Matisse se crió entre los pigmentos y el trabajo artesanal de sus antepasados. No es de extrañar que hiciera de su vida un experimento de la pintura, y de su pintura un cuaderno de viaje. Chez Matisse. El legado de una nueva pintura es algo más que la recopilación de su producción artística. Es, más bien, un cuento sobre la modernidad, el color, la metamorfosis y los límites del arte.
Visualizar a Matisse como un todo es inconcebible sin comprender previamente el desarrollo de su arte a través del tiempo. Dividida en ocho secciones ordenadas cronológicamente y con un total de 95 obras, el recorrido comienza con referencias a su etapa inicial, marcada por su formación con el padre del simbolismo, Gustave Moreau. Tras la introducción de un autorretrato y un par de naturalezas muertas, se sirve el primer plato fuerte: Lujo, calma y voluptuosidad se alza entre las demás pinturas como testimonio del cambio, de la exploración de la plasticidad y la explosión emocional del color. El lienzo encarna la esencia del fauve y le hacen compañía obras de Sonia y Robert Delaunay, Derain y un Braque todavía alejado del cubismo.
La exposición continúa con uno de sus puntos álgidos, en los que el primitivismo toma el relevo y la emoción desborda las obras. La fascinación de Matisse por el arte oriental le lleva a abrazar lo decorativo y desafiar el cánon occidental. Se presentan algunas curiosas esculturas de desnudos y bustos inspirados por el arte africano, el famoso retrato de su hija Marguerite -cuyo rostro emula un icono bizantino, o quizás una expresión propia del románico medieval- o los imponentes desnudos de Lujo I. En esta etapa experimenta con el tratamiento del cuerpo, lo desmonta y lo reconstruye lejos de lo establecido.
Su obra conecta con la vanguardia rusa y alemana, ismos que comparten el interés por el arte primitivo y la expresividad en la gama cromática. Las sublimes bailarinas de Emil Nolde, la naturaleza muerta de Natalia Goncharova, los parajes desérticos de Max Pechstein o la eterna Yvette de Auguste Chabaud dialogan entre sí y complementan la obra de Matisse.









