Hay diversos ejemplos de cómo este tipo de acciones redundan tanto en los empleados como en los colectivos a los que ayudan. Uno de ellos es el de Mensajeros de la Paz, la ONG fundada por el Padre Ángel García en 1962 para ayudar a personas en riesgo de exclusión. En 2021, se planteó una meta general a través de una medida muy concreta: “Teníamos la necesidad de ahorrar energía, de sumarnos a la transición energética, y queríamos ahorrar en ese tipo de gastos para poder destinarlos a donde realmente hacen falta: los proyectos, las personas y el desarrollo de quienes más lo necesitan”, nos cuenta Paula Lemos, directora de desarrollo global.
Es ese el momento en que apareció José Manuel de Pedre, delegado comercial de Repsol en A Coruña. Como experto en eficiencia energética, junto a un equipo de voluntarios de empleados de la compañía, fue el encargado de poner la primera piedra. “Lo primero fue empezar por su edificio más emblemático: la propia sede de Mensajeros de la Paz, como prueba piloto para después extenderlo al resto de los emplazamientos”, recuerda. “Por una parte, desarrollamos inversiones en eficiencia energética, que se podía mejorar y conseguir un ahorro de energía; por otra, hacía falta concienciar a los voluntarios y a los trabajadores de la entidad de que se podían hacer grandes cosas pasito a pasito”.
Consciente de que sus habilidades y su experiencia profesional podían ser aprovechadas dentro de la ONG, de Pedre realizó un estudio energético y, tras él, se pusieron en marcha algunas medidas, como cambiar la iluminación convencional por sistemas de luces LED, adquirir electrodomésticos de bajo consumo y dar charlas formativas a miembros de Mensajeros de la Paz sobre cómo hacer un uso más responsable de la energía. Los resultados hablan por sí solos: en un año, consiguieron un ahorro de unos 7.000 euros, un dinero que pudo destinarse exclusivamente a proyectos sociales. Dados estos resultados, actualmente se están replicando estas medidas en otros centros con los que cuenta la entidad. “El proyecto está en constante evolución, así que vamos por más”, recuerda Lemos.
Para Mensajeros de la Paz, los beneficios de estas acciones son más que evidentes: “Nos están ayudando a instituciones, a ONG, a empresas, a particulares… a que seamos capaces de cuidar el medioambiente y sobre todo, a saber ahorrar energía o usar la que se necesita para que otros puedan tener también”, afirma el Padre Ángel, presidente de la entidad.
“Este proyecto me ha aportado, fundamentalmente, enriquecimiento”, incide José Manuel de Pedre. “Saber que en la vida hay distintos mundos que a veces no sabemos que existen y que están ahí. El futuro pasa por una sociedad más justa y más inclusiva”. “Los voluntariados pueden ser de tres tipos”, añade Paula Lemos: “De corazón, de mente y de manos, según lo que el voluntario pueda ofrecer en cada actividad. En estas actividades con la Fundación Repsol, nos hemos encontrado voluntarios que han dedicado las tres cosas”.
De hecho, “este proyecto es un buen ejemplo de que el voluntariado profesional es realmente útil para la sociedad”, añade Laura Vicente, coordinadora de proyectos del Área Social y Voluntariado de Fundación Repsol . “A Mensajeros de la Paz le ha servido para reducir su consumo de energía e invertir esos ahorros en proyectos sociales; y a los voluntarios, para crecer personal y profesionalmente”.
El de José Manuel de Pedre es un ejemplo, entre muchos, de cómo cada vez más empresas deciden aportar su granito de arena en causas sociales de todo tipo. Y esta ayuda, además, se canaliza de la manera más eficiente: con el talento de sus propios profesionales. Todo ello, a través de uno de los principales objetivos de esta era a corto, medio y largo plazo: hacer de este un mundo más sostenible.