1. El hombre de plata
Conocí a José Luis Ábalos una mañana de finales de mayo de 2018. O debería decir que conocí su voz. Caminaba yo con el alma en vilo escuchando las intervenciones de la moción de censura que emocionó a Spielberg y rompió España. Entonces habló y yo me pasé esos minutos dando la vuelta a la manzana de la residencia donde vive mi madre. ¿Pero quién es este hombre?, pensé.
Lo imaginé de repente apoyado en el atril, con el tumbao que tienen los guapos (también los chulos) al caminar. Con la libertad que te da hablar y saber que las consecuencias y el mundo te importan un bledo. Con esa soltura verbal del que tiene todo para perder y se libera del corsé y entonces, voilà. En el fondo creo que sigue sin creerse el resultado. Me refiero a Ábalos, porque ya sabemos que Sánchez le cogió el gusto enseguida al Falcon.
Su voz y su rostro llevan semanas sin dormir ocho horas y se nota
Me sonó castizo puro aunque luego supe que es valenciano. Me imaginé a uno de esos hombres de tasca que prefiero mil veces antes que un socio de auditora, aunque a nadie le amargue un bonus.
“Es un borde, un prepotente”, me dice una amiga que lo ha entrevistado y que acude de cuando en cuando a sus comparecencias. “Si Ábalos se quita el palillo en la boca, le entendería mejor”, ha dicho Toni Cantó, el hombre que quiere dignificar la política y el look de camiseta y americana, cuando todos sabemos que debió morir con Don Johnson en Miami vice.
En 2006 publicó un libro escrito a medias con José Carlos Illán Salcer con el sugerente título de La gestión y prestación de los servicios públicos en el marco de la descentralización.
Le ha tocado un ministerio ingrato, el de Fomento, con tanto presupuesto como clientes insatisfechos
Le ha tocado un ministerio ingrato, el de Fomento, con tanto presupuesto como clientes insatisfechos. Hizo una larga cambiada con el conflicto entre taxis y VTC, se pasó la legislatura cambiando poco de semblante.
Hoy es el secretario de Organización del PSOE y le ha tocado dar la (mala) cara con la que parece la gran metedura de pata de la campaña de su partido: los debates en televisión. Su voz y su rostro llevan semanas sin dormir ocho horas y se nota. Como se nota que era más fuerte en la sombra que con el foco siempre puesto. Con lo bien que se estaba siendo hombre de plata.