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Cinco candidatos y dos ganadores: la jugada de riesgo de los líderes en las urnas
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LOS DOS BLOQUES LLEGAN PAREJOS A LAS URNAS

Cinco candidatos y dos ganadores: la jugada de riesgo de los líderes en las urnas

Las elecciones del miedo llegan sin mayorías claras y pendientes de pactos tras estrategias arriesgadas en campaña que pueden volverse contra los perdedores

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Las elecciones del miedo amenazan con ser una variante de la cúpula del trueno, aquel 'ring' de Mad Max en el que entraban dos y salía uno. En este caso, es posible que entren cinco y solo salgan dos indemnes si se logra formar una mayoría y no hay que repetir elecciones: el que acabe de presidente más Abascal y mientras que a los restantes se les complica la vida interna en sus partidos. Los líderes han formado listas a su antojo, lo que deja grupos parlamentarios afines, pero ha habido estrategias de riesgo que pueden pasar factura si salen mal: la campaña del PP acercándose a Vox, la decisión de Albert Rivera de volar todos los puentes con el PSOE, la división interna en Podemos o la campaña plana de Pedro Sánchez que ha dado oxígeno a Pablo Iglesias.

[Elecciones generales 2019, en directo]

Pablo Casado es, probablemente, el que más tiene que ganar y que perder en las elecciones. El líder del PP, de 38 años, lleva menos de un año en el cargo y es la primera vez que se presenta. Tradicionalmente, el PP ha tenido paciencia con sus candidatos —Aznar y Rajoy ganaron a la tercera—, pero las perspectivas de Casado son de enfermería o puerta grande. Todas las encuestas pronostican al PP una dura bajada, pero eso no importará si logran sumar las tres derechas y los populares son los más votados de los tres. Casado aspira ahora a imitar a Juanma Moreno, al que tenía preparada una gestora en Andalucía la misma noche electoral (que suspendió cuando este se vio ganador gracias al apoyo de Ciudadanos y Vox).

Si el PP pasa de los 137 escaños actuales a más o menos la mitad y sin verse en el Gobierno, Casado y su equipo se pueden ver ante una situación muy complicada. Casado y su número dos, Teodoro García Egea, han ejercido un poder absoluto al confeccionar las listas electorales. No solo las generales, sino también las autonómicas, municipales y europeas. El día antes de presentar las listas muchos candidatos desconocían si iban a ir o no.

placeholder Pablo Casado y Teorodo García Egea. (EFE)
Pablo Casado y Teorodo García Egea. (EFE)

La marcha de Ángel Garrido, expresidente de la Comunidad de Madrid, a Ciudadanos, ha sido consecuencia de esa gestión que ha dejado numerosos heridos (curiosamente, Garrido no salió tan mal parado, con un buen puesto en la lista europea). Casado ha armado un grupo parlamentario a su medida, del que han salido perfiles de gestión como los sorayistas. Tras ver el poder de Casado y la laminación de los suyos, Soraya Sáenz de Santamaría encontró refugio en Cuatrecasas y otros históricos se han ido a la empresa privada. Si hay un mal resultado, la batalla puede explotar dentro de un mes cuando se puedan comparar resultados de municipales, autonómicas y locales con las generales y se vea si hay barones más fuertes.

Albert Rivera es el más veterano de los cinco candidatos. Lleva 13 años presidiendo Ciudadanos. Primero fue diputado en el Parlament y en 2015 dio el salto a Madrid. En esta campaña ha arriesgado desde el principio. Nada más anunciar Sánchez el adelanto electoral, descartó cualquier posibilidad de pacto con el PSOE, la coalición preferida por los empresarios y que ya ensayaron en 2015. Ha llevado una campaña a base de golpes de efecto: los fichajes de Soraya Rodríguez, Edmundo Bal, Marcos de Quinto y Ángel Garrido, por ejemplo, y su agresiva actuación en los debates con los que parece haber dejado atrás el burdo pucherazo en Castilla y León. El resultado ha dejado satisfecho al partido. "El votante de Ciudadanos era gaseoso y conforme se acercaban las urnas se desvanecía. Ahora parece de gelatina, han aguantado la campaña sin hundirse", explica un analista electoral.

placeholder Inés Arrimadas, Albert Rivera y Edmundo Bal. (EFE)
Inés Arrimadas, Albert Rivera y Edmundo Bal. (EFE)

Aun así, la campaña de Rivera supone un riesgo para él en cuanto se abran las urnas. Ha jugado a ser el líder de la derecha si el PP se descompone. Si le sale bien puede ser el líder de la oposición y ver el hundimiento del PP, pero si suman los tres partidos de la derecha y Ciudadanos no pasa al PP puede afrontar un gobierno con Vox. El escenario de pesadilla para Ciudadanos es que Vox les adelante y les pida el voto. Después de repetir en campaña que echar a Pedro Sánchez de la Moncloa es una "emergencia nacional" ha quemado muchos puentes con el bloque de izquierda, pero una cosa es aceptar los votos de Vox en un gobierno regional y otra dárselos en el nacional. Eso hay que explicarlo en Bruselas, donde Ciudadanos es de los principales partidos del grupo liberal. Al contrario que los otros líderes, Rivera tiene en el Congreso a su relevo natural, Inés Arrimadas.

Pablo Iglesias llegó a la campaña en lo que parecía el peor momento para Podemos. Nada más empezar su permiso de paternidad, Íñigo Errejón dejó el partido y surgieron escisiones por todo el territorio, acusaciones de dedazos en las primarias y purgas nada encubiertas, hasta Ramón Espinar dio un paso a un lado. Eligió a un candidato en Cataluña afín al independentismo, su amigo Jaume Asens, y su aspiración no era mejorar el resultado de 2016, sino entrar en el Gobierno.

placeholder La campaña y los debates han sentado bien a Iglesias. (Reuters)
La campaña y los debates han sentado bien a Iglesias. (Reuters)

La campaña y en especial los debates le han sentado bien. Todos los partidos y analistas asumen que está mejorando sus expectativas de voto y que puede llegar a ser tercera fuerza. Aun así, un mal resultado aceleraría los movimientos internos contra él. Adelantándose a ellos, Irene Montero, número dos del partido, avanzó en precampaña su convencimiento de que a Iglesias le sucederá una mujer, pero los críticos no creen que si Iglesias fracasa lo pueda reemplazar su pareja. Como en el caso del PP, muchos de los críticos no estarán en el Congreso en la próxima legislatura. Al fragmentarse el Parlamento, los partidos han ido relegando a las voces discordantes.

Pedro Sánchez llega sin que haya un solo sondeo que no dé al PSOE como primera fuerza. Que el PSOE gane unas elecciones ha sido habitual en España en el pasado, pero ahora es noticia. No ocurre desde que en 2008, con una participación del 73,8%, Zapatero revalidó su victoria ante Mariano Rajoy. En estos 11 años, el PSOE ha vivido un desplome continuado, elección tras elección, desde 169 escaños a la mitad de los 84 actuales, la amenaza real del 'sorpasso' de Podemos y ha llegado a verse cuarto en las encuestas. La duda para el PSOE es si logrará formar Gobierno y con quién.

placeholder Pedro Sánchez en un mitin. (EFE)
Pedro Sánchez en un mitin. (EFE)

Sánchez ha protagonizado una campaña electoral que recuerda a la de Susana Díaz en Andalucía, amarrategui, jugando a no pisar charcos, haciendo como si Cataluña no existiese y esperando que pasaran los días mientras crecía el miedo a Vox, al que sus votantes asocian a PP y Ciudadanos desde la foto de Colón. El plan parecía ir funcionando pero la Junta Electoral Central, en una de las decisiones clave de la campaña, tumbó el debate a cinco obligada por la ley electoral y comenzaron los problemas: aceptó dos debates seguidos en los que salieron beneficiados Rivera e Iglesias, justo los partidos con los que comparte frontera de voto. El presidente decidió no atacar a Unidas Podemos y el resultado es que, según todos los indicios, se ha fortalecido la última semana de campaña. Además, los últimos días viró el timón y dejó de situarse en el centro para posicionarse en el bloque de la izquierda: apuntó que no buscaría un pacto con Ciudadanos, elevó algo el tono contra el independentismo y se abrió a que Podemos entre en el Gobierno.

Sánchez confía en la movilización de la izquierda por el miedo a la irrupción de la extrema derecha de Vox -la participación es clave- y será previsiblemente el primer candidato a formar Gobierno. Sentado en Moncloa, podría incluso ir a una repetición electoral, si es necesario, como hizo Rajoy en 2015. Fuentes socialistas explican que quieren alejarse todo lo posible de los independentistas, que primero lograron una minicumbre bilateral —de la que Sánchez dijo que se arrepentía— para luego tumbarle los Presupuestos. Si su estrategia funciona en las urnas, Sánchez y su jefe de gabinete y estratega, Iván Redondo, irán a Ferraz entre laureles. Si no, los barones —muy callados en campaña— volverán a alzar la voz. Las escaramuzas internas quedaron pospuestas hasta las elecciones de mayo. Como en otros partidos, Sánchez tendrá un grupo absolutamente afín en el Congreso y la primera victoria electoral del PSOE en más de una década a sus espaldas.

placeholder Santiago Abascal. (Reuters)
Santiago Abascal. (Reuters)

Santiago Abascal es el único que sabe que el domingo por la noche descorchará el champán. Ya ha ganado. En 2016 sacó menos de 50.000 votos (el 0,23% del censo, menos incluso que en 2015) y esta vez ha marcado la campaña y escorado a los partidos de derecha. Tanto, que Pablo Casado ha girado el discurso del PP hacia sus posiciones y ha afirmado que el votante del PP no tiene ya razones para votar a Vox.

El único riesgo que afronta son sus propias expectativas. En campaña, Vox ha desacreditado a las encuestas, jaleando a sus seguidores con mensajes de que en realidad están muy por encima del 12% que le pronosticaba el CIS. En sus competidores hay quien se teme algo parecido, pero si finalmente los sondeos estaban en lo cierto pueden vivir una amarga victoria pese a tener una notable entrada en el Congreso. Un analista demoscópico explica que esto es un clásico de formaciones con pocas campañas a sus espaldas: "En 2016, Podemos obtuvo cuatro millones de votos, muchísimo, pero estaban con la cara hasta el suelo porque habían vendido un 'sorpasso' al PSOE".

Las elecciones del miedo amenazan con ser una variante de la cúpula del trueno, aquel 'ring' de Mad Max en el que entraban dos y salía uno. En este caso, es posible que entren cinco y solo salgan dos indemnes si se logra formar una mayoría y no hay que repetir elecciones: el que acabe de presidente más Abascal y mientras que a los restantes se les complica la vida interna en sus partidos. Los líderes han formado listas a su antojo, lo que deja grupos parlamentarios afines, pero ha habido estrategias de riesgo que pueden pasar factura si salen mal: la campaña del PP acercándose a Vox, la decisión de Albert Rivera de volar todos los puentes con el PSOE, la división interna en Podemos o la campaña plana de Pedro Sánchez que ha dado oxígeno a Pablo Iglesias.

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