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Los supermercados Bon Preu quedan listos para sentencia… en todos los sentidos
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Los hermanos Font siguen sin pactar

Los supermercados Bon Preu quedan listos para sentencia… en todos los sentidos

El hermano menor, Josep Font, sigue exigiendo vender su parte. Sin acuerdo, será la jueza Marta Cervera la que decidirá el futuro de un grupo que factura 1.200 millones de euros

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La gran empresa estandarte del capitalismo más independentista ha quedado tocada de muerte. Tras la vista en el juzgado mercantil número 8, el caso queda visto para sentencia y la empresa, también. Gane quien gane, Bon Preu y el resto de sus marcas, como Esclat, ya no serán lo mismo. El presidente de la empresa, Joan Font, no cede un ápice. Su hermano menor, Josep Font, sigue exigiendo vender su parte. Sin acuerdo, será la jueza Marta Cervera la que decidirá el futuro de un grupo que factura 1.200 millones de euros.

La importancia económica de un gigante así es indiscutible. La simbólica, más difícil de entender fuera de Cataluña. Que CaixaBank y las empresas del grupo La Caixa cambiasen de sede hace un año no afectó tanto a una cierta parte de Cataluña como que Joan Font trasladase su sicav Portfoli GT de Barcelona a Madrid. El pasado mes de abril, Joan Font hizo que la sede de su sicav volviese a Cataluña. Su patriotismo no podía quedar cuestionado. Y ahora, con el juicio, su tozudez también queda fuera de cualquier duda.

Será la jueza Marta Cervera la que decidirá el futuro de un grupo que factura 1.200 millones de euros

Joan Font se niega a pagar un euro a su hermano. Incluso ha iniciado ya una escisión de la compañía hecha según sus criterios, tal y como quedó claro en la vista de ayer, una separación de activo que no cuenta con el visto bueno de su hermano y que, además, no separa la empresa en dos partes sino en tres, con una tercera pata en donde seguirían compartiendo capital y que daría servicios logísticos a las otras dos compañías fruto de la segregación, una estructura que impediría a Joan Font vender su parte a un grupo competidor.

Josep Font pide 530 millones por su mitad de la empresa o al menos 497 millones, una valoración que es la que podría encajar más con la realidad, según ha dictaminado un perito que ha declarado al respecto. Eso supone que Bon Preu vale unos 1.000 millones de euros.

El presidente de Bon Preu, Joan Font, el hombre que ha levantado este imperio de la distribución, se niega. Ante la jueza, ha asegurado que la empresa no puede asumir esa carga y que él mismo carece de los fondos. Según Joan Font, ni siquiera podría pagar los 230 millones que corresponderían a su hermano con su valoración, la más baja presentada ante la jueza. Desde el punto de vista de su patrimonio personal, así sería: la sicav de Joan Font, esa misma que hizo un viaje de ida y vuelta entre Madrid y Barcelona, acumula activos por valor de más de nueve millones. Insuficiente para hacer frente a un compromiso de pagos por la mitad de una empresa tan grande.

La deuda futura

El problema radica en la deuda futura. Joan Font considera que Bon Preu sería inviable desde el punto de vista financiero si ha de asumir una deuda tan grande, ya sea de 500 millones, ya sea de 200 millones. Joan Font prefiere quedarse con una versión de su empresa mucho más pequeña y volver a hacerla crecer, según explican fuentes financieras conocedoras de las tensiones entre los dos hermanos. La deuda actual es de 36 millones, sin contar el endeudamiento comercial, proveedores y otros.

Joan Font arguye que Bon Preu debe evitar asumir una deuda de 500 millones para contentar a su hermano cuando ese pasivo lastraría al grupo

El presidente de Bon Preu es tan independentista como obstinado. En las ultimas cuentas depositadas en el Registro Mercantil, se muestra que Bon Preu destinó a reservas un total de 37,2 millones de euros. La totalidad de los beneficios del año. Todo para garantizar el crecimiento de la empresa. Y ni un euro de dividendo para los accionistas. Al presidente ya le va bien. Pero el vicepresidente, Josep Font, propietario del otro 50%, no lo ve así. Espera que su dinero rente. Pero su hermano mayor no iba a destinar ni un euro para apaciguarlo.

Pulso largo

El pulso será largo y malo para una empresa que da trabajo a 6.490 personas al cierre de 2017, según consta en la memoria anual del grupo. Bon Preu incluye 145 supermercados, 47 hipermecados Esclat, 43 gasolineras y diversos complejos logísticos para dar servicio al grupo. Falle lo que falle la jueza, uno de los dos hermanos, o los dos, recurrirá. Por tanto, nada acaba aquí.

Una vía para Joan Font sería paralizar las inversiones del grupo. Cada año, Bon Preu invierte 147 millones de euros. Recortar esas inversiones durante dos años podría servir para pagar una cantidad significativa al hermano menor. Pero Joan Font ni se lo plantea. La empresa, siempre lo primero.

Los hermanos llevan cinco años en esta guerra. Hace un año, se hizo pública. Eso no sirvió para forzar un pacto, como pensaban los abogados de Josep Font. Al contrario, ahora todo queda en manos de una jueza.

La gran empresa estandarte del capitalismo más independentista ha quedado tocada de muerte. Tras la vista en el juzgado mercantil número 8, el caso queda visto para sentencia y la empresa, también. Gane quien gane, Bon Preu y el resto de sus marcas, como Esclat, ya no serán lo mismo. El presidente de la empresa, Joan Font, no cede un ápice. Su hermano menor, Josep Font, sigue exigiendo vender su parte. Sin acuerdo, será la jueza Marta Cervera la que decidirá el futuro de un grupo que factura 1.200 millones de euros.

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