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Diferencias entre voto en blanco, voto nulo y abstención: ¿a quién beneficia cada uno?
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La indecisión llega a las urnas

Diferencias entre voto en blanco, voto nulo y abstención: ¿a quién beneficia cada uno?

Depositar un voto en blanco perjudica a los partidos pequeños, que tendrían más difícil obtener representación, mientras que los nulos y la abstención no afectan al resultado

Foto: Un grupo de ciudadanos deposita su voto en las urnas de un colegio electoral. (Reuters)
Un grupo de ciudadanos deposita su voto en las urnas de un colegio electoral. (Reuters)

El carrusel electoral llega a su segundo capítulo en España el próximo 26 de mayo con la celebración de elecciones municipales, autonómicas y europeas. Más allá de la configuración del nuevo Parlamento Europeo —con la ola de escepticismo que recorre el viejo continente como telón de fondo— y de la configuración de las cámaras autonómicas y ayuntamientos de todo el país, la triple cita servirá para evaluar la solvencia del PSOE tras su victoria en las generales y el giro centrista en la estrategia del PP tras su descalabro histórico.

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De acuerdo a las primeras encuestas y sondeos internos de los partidos, podría haber sorpresas como, por ejemplo, que Ada Colau pierda la alcaldía de Barcelona en favor del candidato de ERC, Ernest Maragall, o que Ciudadanos desbanque al PP en la Comunidad de Madrid, una plaza donde gobierna ininterrumpidamente desde hace 24 años. Pero como ya ocurrió el 28 de abril, los estudios sociológicos pronostican una desafección generalizada que podría traducirse en una decisión tardía acompañada de votos nulos, en blanco y abstenciones que serán claves cuando finalice el escrutinio.

La Ley del Régimen Electoral considera que se ha emitido voto en blanco (pero válido) cuando el sobre no contiene papeleta o, en el caso de los municipios de hasta 250 habitantes —que cuentan con un sistema de listas abiertas similar al de las elecciones al Senado—, cuando éstas no contengan indicación a favor de ningún candidato. De esta forma, cada voto en blanco computa en el recuento e influye en el reparto de escaños que corresponde a cada partido.

Foto: Un miembro de una mesa electoral custodia una urna en las elecciones. (Reuters)

En este punto entra en juego la ley' D'Hondt, el sistema de cálculo proporcional que marca la representación dividiendo el número de votos emitidos hacia cada partido entre el número de escaños que puede decidir cada circunscripción. Así por ejemplo, si una localidad o provincia tiene derecho a elegir cinco cargos electos, los votos totales de cada partido se dividen entre 1, 2, 3, 4 y 5. Obtenidos los respectivos cocientes, los cinco representantes se asignan a las cinco cifras más altas. Para obtener representación es necesario un 3% de votos como mínimo, con lo cual este reparto perjudica a los partidos pequeños en las circunscripciones con menos escaños en juego. No en vano, los votos en blanco se traducen en que cada candidatura necesita más votos para lograr un representante.

El voto en blanco perjudica a los partidos pequeños, que tendrían más difícil obtener representación, mientras que los nulos y la abstención no afectan

El voto nulo es aquel depositado en un sobre diferente al oficial o que contenga una papeleta improcedente. También se incluyen en esta categoría las papeletas modificadas —ya sea por alterar el orden de los candidatos o por contener una leyenda escrita— y los sobres que contengan algún objeto. Durante las elecciones con listas abiertas también son nulas aquellas candidaturas con más nombres señalados de los que corresponden a cada circunscripción. La Junta Electoral considera estas manifestaciones como "votos emitidos no válidos", de forma que no benefician ni perjudican a nadie al no contar para el reparto de asientos

La misma influencia en el resultado tiene la abstención, que se produce cuando una persona mayor de edad inscrita en el censo no ejerce su derecho a votar. Los motivos pueden ser diversos —desde una enfermedad o accidente que impida acudir al colegio electoral hasta una forma de expresar descontento— y en ningún caso se penaliza en tanto que los españoles no tienen la obligación de votar, pero al no sumar al recuento no afecta en ninguna medida a los resultados.

El carrusel electoral llega a su segundo capítulo en España el próximo 26 de mayo con la celebración de elecciones municipales, autonómicas y europeas. Más allá de la configuración del nuevo Parlamento Europeo —con la ola de escepticismo que recorre el viejo continente como telón de fondo— y de la configuración de las cámaras autonómicas y ayuntamientos de todo el país, la triple cita servirá para evaluar la solvencia del PSOE tras su victoria en las generales y el giro centrista en la estrategia del PP tras su descalabro histórico.

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