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Epitafio para el 'lobby del Ibex': molesta al Gobierno y daña la imagen de las empresas
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GARCÍA ABAD DESENTRAÑA LAS CLAVES DEL CEC

Epitafio para el 'lobby del Ibex': molesta al Gobierno y daña la imagen de las empresas

'El malvado Ibex', nuevo libro de José García Abad, denuncia el nocivo afán de influencia política que ha dado en tierra con el llamado Consejo Empresarial de Competitividad

Foto: Consejo Empresarial para la Competitividad. (EFE)
Consejo Empresarial para la Competitividad. (EFE)

El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), renombrado con la marca escarlata del ‘lobby del Ibex’, puede pasar a la historia como algo parecido a “una patada en los bemoles” del Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Al menos, esta es una de las conclusiones que extrae el periodista José García Abad en su nuevo libro editado con el no menos sugerente título de ‘El malvado Ibex’. Un trabajo de investigación en el que los propios integrantes del colectivo formado por las empresas más influyentes del país reniegan abiertamente de las obras y milagros llevados a cabo en los cinco años de existencia del CEC. Un tiempo más que suficiente para demostrar que la alta política no está hecha para los grandes empresarios y que, a veces, la oportunidad interesada de algunos gestores corporativos por meterse a redentores solo sirve para que todos ellos terminen crucificados por la opinión pública.

García Abad, periodista decano en ejercicio de la prensa económica española con más de 50 años de trayectoria profesional, ha escrito un verdadero epitafio sobre la tumba de un grupo de influencia que será enterrado de manera definitiva el próximo mes de febrero, cuando concluya el mandato de César Alierta. El antiguo presidente de Telefónica fue uno de los promotores del CEC junto al fallecido Emilio Botín y la colaboración inestimable, aunque en menor medida, del hombre fuerte de La Caixa, Isidro Fainé. ‘El malvado Ibex’ sitúa también entre los más destacados padres fundadores del colectivo al presidente del BBVA, Francisco González, y al titular de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.

Las revelaciones del libro no tienen desperdicio, sobre todo si se observa que proceden del relato personal de algunos participantes del CEC que ahora han empezado a desahogar sus quejas tras la nefasta experiencia vivida estos años. El hundimiento del ‘lobby del Ibex’ queda certificado por los ‘críticos’ de la propia organización que censuran el afán de protagonismo del CEC a la hora de enmendar la plana a la política económica de Rajoy: “¿Cómo pudimos decir eso?”, se cuestiona uno de los integrantes del CEC al recordar el plan de choque presentado por Alierta en noviembre de 2014 con el propósito, ahí es nada, de recortar la cifra de parados en España a menos de la mitad en el horizonte de 2018.

Los más críticos miembros del 'lobby del Ibex' reniegan de haberse metido donde no los llamaban y de intentar enmendar la política económica de Rajoy

“No era una tarea que nos tocara afrontar a nosotros. Yo soy el ministro de Economía o el jefe de la Oficina Económica de la Moncloa (por el actual ministro de Energía, Álvaro Nadal) y me tocaría bastante los bemoles que me digan que aplicando una serie de medidas que les escribo en un papel voy a reducir el paro del 24 al 10%. Venga, hombre”. Con este demoledor párrafo, García Abad transcribe literalmente la posición de una de las muy diversas fuentes que han sido referidas en su libro y entre las que también se expone la opinión, más amable, eso sí, del propio director general del CEC, Fernando Casado.

El ejecutivo nombrado por Alierta trata de ajustar los términos de la gestión realizada como un intento admirable de ayudar a la mejora del país con una serie de propuestas genéricas que, a la postre, se han demostrado contraproducentes para la imagen del CEC. El proyecto ha sido percibido como un grupo de presión formado por los considerados ultramegapoderosos del país: “Han logrado que se nos contemple como un poder fáctico real. La impresión que se ha creado es que el Ibex y el CEC son los responsables de todos los problemas que aquejan a España”, admiten algunos de los socios consultados por el autor del libro.

‘El malvado Ibex’ califica al Consejo Empresarial para la Competitividad como “los 15 machos alfas que quisieron arreglar el mundo” y denuncia sus criterios de selección “subjetivos y caprichosos”, no exentos de bolas negras para algunos indeseados aspirantes que intentaron colarse en el proyecto. Entre estos últimos relata el fiasco de Florentino Pérez por introducir al presidente de Endesa, Borja Prado, cuya nominación fue rechazada al ser considerada la compañía eléctrica una filial de la italiana Enel. Uno que “montó un pollo” en vano para entrar en el CEC fue Baldomero Falcones, antiguo presidente de FCC cuando la empresa no estaba todavía controlada por Carlos Slim. Y otro de los que fue vetado es Juan Miguel Villar Mir, el fundador de OHL, quien es identificado en el libro con el título no muy halagador de “pelota mayor del reino”.

Entre las ‘realizaciones’ más ilustres que deja para la posteridad el ‘lobby del Ibex’ destaca su empeño “por echar una mano al rey Juan Carlos”. García Abad desvela en informaciones recogidas de una persona próxima al rey emérito que este se reunía con el CEC de forma protocolaria una vez al año, pero que “César Alierta le invitaba a almorzar con un grupito selecto “como una vez al mes”. Otro de los dirigentes del grupo que más frecuentaban al antiguo jefe del Estado era Isidro Fainé: “Cuando se ponía jodido el asunto, don Juan Carlos llamaba a Isidro Fainé. Desayunaban juntos, se fumaban sendos puros y charlaban mucho y claro. Fainé está en todo de la forma más discreta”, señala otra fuente del libro.

El origen y la promoción del grupo ahora venido a menos contó en su día con el amparo institucional de la Moncloa en la última etapa del Gobierno socialista. ‘El malvado Ibex’ sitúa al expresidente Zapatero como el ‘papá espiritual’ y apunta a algunos conspicuos dirigentes de ayer y hoy en el mundo de la política y los negocios que también intentaron meter baza por su cuenta en la configuración de la iniciativa. Es el caso del exministro de Defensa, Eduardo Serra, cuando solo tres meses antes de la constitución del CEC presentó el manifiesto 'Transforma España' en un acto empresarial multitudinario y presidido por el rey Juan Carlos.

Zapatero fue el ‘papá espiritual’ del CEC, en el que ha latido siempre un claro conflicto de interés entre los banqueros y el resto de empresarios industriales

El libro incide, no obstante, en que la formación del grupo de los grandes empresarios no respondió a un diseño calculado, sino que surgió de forma espontánea como consecuencia de la crisis económica y también de lo que algunos de sus miembros entendieron como “la penosa situación de la CEOE y la necesidad de una voz empresarial respetable”. La rivalidad con la cúpula patronal ha sido constante a lo largo de estos años a pesar del afán que exhibió César Alierta en apoyar la elección de Juan Rosell como sustituto de Gerardo Díaz Ferrán en 2010. En todo caso ‘El malvado Ibex’ deja constancia del disgusto que provocó en la CEOE la interferencia constante del grupo de influencia en materias vinculadas con el mercado de trabajo, incluyendo la insistencia en que el Gobierno aprobara la reforma laboral de 2012.

El ‘sanedrín' de los grandes empresarios ha levantado, en definitiva, muchas ampollas y tampoco ha sido capaz de asegurar una imagen homogénea y cohesionada, sino que más bien ha servido como argumento para el protagonismo y deseo de influencia de sus más conspicuos dirigentes. El conflicto natural de intereses entre los banqueros y los empresarios o gestores corporativos estaba larvado en la génesis de un grupo, cuyo pecado original fue, en palabras de uno de sus actuales miembros, “confundir la gimnasia con la magnesia”. El proyecto nacido en febrero de 2011 se ha saldado con mucha más pena que gloria y a día de hoy se encuentra del todo finiquitado por más que algunos traten de mantenerlo vivo con la respiración asistida de una absurda inercia. Quizá el libro de García Abad sirva para que los últimos creyentes del CEC comprendan que la mejor manera de influir es que nadie se dé cuenta. Probablemente el Ibex no sea tan malvado como lo pintan; lo que ocurre es que se le ha visto demasiado el plumero.

El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), renombrado con la marca escarlata del ‘lobby del Ibex’, puede pasar a la historia como algo parecido a “una patada en los bemoles” del Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Al menos, esta es una de las conclusiones que extrae el periodista José García Abad en su nuevo libro editado con el no menos sugerente título de ‘El malvado Ibex’. Un trabajo de investigación en el que los propios integrantes del colectivo formado por las empresas más influyentes del país reniegan abiertamente de las obras y milagros llevados a cabo en los cinco años de existencia del CEC. Un tiempo más que suficiente para demostrar que la alta política no está hecha para los grandes empresarios y que, a veces, la oportunidad interesada de algunos gestores corporativos por meterse a redentores solo sirve para que todos ellos terminen crucificados por la opinión pública.

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