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Puma y Adidas, enemigos de sangre
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Puma y Adidas, enemigos de sangre

 Herzogenaurach es una pequeña ciudad alemana dividida por algo más que el río Aurach. Allí nacieron, en los albores del siglo XX, dos hermanos que revolucionarían

Herzogenaurach es una pequeña ciudad alemana dividida por algo más que el río Aurach. Allí nacieron, en los albores del siglo XX, dos hermanos que revolucionarían la industria del deporte moderno. Nadie podía imaginar que el humilde taller de zapatos montado por Adolf y Rudolf Dassler en las traseras de su casa, en lo que antes fue una antigua lavandería, sería el germen de dos colosos empresariales mundialmente reconocidos: Adidas y Puma. Y aun siendo hermanos, su competencia no fue nada familiar.

El libro "Hermanos de sangre", de reciente publicación en España gracias a la editorial Lid, detalla el periplo vital y empresarial de estos dos hermanos, cuya enemistad dio pie, de manera paralela, a una de las carreras más competidas en el mundo de la empresa moderna. La autora de la obra, la periodista holandesa Barbara Smit, detalla a lo largo de las 327 paginas el pulso histórico mantenido entre los hermanos Dassler y sus descendientes por llevar sus respectivas marcas a la cumbre de la industria del deporte.

La rivalidad entre los Dassler se convirtió en el germen de una contienda colosal. Los combates se libraron en la calle, en los tribunales, en la cárcel... Sin embargo, el enfrentamiento fue uno de los motores de la industria del deporte tal como hoy la conocemos. Durante décadas, los hermanos lucharon por controlar el negocio, tarea que después perpetuaron sus hijos. Tuvo que ser ya la tercera generación, entrados en los años ochenta y noventa, la que rubricara la perdida del control de sus vastos imperios.

Esa guerra soterrada impidió, en buena parte, que Adi y Rudi prestarán atención a una empresa americana nacida en los años 70, llamada a desbancar a Adidas de su posición predominante en sólo unas décadas. Nike trajó al mundo de la industria deportiva la deslocalización. Phil Knight descubrió Asia como el gran taller de mano de obra barata para remendar balones y anudar zapatillas. Pero tampoco la marca del felino imaginaría que una compañía francesa de producción de lujo como LVHM terminaría adquiriendo una importante participación de la compañía. Ellos, los herederos de los emporios familiares, simplemente estaban en la cima del mundo y disfrutan de sus pequeños caprichos como emperadores del deporte, alternando con estrellas del deporte mundial.

A golpe de estrella

Adidas y Puma construyeron su mito desde la base de un calzado deportivo sofisticado. Una vez complacidos los atletas y futbolistas, su proyección pública estaba llamada a conseguir el resto. La maquinaria de venta estaba ya engrasada. Así se entiende la política de contratación de estrellas deportivas como una constante en el desarrollo y expansión de ambas marcas a lo largo de su historia. A finales de los 90, un joven esbelto e impecablemente vestido aparcó su flamante descapotable BMW y salió del coche de un salto. Acababa de firmar un jugoso contrato con el que era considerado el club más rico del mundo gracias al que nunca más tendría que conducir su viejo Ford Escort y se dirigía a la puerta del edificio de Adidas de Stockport en los alrededores de Manchester.

A sus apenas veinte años, David Beckham estaba en un espléndido momento de su vida. El Manchester United le había ofrecido por fin un contrato profesional y empezaba a ser un habitual en las alineaciones del equipo. Aún así no terminaba de creérselo. ¿Él, conduciendo un deportivo y jugando en Old Trafford junto a una leyenda como Eric Cantoná? A pesar de su elegancia, el joven no levantó gran expectación en las oficinas de Stockport. Añso después, el destino quiso que aquel joven se convirtiera en el máximo exponente del marketing global.

La relación entre los atletas y la marca se fue forjando a lo largo de varias décadas, desde que un ingenioso zapatero alemán obsesionado con el deporte reforzara la sujeción entre el material y la suela con tres bandas laterales adicionales de distinto color. Desde sus instalaciones en la pequeña localidad bávara, ese talento artesanal atrajo a atletas como Emil Zatopek, Mohamed Ali o Franz Beckenbauer. Del otro lado, figuras como Pele o el propio Maradona, optaron por la enseña del felino. En una época en la que dinero y deporte eran mundos completamente separados, los deportistas disfrutaban de la compañía de alguno de los hermanos. Con el tiempo, esa relación se profesionalizó hasta extremos nunca imaginados.

Precisamente, algunos hitos del mundo del deporte están ligados a la historia de iconos como Adidas y Puma, cuya feroz competencia se ha trasladado a los propios ateltas, utilizando sus éxitos o fracasos como estiletes en la guerra que se libraba entre los hermanos. En los Juegos Olímpicos de Melbourne (1956), un joven Horst Dassler comenzó a regalar zapatillas a los atletas, que hasta entonces pagaban de su bolsillo toda la equipación. En los de Roma (1960), el velocista alemán, Armin Hary, vendido al mejor postor, ganó el oro con unas Puma y recogió la medalla con unas Adidas. En Mexico (1968), Tommy Smith recogió su oro con el puño en alto -black power- y descalzo, con sus puma estratégicamente colocadas al lado. Y asi, mil ejemplos, hasta la mismísima final futbolística entre Francia (Adidas) e Italia (Puma) del último mundial de Alemania (2006).

Nunca se supo del origen exacto de las diferencias entre Adolf (Adi + Dassler= Adidas) y Rudolf (Rudi + Dassler= Ruda... Puma). Sólo queda constancia del odio que seperó a ambas familias, como bien demuestra la reacción existente tras la muerte de Rudolf Dassler en 1974. Adidas emitió un comunicado cuyo texto versaba: «Por razones de piedad humana, la familia de Adolf Dassler no hará comentario alguno sobre la muerte de Rudolf Dassler». Adi y Käthe Dassler enviaron al funeral a su hija mayor, Inge Bente. Cuatro años después, muere Adi Dassler, cuya lápida es situada en el punto más alejado de donde yacía su hermano Rudolf. Hasta en el cementerio, Adidas y Puma siguen siendo enemigos de sangre.

Herzogenaurach es una pequeña ciudad alemana dividida por algo más que el río Aurach. Allí nacieron, en los albores del siglo XX, dos hermanos que revolucionarían la industria del deporte moderno. Nadie podía imaginar que el humilde taller de zapatos montado por Adolf y Rudolf Dassler en las traseras de su casa, en lo que antes fue una antigua lavandería, sería el germen de dos colosos empresariales mundialmente reconocidos: Adidas y Puma. Y aun siendo hermanos, su competencia no fue nada familiar.