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López Madrid, la 'pandilla' del Bernabéu y el 'tsunami' de la operación Púnica
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amistades peligrosas en el palco de florentino

López Madrid, la 'pandilla' del Bernabéu y el 'tsunami' de la operación Púnica

El registro del despacho de Javier López Madrid, íntimo de Felipe VI y de varios de los prohombres de la empresa española, ha puesto de los nervios a la alta burguesía madrileña

Foto: El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. (EFE)
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. (EFE)

El registro de la oficina personal de Javier López Madrid, yerno de Juan Miguel Villar Mir y consejero del 'holding' industrial del octogenario empresario, ha puesto de los nervios a la élite aristocrática madrileña. Las sospechas de que, según las investigaciones de la operación Púnica, pueda demostrarse que el amigo de Felipe VI haya podido financiar ilegalmente al PP han provocado una inquietud galopante entre el colectivo de ilustres que se cita habitualmente cada 15 días en el Santiago Bernábéu como lugar común de reunión. El temor fue de tal calibre entre la tarde del jueves, cuando la UCO abrió hasta los cajones de la casa del sospechoso, y la mañana del viernes, que muchos de los más allegados ni se atrevieron a llamar al acorralado por temor a que la policía tuviera intervenido el teléfono.

Porque de toda la corrupción que ha gangrenado España en la última década, pocos casos como el de la operación Púnica han salpicado a apellidos que han marcado la empresa nacional en las dos últimas décadas. Ninguno había llevado al banquillo en calidad de testigos a dos presidentes de dos compañías del Ibex 35. A Florentino Pérez, primer ejecutivo y accionista de ACS, amén de mandatario 'in pectore' del Real Madrid, y a Javier Monzón, máximo directivo de Indra hasta hace un año. Ambos han estado (en el caso del constructor, está) más de veinte años en sus puestos de privilegio y han sido espectadores de lujo del potaje que se cocía entre el mundo empresarial y el político.

Sus declaraciones a mediados de 2015 ante el juez Eloy Velasco pusieron de manifiesto las relaciones de poder e influencias entre la élite del Santiago Bernabéu. Pero, sobre todo, el miedo a verse en situaciones que hasta la fecha eran impensables. Florentino Pérez, íntimo amigo de Alberto Ruiz-Gallardón, exministro de Justicia, y de Alfredo Pérez Rubalcaba, el que fuera comisario real del Reino, jamás imaginó que se sentaría ante un magistrado para responder "no me gusta esa pregunta" -como llegó a decir- por un presunto caso corrupción. Menos aún Monzón, próximo a don Juan Carlos.

Aquel día, el presidente del Real Madrid trató de quitarse la responsabilidad a la hora de contratar para su club de fútbol a Alejandro de Pedro, el conseguidor de Francisco Granados, identificando a Donato González como el hombre que le había aconsejado comprar sus servicios como experto en redes sociales. “Una persona que se llama Donato González es el que nos lo recomendó. Trabaja en un banco importante y tiene relaciones con ACS”, declaró Florentino Pérez ante el juez. Este, que no conocía al ejecutivo, le preguntó para qué banco trabajaba: “Société Générale. Donato me lo presentó”.

Probablemente, al juez Eloy Velasco, el nombre del banco francés le diría poco, pero la afirmación del presidente del Real Madrid supuso delatar a uno de sus conocidos de mayor confianza, al ejecutivo que en el verano de 2012 salvó del precipicio de la quiebra tanto a ACS como a su fortuna personal, invertida principalmente en la constructora. Porque fue Donato González quien desde Société Générale montó una compleja estructura financiera de derivados que evitaron que la deuda acumulada por la fallida inversión en Iberdrola se llevase por delante al grupo y a su presidente. La transacción fue tan enrevesada que ni la CNMV la entendió, por lo que les exigió hasta tres comunicados para explicarla a los inversores. Un ejercicio de malabarismo para tapar un agujero que llegó a ser de 4.000 millones de euros.

Donato González cree que presentar a alguien no es delito y que con su consejo solo quiso ayudar a un amigo. Totalmente cierto en lo judicial, pero la declaración de Pérez le metió en un charco que a un financiero que vive de la discreción no le beneficia mucho. “Le vendió. Estos no tienen amigos”, indican fuentes del sector, que desde hace tiempo ya denunciaban 'sotto voce' que las constantes visitas al palco del Bernabéu ocultaban algo más que una simple relación banco/cliente.

Lo mismo exponía para defenderse Javier López Madrid, que ya se vio salpicado en la operación Púnica por la declaración de Javier Monzón, que le embarró en el lodazal de la sospecha. Él había negado que, como Donato González con ACS, fuese el que invitase a Indra a contratar a Alejandro de Pedro, como publicó este medio en octubre de 2014. Pero así lo manifiestó ante el juez Velasco el que hasta enero de 2015 era el primer ejecutivo de la empresa de tecnología y defensa. Probablemente, uno de los presidentes más protegidos del 'establishment', tanto por el PP como por el PSOE y la propia Casa Real. Tras su salida de Indra, Ana Botín y el propio Javier López Madrid lo acogieron al nombrarle consejero del Banco Santander en España y de Ferroglobe, la filial cotizada en Wall Street de OHL. La relación entre estos tres últimos es también muy estrecha.

Porque, curiosamente, Florentino Pérez, Javier Monzón, Donato González, Javier López Madrid y Borja Prado, presidente de Endesa, se tienen un afecto aparentemente incondicional, cariño compartido con miembros importantes del PP -María Dolores de Cospedal y Josep Piqué- y del PSOE (Elena Salgado y Rubalcaba). Pérez sienta aún a Monzón en el consejo de administración de ACS. López Madrid y Prado son socios en Tressis, una gestora de patrimonio que maneja 3.000 millones y que este año repartirá dividendos por primera vez en su historia. Por su parte, González es el banquero por excelencia del constructor, su confesor, el que le salvó de la ruina, y con el que ganó muchísimo dinero por comisiones bancarias. Hoy, tiene el mandato para la venta de Urbaser, la filial de servicios de la constuctora, por 2.500 millones. Uno de los mejores en lo suyo, sin padrino de cuna, que ha llegado a la cima a base de muchas horas y no poco riesgo.

A la vez, el presidente de Société Générale comparte sus intimidades y sus aficiones (pádel, caza, esquí y fútbol) con López Madrid, otro profesional bien preparado, rico de nacimiento, afable en el trato, lenguaraz, mal medidor de riesgos, que siempre ha reconocido su cariño al defenestrado Monzón. Al igual que a David Marjaliza, con el que tiene una inmobiliaria en común para vender chalés de alto 'standing' en Marbella. Marjaliza era la mano derecha de Granados, quien hasta hace un año aún cobraba del banco francés en calidad de asesor. Este laberinto de relaciones confluye en la moqueta del Santiago Bernabéu, donde se reúnen con frecuencia. Las fotos de la última Champions League ganada por el Real Madrid en Lisboa evidencian su camaradería.

Esta amistad es tan cercana que ahora, tras el registro del despacho de López Madrid -el cual lleva tiempo pensando en 'exiliarse' a Londres-, les genera más miedo que el derrumbe de la bolsa. Pese a que hasta ahora solo son presuntos desde el punto de vista judicial, la aparición de sus nombres en el sumario de la operación Púnica es un 'tsumani' que, además de contribuir a llevarse al PP por delante, amaga con hacer saltar por los aires las tuberías del poder y los palcos de palacio.

El registro de la oficina personal de Javier López Madrid, yerno de Juan Miguel Villar Mir y consejero del 'holding' industrial del octogenario empresario, ha puesto de los nervios a la élite aristocrática madrileña. Las sospechas de que, según las investigaciones de la operación Púnica, pueda demostrarse que el amigo de Felipe VI haya podido financiar ilegalmente al PP han provocado una inquietud galopante entre el colectivo de ilustres que se cita habitualmente cada 15 días en el Santiago Bernábéu como lugar común de reunión. El temor fue de tal calibre entre la tarde del jueves, cuando la UCO abrió hasta los cajones de la casa del sospechoso, y la mañana del viernes, que muchos de los más allegados ni se atrevieron a llamar al acorralado por temor a que la policía tuviera intervenido el teléfono.

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