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La gran batalla PP/Ciudadanos: 2,5 millones de votos en juego
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La gran batalla PP/Ciudadanos: 2,5 millones de votos en juego

Se impone en Génova la tesis de ir a “degüello”, pero “sin ataques personales” y sin “dinamitar los puentes”

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)

Lo que inicialmente se contemplaba en el Partido Popular como una mera “aventura catalana”, sin demasiado futuro en el resto de España, se ha convertido en una auténtica pesadilla para la formación que durante tres décadas logró aglutinar bajo sus siglas a todo el centro derecha del país, lo que le permitió llegar al poder en 1996 hasta 2004, y luego reconquistarlo en 2011.

La irrupción de Ciudadanos quedándose con los votos que convivían en la anterior buchaca del PP ha venido a cuartear lo que desde el inicio mismo de la Transición se consideró como un “bien de Estado”, esto es, la unión de todo el centro derecha como una fórmula electoral imbatible en tiempos de tribulación, como se demostró en las ocasiones antes citadas.

Si en la izquierda el debate estriba en si el PSOE, como santo y seña histórioa en ese segmento político, se mantiene frente a la irrupción de la izquierda radical, en el centro derecho la lucha es aún más enconada. El gran asunto para los estrategas del Partido Popular es cómo encontrar la fórmula que devuelva al centro derecha el 'statu quo' que tuvo su origen en 1990, cuando el viejo partido fundado por Manuel Fraga se refundó en una apelación a todo lo que no era 'izquierda'. Sobre todo, porque se parte de la creencia de que una alianza con las huestes de Albert Rivera es la única salida para poder parar los pies a la agresividad política de una izquierda que parece tocar ya el poder del Estado.

Divergencia en la estrategia

Jorge Moragas, jefe de campaña del PP por decisión de su doble presidente, ha dedicado muchas horas a debatir cómo encontrar el 'tono' para conseguir que vuelvan al redil los 2,5 millones de votos que se fugaron hacia la formación naranja por mor de la corrupción y Cataluña. “Hay que apretar, pero sin dinamitar los puentes”, insisten en Génova 13. Pero en ese comité de campaña no hay unanimidad de posiciones. En general, la generación de dirigentes más veterana es partidaria de ir a “degüello”, pero “sin entrar en descalificaciones personales ni a Rivera ni a ningún otro dirigente…porque al final las relaciones personales tienen mucho que decir a la hora de sentarse en una mesa de negociación y también porque los votos 'fugados' pueden sentirse molestos si la agresión verbal se pasa de frenada…”, sostienen dos fuentes de mucho peso en el todavía partido del Gobierno.

“Muchos de los dirigentes de Ciudadanos han sido compañeros nuestros en el PP -Juan Carlos Girauta se presentó en tres ocasiones en las listas del PP en Cataluña y el número uno por Zamora, Gaspar Fuente, también, o la actual portavoz de C's en el Ayuntamiento de Barcelona, Carina Mejías, que lo fue del PP en el Parlament hasta que fue sacada de las listas por Alicia Sánchez Camacho- y tenemos que tener mucho cuidado en el trato personal…”.

De modo y manera que la estrategia consensuada en la alta dirección popular es “sacudir en las propuestas electorales y guante de seda en los ataques personales… porque el pacto será más que seguro…”. Ello no quiere decir tampoco que “se vayan a ir de rositas, porque es legítimo intentar sacar rédito electoral de sus abrazos con Pedro Sánchez…”. En este sentido, el propio Mariano Rajoy, la secretaria general, María Dolores de Cospedal, el portavoz parlamentario, Rafael Hernando, o el veterano vicesecretario general Javier Arenas subrayan estos días algo elemental para ellos: “Votar a Ciudadanos es votar al PSOE…”. También el vicesecretario general de Organización, Fernando Martinez Maillo, se apunta al reparto de 'estopa', si bien los otros vicesecretarios generales, Pablo Casado, Andrea Levy o Javier Maroto, mantienen un discurso apaciguador y comprensivo hacia Rivera y el resto de los dirigentes. Claramente en un reparto de papeles. Se trata de un complicado juego de equilibrios acorde con el no menos complicado mapa político surgido en los últimos tiempos.

Están en juego 2,5 millones de votos.

Consolidación de C's y refundación del PP

Más allá de los resultados del 26-J, lo que realmente preocupa a los estrategas populares es la posibilidad de que el partido de Rivera se “consolide”. En el último estudio del CIS, los ciudadanos dicen percibir como “derecha” al PP en un 8,9 sobre 10 y, curiosamente, a Ciudadanos en un siete. De ahí los intentos desesperados de los dirigentes naranjas por su invocación constante al centro, exhibiendo la propia figura de Adolfo Suárez, a la que también apela ahora Pedro Sánchez.

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Los dirigentes populares creen que la consolidación de Ciudadanos depende en buena parte de la capacidad de regeneración del PP y del éxito de la más que probable refundación que tendrá que llevarse a cabo ganen o pierdan las próximas elecciones, e independientemente de si continúan en el Gobierno o son desalojados del poder. Esto es algo que es compartido, desde el presidente nacional al último concejal del último pueblo de España.

Rajoy como problema

Parece claro que Rivera no traga a Mariano Rajoy, y viceversa. Si el catalán es capaz de imponer al PP su liquidación tras el 26-J, dependerá en gran parte de los resultados que arrojen ese día las urnas. Por ahora, todos los intentos de mover el braserillo en las alturas del Partido Popular han resultado baldíos.

En el PP insisten en que Rivera debe apoyar y comprometerse a ello a la lista más votada, como le recuerdan en sus discursos y proclamas iniciales. Y, luego, que cada formación decida internamente quién lidera los procesos. “Respetando la historia de cada cual… Ni hemos permitido ni vamos a permitir que desde fuera nos señalen quién nos manda…”, insisten otros medios populares.

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El lanzamiento hace unos días del nombre de Pablo Casado por parte de Albert Rivera ha sido interpretado como un intento más por “dividir al partido y a su dirección…”. El propio Casado, un dirigente claramente al alza entre sus propios compañeros, le respondió con toda claridad: “Yo soy el portavoz de Mariano Rajoy en el PP, he sido y soy totalmente leal a mi líder, del que he aprendido mucho y todavía me queda…”.

“Parece mentira que Albert militara en las Nuevas Generaciones del PP y no sepa a estas alturas que nuestros asuntos internos los resolvemos nosotros…”.

Granada

Salvo Rajoy, las relaciones del resto de la alta dirección popular con sus homólogos de Ciudadanos son cordiales, y recuerdan que tienen suscritos cuatro pactos para la gobernabilidad de comunidades. “Pero lo de Granada ha sido una puñalada y se lo vamos a recordar permanentemente…”.

Ven a Rivera “muy subidito” y creen que olvida algo: 7.300.000 votos frente a las 3,5 que obtuvo la formación emergente. “Al jefe de Ciudadanos no parece que le vaya mucho practicar la humildad que sí tiene nuestro líder", sostienen en Génova 13.

En este contexto, la preocupación de Ciudadanos son los 'restos'. En eso hay coincidencia total con el PP, sobre todo después del pacto alcanzado en torno a Unidos Podemos, que puede hacer variar los resultados hasta en 30 escaños, según los expertos en la materia.

No hay peor cuña que la de la misma madera.

Lo que inicialmente se contemplaba en el Partido Popular como una mera “aventura catalana”, sin demasiado futuro en el resto de España, se ha convertido en una auténtica pesadilla para la formación que durante tres décadas logró aglutinar bajo sus siglas a todo el centro derecha del país, lo que le permitió llegar al poder en 1996 hasta 2004, y luego reconquistarlo en 2011.

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