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Sargadelos, tercer linchamiento del marqués
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EL FUTURO DE UNA FIRMA EMBLEMÁTICA, EN EL AIRE

Sargadelos, tercer linchamiento del marqués

Acuciada por pérdidas de 270.000 euros en 2013, lastrada por un ERE, con un roto de cinco millones en deudas, ha presentado concurso de acreedores

Foto: Complejo de Sargadelos. (Foto: Sargadelos)
Complejo de Sargadelos. (Foto: Sargadelos)

De un linchamiento el 2 de febrero de 1809 en Ribadeo (Lugo) a un concurso voluntario de acreedores el 6 de marzo de 2014. El futuro de la empresa más emblemática del eterno esfuerzo de Galicia por salir de los sumideros de su atraso económico/existencial está en el aire. Han pasado 204 años desde que el cuerpo del marqués de Sargadelos, destrozado por los campesinos, fuera echado bajo tierra, a la reciente suspensión de pagos de la empresa de cerámicas Sargadelos, acuciada por unas pérdidas anuales de 270.000 euros en 2013, lastrada por un expediente de regulación de empleo que arrambló en 2010 con 70 de los 170 empleados de sus dos factorías (una en la localidad coruñesa de Sada y otra en la lucense de Cervo), con un roto en el bolsillo de cinco millones en deudas (incluyendo pagos pendientes a trabajadores despedidos), y con un millón de euros aportados en 2010 como rescate económico de la Xunta de Galicia, y diluidos en el desagüe de esta crisis. Cuatro años de pérdidas sobre el peso de 204 años de historia.

El dinero no tiene memoria, y no recuerda que decir Sargadelos es evocar el primer gran intento ilustrado e industrial de conducir hacia la modernidad a la terronera España de principios del siglo XIX. Los historiadores que saben lo que fue la Ilustración y el Enciclopedismo en España consideran, sin embargo, que el personaje del marqués de Sargadelos es equiparable en el plano industrial a lo que significó Gaspar Melchor de Jovellanos en la política, la teoría económica y el pensamiento. La diferencia es que Jovellanos murió de una pulmonía y al marqués lo asesinó su propio pueblo.

Asturiano de nacimiento y de familia humilde, Antonio Raimundo Ibáñez (1749-1809) fundó la primera cerámica de Sargadelos en 1806 en el municipio de Cervo. Pero el futuro marqués de Sargadelos ya había tenido un destacable papel como empresario. Había sido el ideólogo de la Real Compañía Marítima -pionera española del export-import con el norte de Europa-, dirigió explotaciones mineras, montó una fábrica de hierro y fue el mayor proveedor de municiones del ejército español para repeler la invasión francesa de 1808. Como compensación, lo lincharon en 1809 bajo la acusación de jacobino, de antipatriota, de afrancesado, un año después del arranque de nuestra Guerra de la Independencia. Y en ese punto concluye el primer linchamiento del ilustrado marqués.

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El linchamiento de esta semana, el tercero, se veía venir. En la presentación de sus cuentas de 2012, la empresa gallega fía su posible salvación a unos objetivos demasiado etéreos para la sensibilidad bancaria. La cita es textual: “Durante el ejercicio de 2013, la continuidad de las operaciones queda ligada a la recuperación de las ventas, así como al apoyo financiero de sus socios. En este sentido, los administradores han tomado determinadas iniciativas (...): la apertura de una tienda online; una reestructuración de personal (el ERE antes citado); la obtención de una novación de los préstamos con entidades financieras, con un año de carencia; la obtención de un aplazamiento de pago por el impuesto del IVA con la AEAT”.

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Pero las buenas intenciones hacen frontera siempre con la realidad. Las ventas están tan concentradas en España que su caída no puede ser compensada, por mucha reducción de costes que se intente. De 2011 a 2012, la cifra de negocio se redujo de 2,9 a 2,3 millones de euros. De este último volumen, en el mercado exterior sólo se colocaron productos por valor de 2.953 euros. No es una errata. Menos de 3.000 euros.

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Las cifras no son muy esperanzadoras, pero Sargadelos ya ha dado muestras, a lo largo de su historia, de saber recomponer jarrones rotos. Cerró por primera vez en 1832, 23 años después del linchamiento del marqués. Volvió a abrir en 1835, pero duró sólo siete años. En los periodos 1845-1862 y 1870-1875 boqueó de nuevo. Y, aguantando la respiración, pero no muerta, la cerámica de Sargadelos hibernó casi un siglo. Hasta que, en 1970, el pintor, editor, ceramista, ensayista, diseñador y empresario compostelano Isaac Díaz Pardo (1920-2012) la recuperó y refundó en el contexto de un proyecto empresarial y artístico bautizado como Laboratorio de Formas.

El galleguista que desterró el legado del marqués

Hijo de artista fusilado por los sublevados franquistas, galleguista impertérrito al ruido de sables preconstitucionales, en 1970 Díaz Pardo no solo refundó con Sargadelos una fábrica de porcelanas. También desenterró al marqués, el legado del marqués. Desenterró una nostalgia, que es la tinta con la que se escribe la historia gallega. El marqués de Sargadelos había sido linchado por orden del clero y de los caciques agrarios del Antiguo Régimen, temerosos del poder económico y social que había alcanzado aquel libertario predicador del progreso, del valor del capital humano y de la industria.

Las ventas están tan concentradas en España que su caída no puede ser compensada. En 2012, la cifra de negocio fue de 2,3 millones. De ellos, en el mercado exterior sólo se colocaron productos por valor de 2.953 euros. No es una errata. Menos de 3.000 euros

“La población es la que constituye la riqueza y la fuerza de los Estados. No puede sostener el progresar sino por medio de la industria, fábricas, comercio y navegación, cuyos ramos son el poderoso agente de la industria, que es la primera, la más esencial e indispensable de las artes”, había escrito el marqués, incurriendo no solo en jacobinismo, sino también en muy grave pecado. Y, consecuentemente, fue linchado con ferocidad por una multitud de campesinos pobres, explotados, bien mandados por los terratenientes y la iglesia, y analfabetos. Díaz Pardo, en pleno franquismo, coló de rondón su vindicación del personaje aprovechando el olvido que había embalsamado al marqués. Y, a lo largo de casi 40 años, consiguió mantener Sargadelos como una de las empresas más pujantes de Galicia. Las bandejas en las que servía sus exquisiteces Ferrán Adrià se fabricaban en las factorías Sargadelos de Sada y Cervo, por ejemplificar.

Pero Isaac Díaz Pardo fue apartado de la dirección y administración del grupo Sargadelos en 2007. Segundo linchamiento del marqués. Ahora que se avecina el tercer linchamiento, a Sargadelos sólo le resta una opción de supervivencia, en la que los actuales administradores llevan trabajando un par de años: la venta del complejo inmobiliario que la firma posee en las afueras de Santiago de Compostela, orilla del aeropuerto. Según el último balance de la empresa, de 2012, el valor neto contable final de terrenos y construcciones alcanza 832.022 euros. Un año antes, su valoración era de 974.329. Y nadie compra. Y hay una imputación a 11 miembros del consejo de administración que capitaneó una de las firmas de la empresa, entre 2000 y 2007, por un asunto de facturas falsas. Y el marqués ya no está. Y el jarrón de Sargadelos quizá se ha roto esta vez para siempre.

De un linchamiento el 2 de febrero de 1809 en Ribadeo (Lugo) a un concurso voluntario de acreedores el 6 de marzo de 2014. El futuro de la empresa más emblemática del eterno esfuerzo de Galicia por salir de los sumideros de su atraso económico/existencial está en el aire. Han pasado 204 años desde que el cuerpo del marqués de Sargadelos, destrozado por los campesinos, fuera echado bajo tierra, a la reciente suspensión de pagos de la empresa de cerámicas Sargadelos, acuciada por unas pérdidas anuales de 270.000 euros en 2013, lastrada por un expediente de regulación de empleo que arrambló en 2010 con 70 de los 170 empleados de sus dos factorías (una en la localidad coruñesa de Sada y otra en la lucense de Cervo), con un roto en el bolsillo de cinco millones en deudas (incluyendo pagos pendientes a trabajadores despedidos), y con un millón de euros aportados en 2010 como rescate económico de la Xunta de Galicia, y diluidos en el desagüe de esta crisis. Cuatro años de pérdidas sobre el peso de 204 años de historia.

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