hijas me las han quitado. Yo no entiendo estas cosas", explica el empresario, cuyo nombre es sinónimo de Ribera del Duero. Tras su divorcio de hace dos años, tres de sus cuatro hijas se han unido a su exesposa y, aprovechando que suman el 50,14% de las acciones, le han despojado de los cargos y le han dejado con un sueldo de 1.700 euros al mes. Él ha contraatacado y ha logrado que la Fiscalía de Valladolid denuncie el caso por administración desleal. Este es el Falcon Crest que tiene en vilo a la Ribera del Duero.

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