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Pizarro quiere romper los tabúes dentro de El Corte Inglés: salida al exterior…y a bolsa
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EL GRUPO NECESITA LIQUIDEZ PARA SU EXPANSIÓN

Pizarro quiere romper los tabúes dentro de El Corte Inglés: salida al exterior…y a bolsa

El ex presidente de Endesa es uno de los mayores expertos españoles en mercado de valores y El Corte Inglés ha decidido romper tabúes para salir a bolsa

Foto: Manuel Pizarro durante una Junta Ordinaria de Accionistas de Endesa, en una imagen de archivo (Efe).
Manuel Pizarro durante una Junta Ordinaria de Accionistas de Endesa, en una imagen de archivo (Efe).

Aseguran los más viejos del lugar que Ramón Areces solía resumir su modelo de gestión en los albores de El Corte Inglés con dos principios básicos: “Sentido común y geografía”, decía el fundador de los grandes almacenes. Este mismo y alardeado axioma deberá ser el leitmotiv que inspire ahora a Manuel Pizarro para afrontar con todas las consecuencias los grandes tabúes que dominan el equity story de la más importante empresa española de distribución, con permiso de Amancio Ortega y su reino de Inditex.

El Corte Inglés necesita un proceso de adaptación al cambio que no podrá abordarse sin romper los moldes que han etiquetado a la empresa como una marca de excelencia mundial, pero chapada a la antigua y con unos procedimientos de gestión anquilosados en el tiempo. La aversión a la financiación ajena y el temor a una expansión allende las fronteras han enquistado la estrategia operativa al mercado doméstico en una especie de Santiago y cierra España, que ha dejado a la entidad indefensa ante la descomunal crisis de consumo en nuestro país.

“Cuando llueve, llueve para todos”, comentaba hace unos años con cierto deje de amargura Isidoro Álvarez, reconociendo así implícitamente el quebranto que la recesión estaba produciendo en la actividad tradicional de El Corte Inglés. El viejo imperio de la distribución comercial en España las ha pasado canutas durante los últimos seis años, que se han llevado por delante casi un 20% de la facturación y hasta una cuarta parte de los beneficios. Para una compañía que trabaja amparada en márgenes estrechos con elevados volúmenes de ventas, la atonía del mercado ha supuesto un disparo a bocajarro en la línea de flotación del negocio.

placeholder Isidoro Álvarez (Efe).

Superados los peores momentos de la tormenta parece que ahora empieza a escampar pese a que los resultados del útlimo ejercicio, cerrado en febrero de este año, tampoco son para tirar cohetes. Al menos, El Corte Inglés ha frenado la sangría de beneficios, que han aumentado un 6,2% apoyados en las muletas de sus créditos fiscales y ha reducido la caída de las ventas a sólo el 1,8%. El trasatlántico ha modificado su velocidad de crucero con el fin de recuperar sus niveles de rentabilidad, estableciendo un punto de inflexión en lo que ha sido el modelo secular de su gestión empresarial.

Punto de inflexión en la última junta general

El Corte Inglés ha asimilado la lección, consciente de que los tiempos cambian aunque los valores deban permanecer inmutables. En eso consiste precisamente el reto de Manuel Pizarro, outsider de lujo fichado como asesor presidencial y que ahora ha reforzado su papel dentro de la empresa tras ser investido como miembro del consejo de administración. El expresidente de Endesa es el encargado de abrir un nuevo cuaderno de bitácora que despeje futuros horizontes sin derramar las viejas esencias que todavía rezuman como sentimiento de lealtad, y a mucha honra, dentro de la casa.

El baño de modernización que ha empezado a insinuar el propio Isidoro Álvarez en la junta general del último domingo de agosto va a poner a prueba la asignatura de geografía a la que aludía Areces. El Corte Inglés se propone llevar a cabo un plan de expansión que se traducirá en un esfuerzo de internacionalización para adaptar el perímetro de la compañía al mercado global. Toda una catarsis en la mentalidad carpetovetónica de una compañía que lo ha sido todo en la Península Ibérica, incluyendo un poquito en Portugal, pero que ahora no tiene más remedio que saltar los Pirineos y cruzar algún que otro mar si no quiere convertirse en una estatua de sal dentro del panorama empresarial español.

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Los pinitos de El Corte Inglés en el exterior no han sido muy halagüeños como pone de manifiesto la fallida aventura en Estados Unidos con la compra de la red de tiendas Harris hace ya más de treinta años. Tras un largo proceso de tribulaciones en forma de pérdidas continuas y constantes, Harris terminó fusionándose en 1997 con la cadena regional californiana Gottschalks en lo que se presentó como una huida hacia delante que realmente no dejaba de ser una venta encubierta. A la postre, ni lo uno ni lo otro porque la compañía resultante terminó llevando los libros al juzgado con una suspensión de pagos que se convirtió en el preludio de una liquidación en toda regla.

El mal sabor de boca que dejó esta lamentable experiencia escaldó a los ejecutivos de El Corte Inglés, que hasta hace poco no volvieron a plantearse la posibilidad de soltar amarras en el mercado internacional. Esta vez el objetivo era Italia pero el desembarco fue abortado en 2008 ante la irrupción de la gran crisis financiera. La compañía española sigue siendo, no obstante, el número uno en Europa dentro del segmento de los grandes almacenes con una masa crítica le permite encarar un desarrollo corporativo de carácter multinacional. El Corte Inglés quiere ahora conjugar sus previsiones de crecimiento orgánico con un plan selectivo de compras, orientado principalmente a Europa y Latinoamérica, pero sin descuidar el mercado asiático e incluso también algunos países africanos.

La mejor definición de un precio justo

placeholder (Efe)

El expresidente de Endesa tiene toda la confianza de Isidoro Álvarez para diseñar una hoja de ruta al golpe de timón que irá marcando Dimas Gimeno en su calidad de consejero director general. El sobrino del actual presidente está llamado a actuar como máximo responsable de las operaciones, tal y como ha quedado refrendado en su reciente intervención pública ante los accionistas de la empresa. Gimeno encarna los deseos de renovación dentro de una línea de continuidad como garantía de un plan de sucesión que atraiga a los grandes inversores.

La apelación a la deuda ha sido considerada siempre como un lujo peligroso y la proyección de la marca aconseja ahora una puesta en valor que induce a estudiar muy en serio la eventual salida a bolsa

El Corte Inglés ha iniciado este verano su particular ‘roadshow’ financiero de una manera si se apura subliminal. Pero en esta ocasión las apariencias no dejan lugar al engaño, aunque sólo sea porque a la fuerza ahorcan y es imposible seguir dando la espalda a una realidad que se ha demostrado especialmente tozuda, incluso con los ancestrales buques insignia del panorama empresarial. La cotización de la compañía en los mercados bursátiles está cantada y hasta casi se podría decir que responde perfectamente a ese segundo proverbio de Areces que invocaba el sentido común como elemento básico de cualquier negocio.

La bolsa brinda al mismo tiempo una oportunidad única para definir ese gran enigma que supone la valoración efectiva de El Corte Inglés. El núcleo estable de control quedará garantizado por la Fundación, pero la puesta de largo en los mercados de capitales resolverá de una vez por todas cualquier eventual litigio con todos aquellos socios que deseen realizar beneficios con su propiedad accionarial. La llamada esclavitud de los minoritarios será abolida con la fijación de un precio real de mercado y la garantía de liquidez de unos títulos sometidos a contratación bursátil.

El Corte Inglés satisfará de paso las expectativas de los sobrinos del fundador, los hermanos Areces Fuertes, cuyo contencioso por la venta de su participación en la empresa está hibernado después de un pleito en los tribunales. María Jesús, Rosario y Ramón siguieron la estrategia de César Areces, el heredero díscolo, pero a diferencia de éste no llegaron finalmente a ningún acuerdo extrajudicial con la entidad, por lo que sus reclamaciones siguen vigentes. La salida a bolsa puede resultar el mejor bálsamo para aclarar de una vez para siempre cual es el precio justo, algo que es muy de agradecer en una firma dedicada a la distribución comercial como es El Corte Inglés. Probablemente, la empresa que más ha vertebrado la imagen de marca España en las últimas décadas.

Aseguran los más viejos del lugar que Ramón Areces solía resumir su modelo de gestión en los albores de El Corte Inglés con dos principios básicos: “Sentido común y geografía”, decía el fundador de los grandes almacenes. Este mismo y alardeado axioma deberá ser el leitmotiv que inspire ahora a Manuel Pizarro para afrontar con todas las consecuencias los grandes tabúes que dominan el equity story de la más importante empresa española de distribución, con permiso de Amancio Ortega y su reino de Inditex.

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