Es noticia
La banca completa su giro al 'mal gobierno' con consejeros delegados sin poder real
  1. Empresas
ÁLVAREZ EN EL SANTANDER, EL ÚLTIMO EJEMPLO

La banca completa su giro al 'mal gobierno' con consejeros delegados sin poder real

Ser consejero delegado de un banco en España y querer ejercer como tal es un deporte de alto riesgo. Todos los que lo han intentado han sido destituidos

Foto: Javier Marín, junto a Ana Patricia Botín (Reuters)
Javier Marín, junto a Ana Patricia Botín (Reuters)

Ser consejero delegado de un banco en España y querer ejercer como tal es un deporte de alto riesgo. Todos los que han intentado diseñar una estrategia propia que fuera más allá de la de su presidente han terminado destituidos; el último ejemplo, Javier Marín en el Santander esta semana. Más aún si cometen el pecado capital de aspirar a suceder al jefe. Y siempre son sustituidos por ejecutivos con amplia experiencia y conocimiento del banco pero con un perfil de meros ejecutores de esa estrategia en el día a día. Una tendencia que va en dirección totalmente opuesta a los estándares de buen gobierno, cada vez menos relevantes en nuestro país.

La lista es muy larga. El primero en sufrir esta práctica en 2009 fue José Ignacio Goirigolzarri -el que se atrevió a volar más alto porque se postuló como sucesor de Francisco González- fue relevado en BBVA por Ángel Cano, hasta entonces jefe de recursos humanos. Jacobo González-Robatto ni siquiera llegó a consejero delegado en el Popular; brilló demasiado como número dos sin cargo; y cuando Ángel Ron se vio obligado a nombrar un CEO el año pasado por la presión de los inversores institucionales, se decantó por el responsable de Riesgos, Francisco Gómez.

Este mismo año la historia se repetía en La Caixa. Juan María Nin, fichaje estrella de la entidad en su día procedente del Sabadell (algo inconcebible hasta entonces en esa casa), también se atrevió a tener un papel dominante en la gestión de la entidad y acabó tan enfrentado a Isidre Fainé -pese a que él mismo le había señalado como su sucesor-, que el ambiente se hizo irrespirable: acabó también relevado, en este caso por el director financiero, Gonzalo Gortázar.

Esta racha culmina ahora en el Santander, aunque aquí la historia es un poco diferente: Marín ya había sustituido a un consejero delegado poderoso, Alfredo Sáenz, cuando Emilio Botín no tuvo más remedio que destituirle por la anulación de su indulto. Entonces nombró a alguien de su absoluta confianza y con un perfil mucho más bajo (director de banca privada). Pero le dio demasiadas alas e incluso le permitió diseñar un plan para recuperar una rentabilidad del 10%, con una estrategia más centrada en lo comercial y no en lo financiero. La defunción de su valedor y la llegada de Ana Patricia Botín han acabado con esos sueños de volar alto, y la nueva presidente lo ha sustituido significativamente por el director financiero, José Antonio Álvarez.

Falta de accionistas de control y consejos débiles

En todos los casos se repite el mismo esquema: son entidades con un elevado free float (capital que circula libremente en bolsa), sin accionistas de control y, por tanto, con consejos débiles. El presidente aprovecha esa situación no sólo para tener perfil ejecutivo, sino para ejercer un poder omnímodo que acaba por devorar a quienes les hacen sombra. La única excepción que queda es el Sabadell, donde el sustituto de Nin, Jaume Guardiola, sí ejerce como consejero delegado bajo la presidencia de Oliu.

El caso de Bankinter es diferente, ya que allí sí hay un accionista de control: Jaime Botín, con el 24% del capital. En esa entidad son él y su hijo Alfonso quienes ejercen el poder que en otros casos corresponde al presidente -Pedro Guerrero no es ejecutivo- y quienes destituyen consejeros delegados incómodos, como hicieron con Jaime Echegoyen, relevado por la responsable del negocio asegurador: Dolores Dancausa.

Esta tendencia de la banca española va en dirección opuesta a la tendencia de las normas y estándares internacionales de buen gobierno, que postulan que el presidente no debe ser ejecutivo sino que ese poder ha de corresponder al CEO. Así, en Francia y EEUU el porcentaje de presidentes ejecutivos ha pasado del 80% hasta el 50% en los últimos siete años. Sin embargo, este menosprecio del buen gobierno -que también se demuestra en aspectos como la paridad de sexos- tampoco es exclusivo del sector financiero, sino que se da en la inmensa mayoría de las empresas cotizadas, pese a los innumeables códigos y normas aprobados en los últimos años.

El lead director, un sucedáneo

Para tratar de compensar este poder absoluto de los presidentes, se está empezando a importar la figura del lead director, una especie de jefe de los consejeros independientes que los coordine y se constituya en un especie de contrapoder. Así, el Santander ha nombrado a Bruce Carnegie-Brown para esta tarea, y Bankia cuenta con Alfredo Lafita en este papel. "Previsiblemente durante las próximas semanas las reformas legales de gobierno corporativo, que recientemente ha aprobado el Parlamento español, donde se incluye, en el caso de las empresas que cotizan en bolsa, (de cualquier sector), que si el presidente del consejo de administración es ejecutivo, por ley la compañía se verá obligada a crear la figura del Lead Director con funciones predefinidas e incluidas en la Ley", explica Juan Álvarez-Vijande, director general del Instituto de Consejeros y Administradores.

Ahora bien, esta figura tiene el mismo problema que los consejeros independientes en general: que son nombrados por el presidente. Lo cual supone un conflicto de interés que cuestiona desde el inicio su independencia y, en consecuencia, su capacidad para contrapesar el poder de quien les ha nombrado... y les puede echar. Además, las labores que la norma española va a encomendar al lead director se refieren casi en exclusiva a cuestiones de gobierno corporativo (planes de sucesion, retribución del presidente y cosas por el estilo) sin ninguna influencia en la gestión de la entidad.

A pesar de esta tendencia, el citado instituto es optimista porque la presión de las autoridades europeas en esta materia es cada vez mayor: "La Comisión Europea está marcando la tendencia para que los presidentes de entidades financieras no sean ejecutivos. Esta tendencia afectará tarde o temprano también a España", confía Álvarez-Vijande.

Ser consejero delegado de un banco en España y querer ejercer como tal es un deporte de alto riesgo. Todos los que han intentado diseñar una estrategia propia que fuera más allá de la de su presidente han terminado destituidos; el último ejemplo, Javier Marín en el Santander esta semana. Más aún si cometen el pecado capital de aspirar a suceder al jefe. Y siempre son sustituidos por ejecutivos con amplia experiencia y conocimiento del banco pero con un perfil de meros ejecutores de esa estrategia en el día a día. Una tendencia que va en dirección totalmente opuesta a los estándares de buen gobierno, cada vez menos relevantes en nuestro país.

Javier Marín Ana Patricia Botín Francisco González José Ignacio Goirigolzarri Isidre Fainé Gobierno Corporativo
El redactor recomienda