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Sabadell se deshace del 'nuevo Cancún' que soñaba con construir la CAM en México
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LA MAYOR LOCURA INMOBILIARIA DE LA CAJA

Sabadell se deshace del 'nuevo Cancún' que soñaba con construir la CAM en México

La entidad que preside Josep Oliu ha vendido, casi regalado, a un consorcio de inversores de China y EEUU el proyecto de la CAM en la Baja California

Foto: Cabo Cortés. (Efe)
Cabo Cortés. (Efe)

Año 2007. Cúspide de la burbuja inmobiliaria. España se ha quedado pequeña para la caja que más está apostando por el ladrillo de sol y playa, la alicantina Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), y se tiene que internacionalizar para seguir creciendo a ritmos del 20% anual. A su director general plenipotenciario, Roberto López-Abad, le hacen los ojos chiribitas cuando una de sus múltiples inmobiliarias participadas, Hansa Urbana, le propone nada más y nada menos que construir un nuevo Cancún en la costa del Pacífico de la Baja California mexicana: 38 millones de metros cuadrados, 8.000 viviendas, nueve hoteles con 27.000 habitaciones, aeropuerto, puerto deportivo de 490 amarres, dos campos de golf y hasta una desaladora para obtener agua potable del océano. Una inversión inicial de 200 millones que alcanzaría los 700 en las sucesivas ampliaciones previstas del proyecto y que iba a producir una rentabilidad fabulosa.

Año 2014. La CAM fue intervenida en 2011 y ha protagonizado uno de los rescates más caros de la crisis bancaria, con 5.300 millones de capital y un EPA (esquema de protección de activos) de hasta 16.000, después de ser calificada como "lo peor de lo peor" por el anterior gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. López-Abad está en libertad bajo fianza y el fiscal pide para él cuatro años de cárcel por delito societario y el FROB seis por apropiación indebida y administración desleal, al otorgarse dietas irregulares a sí mismo y otros consejeros. Aquel macroproyecto, bautizado con el desafortunado nombre de Cabo Cortés, pasó al comprador de CAM, Banco Sabadell, dentro de los activos cubiertos por el EPA. Y la entidad que preside Josep Oliu, tras intentar infructuosamente salvar algo de aquel sueño, ha terminado por venderlo prácticamente regalado a un consorcio de inversores chinos y estadounidenses.

Esta historia es el paradigma de la locura inmobiliaria de la banca -principalmente las cajas de ahorros- española que ha llevado al sector a la catástrofe. Además, tiene todos los ingredientes de la especulación a la española: inversión megalómana, sueños imposibles, atentado ecológico, corrupción y unas pérdidas enormes que podemos terminar pagando todos los españoles; en principio, la garantía corre a cargo del Fondo de Garantía de Depósitos dotado por las entidades, pero el Estado se hará cargo si no basta con el dinero de aquél (de ahí que Bruselas lo considere ayuda pública).

El modelo de todos los fracasos

La idea del Cabo Cortés seguía el modelo de tantos otros proyectos fracasados (el Reino de Don Quijote en Ciudad Real, el Parque Warner de Madrid, Puente Largo en Aranjuez, la operación Campamento, Valdebebas, la expo de Zaragoza, el parque fluvial de Valencia, la ciudad de la cultura de Santiago y, por supuesto, Eurovegas, el mayor de todos): grandes nudos de comunicaciones, hoteles, viviendas, teóricos atractivos turísticos o empresariales... sólo que más a lo grande, de ahí que la CAM comprara una superficie equivalente a dos provincias españolas. El esquema fue el habitual: la caja no sólo financiaba el coste sino que participaba en la promoción con el 50% de la empresa conjunta (el otro 50% era de Hansa). Así maximizaba el beneficio... o la pérdida si salía mal.

Se trataba de crear un nuevo destino turístico que compitiera con Cancún por el turismo nacional y, ya puestos, por el europeo. La zona ofrecía enormes posibilidades porque el verdadero paraíso llamado realmente Cabo Pulmo en la costa interior de Baja California, en el llamado Mar de Cortés que separa la península del resto de México (de ahí su nombre): aguas turquesa, playas de fina arena blanca sin explotar y el único arrecife de Coral vivo de Norteamérica, lo que supone una enorme cantidad de especies marinas, como tortugas, ballenas, tiburones y mantas gigantes. El sueño de todo buceador. Sólo tenía un pequeño problema: que era un parque nacional protegido. Pero la CAM pensó que no hay nada que no se arregle pagando 'mordidas'; total, su sede estaba en la Comunidad Valenciana en la época de Camps. Y en España teníamos el ejemplo flagrante del hotel Algarrobico.

Varias personas, afectadas por las preferentes, protestan ante Roberto López-Abad en Alicante, en 2012. (Efe)La amenaza de atentado mediambiental puso en pie de guerra a los ecologistas, que montaron manifestaciones y protestas en México (a las que se sumaban los agraviados por los "nuevos conquistadores" que encima iban bajo el nombre de Cortés), e incluso hubo alguna en Alicante. Y como el Gobierno mexicano se tomaba su tiempo en aprobar aquel macroproyecto, la CAM ni corta ni perezosa contrató a todos los habitantes del único núcleo de población de la zona, un pueblo de pescadores, para que cuidaran su propiedad y evitaran una invasión de ecologistas.

En julio de 2011, con la burbuja inmobiliaria española en pleno derrumbe, llegó el momento de refinanciar. Y como Hansa Urbana estaba a dos velas y al borde de caer en la oleada de concursos de acreedores del sector, la CAM tuvo que hacerse con la mayoría de la empresa conjunta. Pero no dio tiempo a nada: ese mismo mes, el Banco de España intervino la entidad ante su absoluta insolvencia, lo que paralizó definitivamente el proyecto. En diciembre, Sabadell ganaba la subasta de la CAM al ser la única oferta y se garantizaba un EPA gigantesco que cubría las posibles pérdidas de la exposición inmobiliaria de la alicantina, incluyendo Cabo Cortés.

Pancarta de Greenpeace contra el proyecto, en Ciudad de México, en 2012. (AP)Sabadell no logra salvarlo, pero gana dinero

El banco catalán se dio cuenta de la enormidad que había heredado en México cuando comprobó que la CAM tenía más de 200 empleados en ese país y no sabía a cuento de qué. E intentó salvar parte de la enorme inversión negociando con el nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, un nuevo proyecto más racional y respetuoso con el medio ambiente, que eliminaba los dos elementos proyectados en el mar: el puerto y la desaladora. Pero, sea porque tampoco convenció al nuevo mandatario, sea por la presión 'verde', sea porque la 'mordida' no fue suficiente, el caso es que no lo autorizó.

Así las cosas, la única salida era venderlo, cosa que logró finalmente el mes pasado con un acuerdo con el estadounidense Glorious Earth Group y los chinos Beijing Sansong International Trade Group y China State Construction Engineering Corporation. Estos han planteado un nuevo proyecto llamado Cabo Dorado (sin reminiscencias colonialistas) que esperan que esta vez sí sea aprobado. No es tan megalómano como el inicial y, desde luego, la inversión que han realizado es muy inferior a la de la CAM. De hecho, algunas fuentes aseguran que el Sabadell prácticamente lo ha regalado.

Lo cual no significa que haya perdido dinero. La garantía del FGD cubre el 80% de las pérdidas, y entre las provisiones que tenía dotadas la CAM y las de Sabadell se cubre el resto. Es decir, que cualquier precio positivo supone un beneficio para el Sabadell; es algo similar a lo que ocurre con la venta del 4,9% de Iberdrola por parte de Bankia: aunque la venta supone una pérdida de 1.000 millones respecto a lo que pagó Bancaja por ella, las provisiones dotadas con el dinero del rescate le permiten apuntarse un beneficio de 266. ¿Y quién asume la pérdida de esta locura megalómana? Pues, en primer término, la banca 'sana' a través del FGD. Pero si el dinero de este fondo no es suficiente -a día de hoy no lo es salvo que se haga una derrama, aunque el EPA tiene un plazo de 10 años-, será el Estado el que tenga que asumirlo. Es decir, usted y yo. Eso sí, en este caso sí es posible que el responsable del despilfarro, López-Abad, acabe entre rejas.

Año 2007. Cúspide de la burbuja inmobiliaria. España se ha quedado pequeña para la caja que más está apostando por el ladrillo de sol y playa, la alicantina Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), y se tiene que internacionalizar para seguir creciendo a ritmos del 20% anual. A su director general plenipotenciario, Roberto López-Abad, le hacen los ojos chiribitas cuando una de sus múltiples inmobiliarias participadas, Hansa Urbana, le propone nada más y nada menos que construir un nuevo Cancún en la costa del Pacífico de la Baja California mexicana: 38 millones de metros cuadrados, 8.000 viviendas, nueve hoteles con 27.000 habitaciones, aeropuerto, puerto deportivo de 490 amarres, dos campos de golf y hasta una desaladora para obtener agua potable del océano. Una inversión inicial de 200 millones que alcanzaría los 700 en las sucesivas ampliaciones previstas del proyecto y que iba a producir una rentabilidad fabulosa.

Burbuja inmobiliaria Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) México
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