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De cenar tumbado a salirte si no te gusta: los cines se reinventan para frenar su sangría
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PROLIFERAN LOS NUEVOS MODELOS DE SALA

De cenar tumbado a salirte si no te gusta: los cines se reinventan para frenar su sangría

El cine clásico ha muerto. Las nuevas salas ofrecen olores, comida servida en la butaca, movimiento e incluso la posibilidad de salir de la sala y obtener otra entrada

Foto: Algunas salas de España ya ofrecen servicio de comida en plena película (Yelmo)
Algunas salas de España ya ofrecen servicio de comida en plena película (Yelmo)

El cine vuelve a recuperar el aliento. Después de varios años de caída tanto en espectadores como en recaudación, las salas están comenzando a ver la luz de la mano de la recuperación económica. No obstante, durante la crisis han florecido alternativas a las salas de cine como las plataformas de 'streaming', en especial Netflix, que han obligado a los exhibidores a modernizar su oferta en busca del espectador perdido.

En realidad, desde que abriese el primer cine de España en 1896 y hasta 2013, la innovación en las salas se había limitado a mejorar la calidad de la imagen y el sonido, sin innovaciones reseñables en la experiencia de los espectadores. El panorama empezó a cambiar hace un par de años y va camino de transformar por completo el concepto que teníamos en el pasado.

Las modificaciones más importantes han llegado este año y lo han hecho por la parte del lujo. En enero la multinacional mexicana Yelmo Cines abrió en San Sebastián de los Reyes Luxury, un complejo que presume de tener las primeras salas de lujo de Europa. El concepto, que lleva unos años funcionando en Asia y posteriormente en Estados Unidos, pasa por duplicar el espacio de las butacas, que además son reclinables, y ofrecer a los espectadores un servicio de catering justo antes de la proyección. La entrada normal sale en torno a 15 euros, el doble si se aspira a cenar una tabla de ibéricos o una pizza. Fuera, en lugar del clásico acceso con un puesto de palomitas, hay un bar con cócteles.

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La británica Cinesa, principal competidor de Yelmo en España, se sumó a la competencia este verano con Cinesa Luxe, otra sala de lujo en Madrid, concretamente en Arroyomolinos. También ofrece butacas espaciosas y permite comida, pero pide a los espectadores que entren con ella a la sala, ahorrándose los camareros. Así, Cinesa mantiene el precio estándar de la entrada y permite a sus clientes encarecerla en la medida de lo que quieran comer.

La idea, apuntan varios analistas consultados, consiste en desligar la oferta cinematográfica, siempre voluble, de la experiencia de ir al cine. La diferencia entre la gran pantalla y las de casa se ha estrechado tanto que ha forzado a los exhibidores a buscar nuevas formas de atraer a la clientela. Tanto Cinesa como Yelmo se muestran contentas del desempeño de sus proyectos en España y valoran ampliarlo a otras áreas del país. El principal riesgo, detallan los expertos, es que estas salas no consigan llenarse con regularidad, especialmente las de Yelmo, que tienen unos costes más abultados por el incremento de personal.

Sin embargo, algunos espectadores están levantando la voz contra el giro que están dando las salas. Molesta, en líneas generales, que se permita a los espectadores utilizar los teléfonos móviles, así como la contaminación acústica y lumínica (no se puede comer a oscuras, de modo que se han instalado lamparitas en los asientos) derivada de la comida. Además, consideran que, al moverse el foco de la proyección, los espectadores se ven libres para hablar, levantarse e interactuar con los demás, generando molestias entre los puristas.

Son precisamente los puristas los más afectados por la espectacularización de las salas, dado que las salas clásicas, y por supuesto las de versión original, se encuentran en un proceso de cierre inexorable del que solo sobrevivirán un puñado de ellas. "No tienen futuro", dice un experto de la consultora KPMG. "Las que están céntricas acabarán vendiendo, porque tienen superficies grandes que son muy valiosas y pueden ser rentabilizadas mejor que un cine, que al final es un negocio que se mueve con márgenes relativamente estrechos. Debemos acostumbrarnos a los cines en centros comerciales de las afueras, porque dentro de 10-15 años no habrá otros".

En esta línea se están moviendo prácticamente todos los exhibidores nacionales, aplicando nuevas fórmulas siempre en centros comerciales del extrarradio. Kinepolis Group, de origen belga y con sede en Boadilla del Monte, lleva un año operando con la tecnología 4DX, denominada coloquialmente "de cuatro dimensiones", en la que las butacas no solo se mueven y vibran, sino que son capaces de expulsar aire, agua y distintos olores sobre el patio de butacas.

Esta tecnología tiene dos limitaciones: por una parte, solo despliega todo su potencial en películas de acción, especialmente en las que tienen escenas a gran velocidad. La segunda es que las medidas de seguridad solo permiten el acceso a personas de más de un metro de altura, lo que limita la posibilidad de acudir con niños pequeños al cine.

Por último, también existen algunas iniciativas a menor nivel que están capturando mercado. Un buen ejemplo son los cines Full, en Barcelona, que ha conseguido colar sus salas entre las más visitadas de España gracias a una fórmula basada en los descuentos, el sonido de máxima calidad y, sobre todo, la posibilidad de abandonar la sala durante la primera media hora de película y cambiarla por otra.

El cine vuelve a recuperar el aliento. Después de varios años de caída tanto en espectadores como en recaudación, las salas están comenzando a ver la luz de la mano de la recuperación económica. No obstante, durante la crisis han florecido alternativas a las salas de cine como las plataformas de 'streaming', en especial Netflix, que han obligado a los exhibidores a modernizar su oferta en busca del espectador perdido.

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