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El promotor cuya fuga derivó en un roto a la banca es un respetable alcalde alemán
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NUEVA JURISPRUDENCIA

El promotor cuya fuga derivó en un roto a la banca es un respetable alcalde alemán

Hermann Schmitz, edil del partido de Merkel, dejó una promoción a medias en Dénia. Por su caso, el Supremo obliga a la banca a devolver el dinero de urbanizaciones fantasma

Foto: Urbanización La Siesta en Dénia, que derivó en un fallo del Supremo contra la banca.
Urbanización La Siesta en Dénia, que derivó en un fallo del Supremo contra la banca.

España dio en los años del boom un buen puñado de promotores destripaterrones. Gente sin escrúpulos ni miedo a la justicia capaz de lo que fuera por hacerse rica. Sin embargo, no ha sido ninguno de estos constructores con mote el que ha generado la sentencia del Supremo que obliga a la banca a devolver a los compradores el dinero que adelantaron para miles de urbanizaciones fantasma. El origen del roto está en el alemán Hermann Schmitz, que durante una década compatibilizó el puesto de promotor en la costa española con el de alcalde de Bollendorf, un bucólico pueblecito al sur de Alemania, por la CDU, el partido de Angela Merkel. Un tipo amable y culto. "No era un tiburón. No era como El Pocero o esa gente", le describe un comprador en España. Pero por los resultados llevaba la profesión en la sangre.

"Dénia sabe vivir". "El encanto de la Costa Blanca". Los folletos que hace una década imprimió Schmitz en español y en alemán destilan paz. Un tipo con sombrero lee un periódico -de papel- sentado a la sombra en la puerta de su casa. "Usted será parte de la despreocupada vida española", decía un díptico sobre la urbanización, bautizada apropidamante como La Siesta. El plan lo tenía todo. Combinaba el boom del ladrillo en España con la seriedad alemana. Porque el impulsor era un respetable alcalde que había promovido urbanizaciones en Mallorca antes de saltar a la Península. El nombre de la empresa que iba a levantarlo no podía ser más alemán: Berliner Bau Project La Siesta GMBH.

placeholder Hernamm Schmitz.
Hernamm Schmitz.

"Te ofrecía seriedad. Era un ejecutivo de una importante inmobiliaria alemana, y además, alcalde", explica Antonio Cuesta, que era el dueño de los terrenos a través de la empresa Bahía Blanca. Schmitz le compró los terrenos a cambio de darle el 12 apartamentos de los 118 que iba a construir. Un apartamento en la planta baja de 86,47 metros cuadrados con 102 de jardín costaba 218.000 euros. Inicialmente, la CAM le dio un crédito de 11 millones al promotor y los compradores le entregaron unos cinco millones en anticipos.

"Todo iba bien hasta que en 2008 se quedó sin dinero", recuerda Cuesta. Entonces Schmitz se esfumó. Pero no se fue a ningún lugar exótico ni se escondió, simplemente volvió a su país. Tranquilamente y con las manos en los bolsillos, regresó a su alcaldía, puesto que ocupó hasta 2014, cuando pasó a ser concejal.

Bollendorf es un pueblo de 1.600 habitantes muy cerca de la frontera con Luxemburgo. Sin embargo, Schmitz se fue al norte del país, a Leipzig, a presentar el concurso de acreedores de su empresa. El 7 de septiembre de 2010, el juzgado de primera instancia de Leipzig abría el procedimiento de insolvencia de la promotora.

A miles de kilómetros quedaron los pisos a punto de ser terminados. Dejó muchas deudas y enemigos en Valencia. "Mi casa estaba casi lista para entrar a vivir, hasta funcionaba el aire acondicionado", cuenta Enrique García, que en 2004 dio 60.000 euros como adelanto por los 170.000 que costaba su apartamento. Este afirma que llegó a vivir allí un tiempo, con luz de obra que se iba cada dos por tres: "Parecía un okupa". Otro vecino se vio obligado a vivir entre cascotes tras divorciarse.

La mayoría llevó con un considerable cabreo la espantada y comenzó una cascada de pleitos contra Schmitz. Los vecinos le reclamaban su dinero y los constructores a los que contrató el suyo (a uno le dejó a deber 1,8 millones). Pero fue una vecina, secretaria en la Generalitat valenciana, la que dio con la vía judicial correcta. No solo denunció al promotor, sino que añadió a la CAM, el banco que había recibido los anticipos por las casas.

Ganó en los juzgados de Dénia pero perdió en la Audiencia Provincial. En medio del proceso el Sabadell compró la CAM por un euro después de que la caja hubiera recibido 5.249 millones de euros en ayudas públicas. Finalmente, el pasado 21 de diciembre, el Supremo dio la razón a la compradora y obligó al Sabadell CAM a devolver con intereses los 38.400,55 euros que había avanzado. La sentencia señala que los bancos no son "terceros ajenos a la relación entre comprador y vendedor" de promociones inmobiliarias y que la CAM debió vigilar el destino de los fondos por una ley de 1968 que el Gobierno del PP acaba de derogar. La sentencia sienta jurisprudencia y ya hay tribunales aplicándola en otras promociones a medias. Así que Schmitz siempre tendrá su huequito en la historia de la crisis del sistema bancario español.

Un juzgado investiga al edil alemán por estafa e insolvencia. Envió 1,8 millones a cuentas en su país

Los compradores se reúnen estos días con abogados para seguir el camino de esa compradora y recuperar su dinero en los tribunales. Uno que vive en León recibe la llamada sobre si conocía a Schmitz con sorpresa: "¿Que puedo recuperar el dinero? Me había olvidado del tema".

Pero hay otras vías abiertas. Antonio Cuesta, el propietario del terreno, tiene denunciado a Schmitz y a su socio Ralf Jacobs por lo penal desde 2013. En la querella por estafa señala que "se apropiaron de las cantidades percibidas por la CAM, sin destinar las mismas a la construcción de un complejo de viviendas". Añade que recibió 13,09 millones en dos préstamos de la CAM y que "con todo tipo de argucias y engaños" fue ganándose la confianza del propietario del terreno.

La instrucción ha revelado transferencias desde la cuenta de la CAM en la que los compradores ingresaban el dinero hacia Alemania. En total, 1,85 millones de euros entre 2002 y 2008, algo que según los denunciantes demuestra que no dio el uso adecuado a los fondos. Este diario ha intentado sin éxito obtener la versión de Schmitz. Cuando finalmente contestó al teléfono requirió un cuestionario por correo al que no contestó. "¿Que pueden recuperar el dinero? Es buena noticia para ellos", fue lo único que dijo.

En Mallorca también dejó afectados. Allí comenzó a construir en los 90 "Tenía unos contactos fantásticos. Venía de la mano de una gran promotora de Alemania vinculada a una caja de ahorros de ahí", cuenta un constructor de la isla al que también le dejó deudas. "Transmitía confianza cuando hablabas con él. Era correcto, de guante blanco, economista y alcalde", añade.

"Transmitía confianza cuando hablabas con él. Era correcto, de guante blanco, economista y alcalde"

Los afectados por Schmitz se mueven entre la alegría por la posibilidad de recuperar su dinero y la amargura del tiempo perdido. El constructor dice que lleva cuatro años sin pasar por la urbanización porque nada más verla se echa a llorar, porque fue su ruina. Enrique García, que ya daba por perdido sus 60.000 euros de adelanto, se ríe: "Lo compré con jardín para que correteara mi hija, que entonces tenía cuatro años. Ahora tiene 17, así que...".

España dio en los años del boom un buen puñado de promotores destripaterrones. Gente sin escrúpulos ni miedo a la justicia capaz de lo que fuera por hacerse rica. Sin embargo, no ha sido ninguno de estos constructores con mote el que ha generado la sentencia del Supremo que obliga a la banca a devolver a los compradores el dinero que adelantaron para miles de urbanizaciones fantasma. El origen del roto está en el alemán Hermann Schmitz, que durante una década compatibilizó el puesto de promotor en la costa española con el de alcalde de Bollendorf, un bucólico pueblecito al sur de Alemania, por la CDU, el partido de Angela Merkel. Un tipo amable y culto. "No era un tiburón. No era como El Pocero o esa gente", le describe un comprador en España. Pero por los resultados llevaba la profesión en la sangre.

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