El PP entra el depresión pos27-S: a los diputados no les salen más de 130 escaños
Hasta en el 'aparato' del PP reconocen que la partida con el PSOE está en un 140-110 y que necesitan ampliar ventaja y llegar a los 150 como mínimo para no irse a la oposición
El fiasco del PP en las elecciones catalanas ha sumido a los populares en una fase depresiva que Mariano Rajoy intenta curar con su teoría de que el 'voto útil' les salvará en las elecciones generales de diciembre. Pero los diputados echan las cuentas en sus circunscripciones y a los pesimistas no les salen más de 130 escaños en total, 55 menos que los que tienen ahora. Hasta en 'el aparato', en la sede de Génova, reconocen que la partida con el PSOE está en un 140-110 y que necesitan ampliar la ventaja y llegar a los 150 como mínimo para no irse a la oposición.
Lo que tienen más claro en el Partido Popular es que Pedro Sánchez está dispuesto a pactar con cualquiera que le dé una mayoría de gobierno, sea el más votado o no. Y que, según salgan los resultados, lo intentará con Podemos y el resto de la extrema izquierda nacionalista, o bien con Ciudadanos. O con todos a la vez si puede. Ya lo hace en comunidades autónomas y ayuntamientos en toda España.
De ahí la consigna lanzada por Rajoy en el comité ejecutivo del PP después del 27-S: "Nuestro adversario es el PSOE, no Ciudadanos, no nos equivoquemos". La clave para ganar los comicios, dicen los populares, es buscar la polarización del voto que traerá la campaña porque los electores tendrán que elegir entre la continuidad del Gobierno con su oferta de estabilidad política y recuperación económica o 'el cambio' muy en genérico que plantea Sánchez, siempre condicionado a las ayudas que le presenten los partidos emergentes.
Quedar primeros, aumentar distancia con los segundos (socialistas) y confiar en que Ciudadanos no quede tercero (o que si lo hace sea también a costa de votantes del PSOE) son las bazas que le quedan al PP para obtener un resultado honroso y con margen de maniobra para formar gobierno, aunque sea en minoría. Como hace Cristina Cifuentes en Madrid, 'hipotecado' en algunas cuestiones pero al menos con autonomía en la gestión.
Los resultados de las elecciones catalanas han sido un mazazo para todos esos cálculos. En medios del PP ya no se atreven a citar el viejo objetivo de alcanzar un 35% de los votos en las generales que se habían fijado el pasado año. El CIS les daba un 28% este verano. En las autonómicas se han quedado en un 8,5% en Cataluña que por mucho que mejore en generales les puede costar alrededor de la mitad de sus 11 diputados en el Congreso por las cuatro circunscripciones. En 2011 llegaron al 20% de los votos en Barcelona y fueron terceros en Tarragona y Lérida.
El consuelo, en la piel del PSOE
El único consuelo que les queda a los populares es que a los socialistas les pasa casi igual: Ciudadanos les baja un puesto y eso es letal con el sistema proporcional corregido de la ley electoral. En diciembre el PP necesitará que la mayoría de 'sus' votantes que se han ido a Ciudadanos en las autonómicas (calculan que son unos 70.000) vuelva a confiar en Mariano Rajoy.
En Génova insisten en que "las catalanas no son extrapolables" y que Ciudadanos es un partido más regional que nacional porque, como demuestran los resultados de las autonómicas de mayo, en la mayor parte de las circunscripciones no obtendrá ningún diputado, que sólo en las provincias con 6 o más escaños puede aspirar a tener representación. Con los datos del 24-M en la mano, Ciudadanos no obtendría más de 12 diputados en el conjunto de las Comunidades donde hubo elecciones.
Pero el problema lo tiene el PP con la formación de Rivera justo en sus principales feudos (Madrid y la Comunidad Valenciana), donde Ciudadanos le resta votos directamente. Hay una resta menor o nula en Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura o Galicia.
Los diputados del Grupo Popular echan las cuentas en sus respectivas provincias y casi todas les salen a la baja. Sin sitio para los 'cuneros', con la lista de Madrid más complicada que nunca por los ministros que están y los que quieren estar, los populares ven que siguen estancados en los 130 escaños y les quedan menos de tres meses para recuperar terreno. Entre la precampaña y el tirón final definitivo calculan que tienen que subir un mínimo de 4 o 5 puntos para evitar la derrota segura.
Desde la dirección intentan insuflar ánimos a la espera de que el sondeo del CIS de octubre ponga las cosas en su sitio. La inestabilidad asegurada en Cataluña pondrá en el primer plano el papel del Gobierno del PP en la defensa de la unidad de España frente al desafío separatista y devolverá a Ciudadanos al patio de butacas. También les queda la baza de la aprobación final de los Presupuestos Generales del Estado (estabilidad económica) y el lanzamiento de un programa electoral "en positivo" y dirigido a los ciudadanos frente a las reformas constitucionales de los demás.
La apuesta del PP es presentase como "un partido fiable de Gobierno" en la esperanza de que, por muy antipático que resulte y se reconozca, pueda convencer más al electorado que la incertidumbre del cambio de Sánchez y sus inevitables socios. La polarización es su última esperanza.
El fiasco del PP en las elecciones catalanas ha sumido a los populares en una fase depresiva que Mariano Rajoy intenta curar con su teoría de que el 'voto útil' les salvará en las elecciones generales de diciembre. Pero los diputados echan las cuentas en sus circunscripciones y a los pesimistas no les salen más de 130 escaños en total, 55 menos que los que tienen ahora. Hasta en 'el aparato', en la sede de Génova, reconocen que la partida con el PSOE está en un 140-110 y que necesitan ampliar la ventaja y llegar a los 150 como mínimo para no irse a la oposición.