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Fainé, atento lector de Lampedusa en la última y plácida asamblea de La Caixa
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“QUE TODO CAMBIE PARA SEGUIR IGUAL”

Fainé, atento lector de Lampedusa en la última y plácida asamblea de La Caixa

Para que nada cambie, de vez en cuando hay que cambiarlo todo. Esa fue la idea fuerza que pivotó durante la asamblea de La Caixa ayer en Barcelona

Foto: Isidro Fainé Casas(d) y Juan María Nin Génova(i), al inicio de la asamblea general extraordinaria. (EFE)
Isidro Fainé Casas(d) y Juan María Nin Génova(i), al inicio de la asamblea general extraordinaria. (EFE)

Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi, le hacía decir Giussepe Tomasi de Lampedusa al personaje de Tancredi en la famosa novela El Gatopardo. Vamos, que para que nada cambie, de vez en cuando hay que cambiarlo todo. Y esa fue la idea fuerza que pivotó durante toda la asamblea de La Caixa ayer en Barcelona, que fue la última y que, pese a ello, resultó extrañamente plácida.

Según fuentes de los asistentes, el duro trabajo que hacen previamente los dirigentes de La Caixa antes de cada asamblea permitió que este postrero acto institucional transcurriese como una balsa de aceite, por mucho que significase que la primera caja de España desaparecía como tal y se convertía en fundación bancaria.

Así se escribe la Historia en Cataluña, como si no fuese con los catalanes. Sin embargo, los presentes eran muy conscientes de la relevancia del momento. Una prueba fue que muchos de los representantes de los impositores o del resto de miembros de la asamblea aprovecharon el cóctel posterior, que como siempre se celebró en la primera planta de la sede de la entidad en la Diagonal, para hacerse fotos con el presidente de La Caixa, Isidre Fainé, como si fuese una estrella de rock ‘n' roll.

Si la asamblea duró casi tres horas, no fue porque hubiese protestas o lamentos. Fue por la duración de los discursos. Es lo que tiene la Historia cuando se vive en primera persona, que dispara la pluma de los escribas sentados.

Sólo se produjo una intervención contraria a la desaparición de la caja catalana, la del representante del Consell Comarcal del Penedès. Y nadie lamentó al tomar la palabra que la nueva fundación quede fuera de la tutela de la Generalitat, con lo que se da carpetazo final al hasta hace poco tan cacareado sector catalán de cajas de ahorro. Sí que se alzó una crítica de CCOO lamentando el final de la entidad como caja de ahorros.

Las oposiciones fueron simbólicas y poco relevantes, según fuentes de los asistentes, como algunos votos en contra del nombramiento de Javier Solana como patrono de la nueva fundación, no por militar en el partido socialista sino por su papel en la guerra de la antigua Yugoslavia, literal. O algún voto negativo que también se llevó el multimillonario Carlos Slim. Nada más.

Los más de 150 miembros de la asamblea compraron mayoritariamente el mensaje de Lampedusa: que el cambio había venido impuesto desde fuera, y que era acatado de manera que, en esencia, no cambiase nada. Y con esa filosofía se cerró el mayor harakiri institucional de la Historia de España desde el de las Cortes franquistas en 1977.

Javier Solana, patrono de la Fundación Bancaria La Caixa. (EFE)
El espíritu del gatopardismo aplicado al mundo financiero lo resumió el propio Fainé al recordar en su discurso que “tenemos 110 años de historia y muchas cosas han cambiado a lo largo de estos años. Pero el modelo de La Caixa se ha adaptado a los cambios regulatorios y sigue siendo el mismo. Nuestros valores no cambian. Nuestro modelo, tampoco”.

Incógnitas pendientes

Otra de las virtudes de Cataluña es que en los momentos importantes no se habla de las cuestiones importantes. Por ejemplo, de cómo se superará un modelo de negocio excesivamente dependiente de la actividad en España. O de qué papel jugará el vicepresidente de CaixaBank, Juan María Nin, cuando Isidre Fainé tenga que retirarse como presidente del banco en 2016 y limitarse a presidir la Fundación Bancaria La Caixa y el holding de participadas Criteria.

También habrá que determinar la capacidad de Criteria, el nuevo eje vertebrador de la entidad, de generar suficientes beneficios a través de los dividendos de CaixaBank y del resto de participadas, no sólo para mantener los 500 millones anuales del Presupuesto de la Obra Social, sino también para pagar los pasivos asumidos de la ya extinta La Caixa. Criteria se ha quedado con 7.800 millones de deuda de La Caixa y ahora tendrá que hacer frente cada año a los intereses de la misma.

La misma incertidumbre pesa sobre el apoyo institucional que recibirá la nueva Fundación por controlar la mayor cartera industrial de Europa. O qué depara el futuro a la parte de esa cartera que cuelga de CaixaBank, como el 11,8% de Repsol o el 5,4% de Telefónica, que con la nueva normativa bancaria de Basilea suponen un sobrecoste de consumo capital para el banco al que no han de hacer frente sus competidores más directos.

Tampoco afloraron los pactos bajo mano, como el acuerdo de Fainé con los sindicatos para que la representación de la plantilla se traslade a Criteria. Nada de todo esto se aclaró ayer en la histórica jornada. Pero es para lo que sirven los finales de era, para hacerse una foto final con el presidente de recuerdo e irse a casa con la tranquilidad del deber cumplido. Lo que al fin y al cabo demuestra que Fainé tiene razón, que en La Caixa, y en Cataluña, no ha cambiado nada.

Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi, le hacía decir Giussepe Tomasi de Lampedusa al personaje de Tancredi en la famosa novela El Gatopardo. Vamos, que para que nada cambie, de vez en cuando hay que cambiarlo todo. Y esa fue la idea fuerza que pivotó durante toda la asamblea de La Caixa ayer en Barcelona, que fue la última y que, pese a ello, resultó extrañamente plácida.

Isidre Fainé
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