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Telefónica declara la guerra (de momento, fría) al feudalismo de internet
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Telefónica declara la guerra (de momento, fría) al feudalismo de internet

El presidente de Telefónica, César Alierta, trata de persuadir a Europa sobre la necesidad de derribar el muro de la regulación y la competencia para hacer frente a la nueva revolución digital

Foto: El presidente de Telefónica, César Alierta, durante la Junta de Accionistas celebrada en Madrid en junio de este año. (EFE)
El presidente de Telefónica, César Alierta, durante la Junta de Accionistas celebrada en Madrid en junio de este año. (EFE)

Con Alierta hemos topado. El maño de Telefónica se ha erigido en el molino de viento con el que van a tener que luchar los Jaume Roures, Tatxo Benet y toda esa liga de secuaces empeñados en que Mediapro siga manteniendo su exquisito negocio del fútbol televisado en España. La primera multinacional del país trata de imponer la fuerza de su imperio contra la mayor y más aquilatada experiencia del bróker de ascendencia qatarí en un sector de acusada sensibilidad social y claramente sobrevalorado para la estrategia de cualquier operadora de telecomunicaciones. En el juego de las pasiones que ofrece el deporte rey la visión periférica de los intereses creados suele doblegar a la ortodoxia de una estricta gestión empresarial, lo que induce a apostar por un acuerdo que haga feliz a los televidentes del país.

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Al final habrá fútbol para todos, pero lo que ahora se ventila en la sede de Las Tablas es el precio que va a costar la broma y la posición que Telefónica podrá ejercer con los propietarios de los derechos de imagen en la negociación de las próximas temporadas futbolísticas. Los directivos de Movistar, encabezados por la plana mayor de la antigua Digital +, saben que además del huevo está el fuero porque si ahora se entregan sin rechistar a las pretensiones de Mediapro luego quedarán cautivos y desarmados ante la voracidad de sus insaciables proveedores de contenidos. Los 180 millones de euros que empezó pidiendo Roures se consideran una barbaridad en Telefónica, sobre todo porque a Vodafone y a Orange el mismo paquete de la Champions League les fue vendido a razón de 40 millones cada uno.

La heredera del antiguo monopolio tiene las espaldas muy anchas como se puede comprobar con la lista interminable de deudos y beneficiaros, algunos especialmente ilustres, que viven a expensas de sus favores. Pero eso no significa que Alierta reparta cheques en blanco a todo aquel que se acerca a recoger algún dulce por la ventanilla de la operadora como si fuera el Monasterio de Santa Clara. El presidente de Telefónica sabe mejor que nadie que los retos inmediatos van a exigir un modelo empresarial menos permisivo y quiere resolver cuanto antes las refriegas internas con sus rivales históricos para lanzarse a la verdadera batalla de una revolución digital en la que tendrá que luchar con enemigos mucho más poderosos e influyentes.

Telefónica quiere cambiar el sino de las negociaciones por los derechos del fútbol televisado y demostrar a Mediapro que no va a salirse siempre con la suya

Las escaramuzas domésticas forman parte consustancial de la sociedad fragmentada que contamina a todas las grandes corporaciones en España. Sin embargo, la guerra de Alierta se orienta con un carácter global, en busca de una coalición europea que permita recuperar el liderazgo del Viejo Continente en el hipermercado de las telecomunicaciones y meta en vereda a esos vecinos escasamente adorables que se han adueñado de la comunidad de internet y campan por sus respetos situándose por encima del bien y del mal. Los Google, Apple, Facebook, Yahoo, Whatsapp y demás Over-the-top (OTTs), como son popularmente conocidas, están dispuestas a descremar el negocio bajo el amparo de una regulación asimétrica que les otorga una extraordinaria ventaja competitiva con respecto a las operadoras de toda la vida.

Telefónica está haciendo lo indecible por alertar en Europa acerca de las consecuencias que puede generar la competencia en condiciones de clara desventaja con las grandes corporaciones llegadas del otro lado del Atlántico. Las compañías europeas tienen que hacer frente a enormes inversiones destinadas a la creación y mejora de infraestructuras y soportan además pesadas estructuras productivas que contrastan con la ligereza y versatilidad permitida a sus rivales estadounidenses. A ello se une la coexistencia de 27 mercados regulatorios sobre los que pasan de puntillas las OTTs, aparte de un marco tributario claramente nocivo para los intereses de las empresas locales. Baste señalar que en 2013 Telefónica destinó a aportaciones fiscales cerca de 3.500 millones de euros en tanto que el agregado de impuestos acumulado por Apple, Google, Facebook, Yahoo, Microsoft, Amazon, Twitter y Ebay no llegó siquiera a los 20 millones.

La pregunta de Ana Botín

El papel que asuma Alemania en lo que se considera la nueva ‘guerra fría’ contra el imperio digital es esencial a la ahora de integrar una posición beligerante que imponga un terreno de juego equivalente para todos los agentes del mercado. El interés de Alierta por incorporar a la causa a la canciller germana, Angela Merkel, fue uno de los episodios más relatados por la delegación española al término de la última cumbre bilateral celebrada en Berlín. El presidente de Telefónica delegó en Ana Botín la pregunta del millón de dólares que la titular del Banco Santander no tuvo impedimento en formular a la dama de hierro ante un nutrido grupo de empresarios de ambos países.

Botín requirió a Merkel acerca de la posición que mantiene su país sobre la conveniencia de reforzar los ‘national champions’ en el sector de las telecos. La respuesta no fue todo lo explícita que le hubiera gustado al presidente de la operadora pero sirvió para abrir un debate que a buen seguro tendrá un interesante desarrollo en los próximos meses. La defensa de la competencia es un tabú en Europa y los viejos monopolios todavía suscitan complejos de culpa en la conciencia de los dirigentes políticos, pero en los pasillos de la Comisión Europea en Bruselas empieza a existir un consenso generalizado para acabar con esa política de apaciguamiento en la que unos son obligados a sacudir el árbol para que otros de fuera recojan las nueces.

El CEO de la operadora española, José María Álvarez-Pallete, resume el fondo del problema: “A Whatsapp se le cae el servicio y los clientes me llaman a mí“

La reivindicación de Telefónica se resume en la urgencia de fijar unas mismas reglas y derechos a la hora de operar sobre las redes porque, de lo contrario, internet se convertirá en un territorio feudal, un mercado con 50.000 millones de dispositivos conectados y dos sistemas dominantes como Android e IOS que no se hablan entre ellos. La infraestructura tiene que ser accesible a todo el mundo y para ello es preciso que los usuarios se sientan cómodos en los nuevos entornos tecnológicos y estén seguros a la hora de compartir sus datos personales. En otras palabras, la transparencia y el control de la privacidad son las dos caras de una misma moneda y ambas son indispensables en la actual revolución tecnológica.

El desarrollo del Mercado Único Digital impulsará el crecimiento dentro de la Unión Europea en 340.000 millones de euros, con una contribución al PIB de la zona estimado en el 4% en el año 2020. El peligro para alcanzar estos ambiciosos objetivos reside ahora en que las plataformas existentes son incapaces de interactuar entre ellas, lo que da lugar a una especie de 'corralito' compuesto por millones de clientes cautivos, pero a la vez insatisfechos y cada vez más desconfiados. De ahí la necesidad de depurar el sector aguas arriba, aclarando las posiciones y responsabilidades de cada uno de los agentes y evitando que los ocasionales pescadores que han lanzado la caña sigan acumulando ganancias en el río revuelto de las 'telecos' europeas.

La desregulación como contrapeso para acabar con la desigualdad normativa y la promoción de un entorno que favorezca la inversión resumen las grandes necesidades que reclaman las compañías incumbentes a los legisladores de Bruselas. El reto consiste en derribar el muro de la competencia que tantas desigualdades produce entre unas y otras operadoras, de acuerdo con su procedencia y sus servidumbres históricas. El objetivo es compartir la carga entre todos para equiparar una oferta de servicios transparente y que proteja los derechos de los consumidores, de modo que cada palo aguante su vela ante sus respectivos clientes. Hasta que eso ocurra Telefónica está dispuesta a dejarse la garganta en Europa para hacer valer el grito de socorro que hace unos días expresaba su consejero delegado, José María Álvarez-Pallete a modo de corolario: “A Whatsapp se le cae el servicio, y los clientes me llaman a mí”.

Con Alierta hemos topado. El maño de Telefónica se ha erigido en el molino de viento con el que van a tener que luchar los Jaume Roures, Tatxo Benet y toda esa liga de secuaces empeñados en que Mediapro siga manteniendo su exquisito negocio del fútbol televisado en España. La primera multinacional del país trata de imponer la fuerza de su imperio contra la mayor y más aquilatada experiencia del bróker de ascendencia qatarí en un sector de acusada sensibilidad social y claramente sobrevalorado para la estrategia de cualquier operadora de telecomunicaciones. En el juego de las pasiones que ofrece el deporte rey la visión periférica de los intereses creados suele doblegar a la ortodoxia de una estricta gestión empresarial, lo que induce a apostar por un acuerdo que haga feliz a los televidentes del país.

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