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Obligados a trabajar desde casa: "Pasarse el día en pijama es deprimente"
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AUGE DE LA EXTERNALIZACIÓN DE SERVICIOS

Obligados a trabajar desde casa: "Pasarse el día en pijama es deprimente"

Cada vez más profesionales desempeñan sus labores desde el hogar, y no es tan bonito como parece. Jornadas que nunca terminan y mucha soledad son la nota predominante

Foto: José Ángel Fernández, administrador de fincas, en el despacho que tiene ubicado en su hogar. (D. B.)
José Ángel Fernández, administrador de fincas, en el despacho que tiene ubicado en su hogar. (D. B.)

Un sofá y un ordenador sobre la rodillas como lugar de trabajo. O una silla y la mesa del salón. Si hay suerte, se coge una habitación libre, se apartan los trastos y se convierte en oficina. Esta es la realidad de cada vez más profesionales en España, obligados a trabajar desde casa. Primero, porque las empresas tienden a ahorrar costes externalizando servicios que antes se prestaban a nivel interno. Y luego, porque los miles de autónomos que antes de la crisis alquilaban oficinas privadas o espacios compartidos hoy no pueden permitírselo. Toca, pues, pasarse la semana encerrado en casa. Y el sentir mayoritario es claro: puede llegar a ser insufrible.

"Si no eres disciplinado, tu vida puede ser muy caótica", reconoce Araceli Tzigane, directora de Mapamundi Música. "Como no tienes que ir a ningún sitio a trabajar, tienes la tentación de quedarte un rato más en la cama; o priorizar asuntos domésticos en lugar de centrarte en tu tarea. Es muy fácil dispersarse, sobre todo si hay más personas a tu alrededor". Araceli reconoce que termina trabajando día y noche. "Es habitual que me levante y me siente frente a la pantalla sin desayunar, con el pijama puesto. Si estoy muy obsesionada con algo, cojo un trozo de queso para comer y sigo toda la tarde hasta que llega mi marido a las 21:30. Muchas veces, tengo que pedirle que me deje media hora más antes de cenar. Al final acabo trabajando 12 horas, incluidos los fines de semana". En su salón, lleno de discos, instrumentos musicales y ordenadores, es difícil discernir dónde termina su oficina y empieza su hogar.

Aunque no queda más remedio que adaptarse, muchos autónomos escaparían de su salón si tuvieran la oportunidad. "La gente piensa que trabajar desde casa es muy bonito, que te da mucha libertad de horario y flexibilidad. Y es cierto. Pero si quieres ser productivo y hacer despegar tus proyectos, tienes que irte a un espacio distinto que te aporte motivación y te permita relacionarte con otros profesionales", considera José María Ordovás, psicólogo laboral y experto en 'coaching'. Para quienes a pesar de todo deciden quedarse en casa, o sencillamente no pueden permitirse salir, Ordovás recomienda altas dosis de disciplina: "Hay que establecer unas reglas: fijarse un horario, vestirse igual que si se saliera a una oficina a trabajar, trazar las fronteras con el entorno familiar y respetar los tiempos de descanso. Si llega la hora de cerrar el ordenador y no hay una urgencia, hay que obligarse a parar".

José Ángel Fernández, administrador de fincas y asesor de empresas, hace tiempo que se lo aplica. Viste impecable de traje y corbata a pesar de que no espera visitas en todo el día. Cada mañana, cuando su mujer sale por la puerta, él se mueve de la cocina a una habitación, hace un clic mental e inicia su jornada. "Tener el frigorífico a un paso, o la tele y el sofá, te puede generar ansiedad. Pero llevo un año ya así y me he disciplinado mucho. Nunca trabajo en chándal y zapatillas, ni me voy a comer antes de las 14:00. Tampoco entro en la cocina, tengo aquí mi vaso de agua. Y solo recibo a clientes dentro de mi horario laboral, aunque es verdad que a veces te pasas 10 u 11 horas trabajando y el propio cliente, consciente de ello, abusa pidiéndote cosas".

"Llevo un año así y me he disciplinado mucho. Nunca trabajo en chándal y zapatillas, ni como antes de las 14:00. Tampoco entro en la cocina"

Su caso es un ejemplo de manual de la nueva tendencia: el autónomo confinado en su hogar. "Al principio estuve buscando oficinas, despachos y pisos, no quería estar en casa, pero se me iba a 600 o 700 euros y no me lo podía permitir. A eso súmale el IVA, el IRPF… Tuve la suerte de que en casa tenía una habitación libre y aquí me instalé. Pero tengo varios compañeros que trabajan desde el sofá". Y reconoce: "Yo ahora estoy a gusto, me he demostrado que puedo rendir en mi casa y que a los clientes no les importa, porque este espacio es igual que cualquier despacho. Pero en cuanto mi negocio crezca un poco, espero que en 2018, voy a querer salir de aquí".

Entre los factores que queman a la hora de trabajar desde casa destacan dos: el agobio de no poder separar mentalmente tu hogar de tu oficina y la soledad. "Levantarte y no quitarte el pijama en todo el día es habitual. Yo muchos días no bajo ni a comprar el pan. Me he apuntado al gimnasio porque necesito compensar el hecho de estar tan aislada socialmente, aunque ahora menos gracias a las redes sociales. El problema es que no te mueves, te pasas el día de la cama al baño y de ahí al salón. Hay que forzarse a hacer ejercicio físico", indica Araceli.

Como apunta el psicólogo del trabajo Iñaki Piñuel, "el teletrabajo te condena a recluirte durante días o semanas, y eso aplicado en sentido radical es tremendo. De nada sirve la flexibilidad de trabajar desde casa si tienes que echar 40 horas sin dormir porque tienes mucho volumen". Una carga excesiva que sufren especialmente los falsos autónomos, trabajadores cuyo trabajo (y sueldo) depende en realidad de una única empresa que los exprime al máximo mientras se ahorra el coste de tenerlos dados de alta en la Seguridad Social.

Entre los factores que queman de trabajar en casa destacan dos: el agobio de no poder separar mentalmente tu hogar de tu oficina y la soledad

"La sensación de no tener control sobre la tarea, el ‘ya pararé luego’ y no haber levantado la cabeza de la pantalla es muy peligroso. Si no te fuerzas a comer, a echarte minisiestas, lo puedes pasar muy mal en casa", continúa Piñuel. Y destaca: "El trabajador español es de los menos autodisciplinados de Europa. Estamos acostumbrados a que sea el jefe quien te discipline, y en tu casa no está. Cada 45 minutos las neuronas humanas se desconectan, hay un ciclo máximo. Y aunque creas que llevas 12 horas rindiendo, no es cierto. Al contrario, las desconexiones son más frecuentes y largas".

A pesar de todos los perjuicios, Piñuel reivindica que el teletrabajo "aumenta la productividad un promedio del 25%". Por eso, las compañías que no están eliminando plantilla y subcontratando el trabajo a autónomos, optan por convertir sus oficinas en espacios parecidos a un hogar. "Las empresas más avanzadas ya cuentan con sillones de relax, mesa de ping pong, tirador de cerveza. Esos espacios generan unas sinergias formidables que dan lugar a grandes ideas. Los trabajos tipo cubículo, donde el trabajador parece una gallina estabulada, están dando paso a entornos laborales acogedores, porque se ha demostrado que potencian el rendimiento".

Una de las soluciones intermedias que más proliferan son los espacios de 'coworking'. Entornos que permiten a un autónomo trabajar fuera de casa a un precio moderado. Beatriz García es una de esos autónomos que comenzaron en casa y tuvieron que salir huyendo. “Trabajaba en casa con un compañero y al final solo me arreglaba si sabía que él iba a venir. Tenía a mi gato todo el día sobre mi teclado y era insoportable no hablar con nadie en todo el día. Cuando mi pareja volvía a casa del trabajo, le tenía que pedir que nos fuéramos a dar una vuelta porque no podía más. Pasarse el día en pijama suena muy bien, pero es deprimente. Ni el fin de semana quería estar en casa, porque sentía que era como estar en el trabajo. Y ahora el hecho de ir a un centro de 'coworking', de ver a más gente a mi alrededor, me ha cambiado la vida”.

Uno de los espacio de trabajo compartido más consolidados de Madrid es Utopic_US, que cuenta ya con tres centros. Diego Pérez, ilustrador y animador, no ha dudado en llevarse su enorme ordenador de mesa a uno de ellos. "Estuve siete años trabajando en casa y termina siendo un horror. Yo estaba todo el día en paños menores, con el ordenador en una mesa al lado de la cama durante un tiempo. Cuando tenía una videollamada con un cliente, me ponía una camiseta decente y al colgar me volvía a cambiar. Mis amigos me decían que tenían envidia, pero no saben lo que es eso. En mi caso, como el de la mayoría, no es que acabes trabajando poco, es que no paras de trabajar en todo el día". Ahora, Diego asegura que casi no trabaja en casa: "Cuando salgo de aquí desconecto. Mentalmente, ha sido una liberación".

A favor de trabajar en casa

¿Es entonces trabajar en casa una trampa mortal en lugar del sueño de cualquier profesional? Para David Blay, autor del ensayo '¿Por qué no nos dejan trabajar desde casa?', el hogar puede ser el mejor lugar de trabajo, el que te permite conciliar con la familia y a la vez rendir al máximo. El secreto, dice, es "aprender a hacerlo". "Nos están abocando a una sociedad 'freelance', todo se externaliza y las empresas pagan por proyectos, no por horas cumplidas. Y nadie nos ha enseñado a trabajar así. Igual que en el tránsito del campo a la fábrica alguien enseñó a esas personas a utilizar las herramientas, alguien nos debería enseñar cómo dejar ese horario lineal y esas rutinas de oficina para adoptar el autoempleo".

Blay asegura, igual que el resto de expertos, que la autodisciplina es clave. "Olvídate de encender el ordenador para ‘ver qué hago hoy’. Hay que planificarse muy bien la semana y saber qué objetivos quieres cumplir. Sabiendo eso, puedes salir a las 10 de la mañana a comprar el pan o a las cinco de la tarde al parque con tus hijos. Pero eso sí: en las horas que estás trabajando, céntrate al máximo. Apaga el móvil si hace falta. Haz que esa hora en la que vas a hacer un informe te rinda de verdad".

"Hay que planificarse y saber qué objetivos quieres cumplir. Sabiendo eso, puedes salir a por el pan o a las cinco de la tarde al parque con tus hijos"

Como ejemplo de que lo importante no es la cantidad sino la calidad de las horas invertidas, Blay pone el ejemplo de una oficina cualquiera. "Llegas a las 9:00 y la primera media hora hablas del partido de ayer o de la serie de moda. O abres el Facebook. Luego tienes una hora y media productiva y a hacer el café. Luego 45 minutos de trabajo intenso y a almorzar. En una jornada de ocho horas, si trabajas cinco ya son muchas. Y esas cinco horas bien aprovechadas en casa te permiten disponer de tu día como quieras. Y más ahora que podemos trabajar desde el móvil, somos la primera generación que puede hacerlo".

Como resume Araceli desde su casa-oficina, "al final cada persona tiene que plantearse su modelo de vida. Si trabajar desde casa encaja dentro de tu forma de ser o no. Si te compensa poder ir a recoger a los niños y a cambio trabajar algunos días a las 10 de la noche, puede ser perfecto. Pero si eres una persona que se agobia si no tiene una rutina laboral fija y sufre la inseguridad de estar al borde del abismo todo el tiempo, trabajar en casa puede generarte mucha ansiedad".

O como analiza Celia Ferrero, vicepresidenta de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA): "Avanzamos hacia una sociedad en la que el trabajo pasa de ser físico a estar en los dispositivos. Y ante ese cambio, la propia estructura empresarial varía, haciendo que cada vez trabajemos más desde casa. Eso tiene muchas ventajas, pero hay que entender que el trabajo no lo es todo, que hay que tener cierta concienciación y métodos de higiene de vida. Si en casa trabajas 12 horas sentando en una silla terrorífica que te destroza la espalda, al final estás perdiendo calidad de vida".

Un sofá y un ordenador sobre la rodillas como lugar de trabajo. O una silla y la mesa del salón. Si hay suerte, se coge una habitación libre, se apartan los trastos y se convierte en oficina. Esta es la realidad de cada vez más profesionales en España, obligados a trabajar desde casa. Primero, porque las empresas tienden a ahorrar costes externalizando servicios que antes se prestaban a nivel interno. Y luego, porque los miles de autónomos que antes de la crisis alquilaban oficinas privadas o espacios compartidos hoy no pueden permitírselo. Toca, pues, pasarse la semana encerrado en casa. Y el sentir mayoritario es claro: puede llegar a ser insufrible.

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