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Participación en unas elecciones generales: ¿cómo se mide? ¿Cuándo se considera alta?
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Participación en unas elecciones generales: ¿cómo se mide? ¿Cuándo se considera alta?

Hasta la pasada década estaba relativamente claro que una alta participación suponía cierta ventaja para la izquierda; desde la irrupción del multipartidismo esta relación no es tan clara

Foto: Preparativos de las elecciones de mayo en Madrid (EFE)
Preparativos de las elecciones de mayo en Madrid (EFE)

Una de las muchas palabras que más se repite en periodo electoral es 'participación', algo que tiene sentido ya que es una de las métricas más importantes de unas elecciones generales. Históricamente y hasta la década pasada, la tasa de participación tenía mucha relación con el tipo de comicios que se llevaban a cabo: las elecciones en las que la tasa de participación fue más alta coincidía, hasta el año 2011, con aquellas en las que había un cambio de Gobierno. Sin embargo, desde entonces no se ha cumplido esa norma. Quizás está más clara la relación entre la alta participación y la victoria de la izquierda, aunque tampoco es una afirmación rotunda: tres de las cuatro elecciones generales con participación más alta tuvieron como resultado Gobiernos de izquierda.

La fórmula para medir la participación es muy sencilla: se divide el número de votos entre el número de votantes censados y se multiplica por 100. El porcentaje más alto de participación registrado en la historia democrática española tuvo lugar en 1982, el año que Felipe González arrebató el Gobierno a Adolfo Suárez. Ese año un 80% de los electores censados ejercieron su derecho al voto. ¿Fue esta una alta participación? Depende de con qué se compare. Durante la década de los noventa, la participación electoral en España se situaba en una media del 79%, colocándose en los primeros 30 puestos de más de un centenar de democracias del mundo, según un estudio elaborado en 2002 por la Fundación Alternativas. Participación alta, si se compara con otros países de Europa entonces, como Suiza (37,7%), Polonia (48,2%), Estonia (56,0%), Luxemburgo (60,5%) o Francia (60,6%). Participación baja, si la comparación se hace con otros países, como Uruguay (96,1%), Italia (90,2%) o República Checa (84,4%).

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Si la comparación se hace únicamente con los resultados en España la cosa varía: la media de participación de las últimas 13 elecciones es de un 72,6%; lo que implica que los tres últimos comicios, incluido el que propició el cambio de Gobierno de izquierda a derecha en 2011 (con la llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa), la tasa de implicación del electorado con los procesos electorales ha estado siempre por debajo del 70%: del 68,9% en 2011, al 69,8% en las últimas elecciones, las de 2016. Aquella máxima que decía que la alta participación beneficia a la izquierda parece haber comenzado a disiparse en las elecciones de 2015, cuando el bipartidismo se echaba a un lado para dejar espacio a un hemiciclo mucho más polarizado.

placeholder Resultados de las elecciones de 2015 vs. elecciones de 2011 (Ministerio del Interior)
Resultados de las elecciones de 2015 vs. elecciones de 2011 (Ministerio del Interior)

"Hasta entonces podía considerarse que una participación superior al 70% acabaría en victoria para la izquierda, cuando existía bipartidismo", asegura a El Confidencial el politólogo Álvaro M. Barea, consultor político en Atlantis Consultores. Aun así, señala, desde que el multipartidismo hizo su aparición en la escena política española, la participación más alta fue la de 2015, "cuando el bloque progresista obtuvo mejores resultados que en 2011 y en 2016". ¿Qué podría ocurrir con una alta participación? Es difícil afinar un resultado: una participación masiva (por encima del 78%) podría tener como resultado una alta polarización del voto, según un análisis de Electomania elaborado 'ex profeso' para los comicios del 28 de abril. Esta situación ya se vio en las elecciones del 21 de diciembre de 2017 en Cataluña, cuando se alcanzó un 'récord' histórico, más de un 81%, pero los comicios estuvieron caracterizados por una fuerte polarización del electorado.

A todo este contexto habría que añadir la irrupción de Vox y la migración de votantes del Partido Popular a Ciudadanos, entre otros aspectos: ya no es la izquierda la única que está dividida, sino que estamos hablando de 'derechas' y de 'izquierdas'. Ahora, con "una derecha 'hipermovilizada', el bloque progresista podría colocarse por debajo del conservador si no se alcanza una participación que ronde entre el 72% y el 75%, como la que se obtuvo en los comicios de 2004 y 2008", añade Barea. "Cualquier resultado con una participación por debajo de esta implicará que la izquierda tenga que necesitar a los partidos de los nacionalistas o que se corone como una victoria para la derecha", explica.

No importa tanto cuánto, sino dónde se vota

No obstante, otra perspectiva que hay que valorar a la hora de definir cómo puede influir la participación en las próximas elecciones generales es la de mirar dónde puede haber más abstención. "La participación electoral no es homogénea, y la abstención hace mucho más daño en unas circunscripciones que en otras", sostiene. "Si la participación baja en el bastión de un partido concreto son malas noticias para ese partido. Es lo que ocurrió en las últimas elecciones de Andalucía con el PSOE", recuerda. Una de las claves de los comicios andaluces del pasado mes de diciembre fue, precisamente, la baja participación: cuatro puntos por debajo de los comicios de 2015, el proceso electoral del año pasado registró un 58,65% de participación, el segundo peor dato de la comunidad autónoma en unas autonómicas, solo por detrás de los de 1990, cuando votaron menos del 55% de los andaluces. Estos resultados dieron el poder de la Junta andaluza a la derecha, con el 'popular' Juanma Moreno asumiendo el cargo de presidente andaluz gracias a los votos de PP, Ciudadanos y Vox.

Foto: Pedro Sánchez, con sus compañeros del PSE Odón Elorza (2d) y Ernesto Gasco, el pasado 19 de abril en San Sebastián. (EFE)
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Aun así, la participación clave. Sin arriesgarse a dar unos datos exactos, Barea sostiene que unas elecciones en las que menos del 66% de los electores participen darán, casi con total seguridad, una mayoría absoluta a las tres derechas. "Si la participación está entre el 67% o 68% y el 71%, aun con mayoría entre las derechas los nacionalistas podrían tener la llave de la gobernabilidad para el bloque progresista; y si son más del 71% los electores españoles que ejercen su voto podría alcanzarse una mayoría del bloque progresista".

Una de las muchas palabras que más se repite en periodo electoral es 'participación', algo que tiene sentido ya que es una de las métricas más importantes de unas elecciones generales. Históricamente y hasta la década pasada, la tasa de participación tenía mucha relación con el tipo de comicios que se llevaban a cabo: las elecciones en las que la tasa de participación fue más alta coincidía, hasta el año 2011, con aquellas en las que había un cambio de Gobierno. Sin embargo, desde entonces no se ha cumplido esa norma. Quizás está más clara la relación entre la alta participación y la victoria de la izquierda, aunque tampoco es una afirmación rotunda: tres de las cuatro elecciones generales con participación más alta tuvieron como resultado Gobiernos de izquierda.

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