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Matisse y muchas vanguardias en la nueva exposición del Caixaforum

Por Carlota Barreda

La nueva exposición del Caixaforum en Madrid explora a fondo la obra de Henri Matisse. Un homenaje al maestro del color y un paseo por las vanguardias en el que, por cierto, las mujeres se integran como factor fundamental y no como asterisco en la historia

Matisse se crió entre los pigmentos y el trabajo artesanal de sus antepasados. No es de extrañar que hiciera de su vida un experimento de la pintura, y de su pintura un cuaderno de viaje. Chez Matisse. El legado de una nueva pintura es algo más que la recopilación de su producción artística. Es, más bien, un cuento sobre la modernidad, el color, la metamorfosis y los límites del arte.

Visualizar a Matisse como un todo es inconcebible sin comprender previamente el desarrollo de su arte a través del tiempo. Dividida en ocho secciones ordenadas cronológicamente y con un total de 95 obras, el recorrido comienza con referencias a su etapa inicial, marcada por su formación con el padre del simbolismo, Gustave Moreau. Tras la introducción de un autorretrato y un par de naturalezas muertas, se sirve el primer plato fuerte: Lujo, calma y voluptuosidad se alza entre las demás pinturas como testimonio del cambio, de la exploración de la plasticidad y la explosión emocional del color. El lienzo encarna la esencia del fauve y le hacen compañía obras de Sonia y Robert Delaunay, Derain y un Braque todavía alejado del cubismo.

La exposición continúa con uno de sus puntos álgidos, en los que el primitivismo toma el relevo y la emoción desborda las obras. La fascinación de Matisse por el arte oriental le lleva a abrazar lo decorativo y desafiar el cánon occidental. Se presentan algunas curiosas esculturas de desnudos y bustos inspirados por el arte africano, el famoso retrato de su hija Marguerite -cuyo rostro emula un icono bizantino, o quizás una expresión propia del románico medieval- o los imponentes desnudos de Lujo I. En esta etapa experimenta con el tratamiento del cuerpo, lo desmonta y lo reconstruye lejos de lo establecido.

Su obra conecta con la vanguardia rusa y alemana, ismos que comparten el interés por el arte primitivo y la expresividad en la gama cromática. Las sublimes bailarinas de Emil Nolde, la naturaleza muerta de Natalia Goncharova, los parajes desérticos de Max Pechstein o la eterna Yvette de Auguste Chabaud dialogan entre sí y complementan la obra de Matisse.

Luxe, calme et volupté, Otoño-invierno de 1904, Henri Matisse.© Succession H. Matisse/ VEGAP/ 2025. Fotografía: © Centre Pompidou, MNAM-CCI/Service de la documentation photographique du MNAM/Dist. GrandPalaisRmn
Marguerite au chat noir, 1910, Henri Matisse
Jeannette IV, 1911-1930, Henri Matisse

De manera abrupta, su carrera artística choca con su circunstancia, y la muestra da un giro dramático al abarcar su producción entre 1914 y 1917. El estallido de la Gran Guerra oscurece su paleta, le lleva a las escenas melancólicas de interior, a los retratos sombríos y fantasmagóricos, al dilema entre la figura y el espacio y el juego con la abstracción.

El traslado de Matisse a Niza en 1917 abarca su siguiente etapa, con otro giro temático y estilístico -y quizás una vuelta al clasicismo- en el que sus modelos parecen hablar por sí mismas y la calidez, el intimismo y la suavidad desbordan las pinturas que también evocan sus viajes a España y al Magreb.

Sin bajar el ritmo, la muestra se adentra en la simplificación de su obra, la inquietud y el bloqueo creativo, así como plantea un interesante diálogo compartido con Françoise Gillot, Picasso y Pierre Bonard -sin duda su pareja de desnudos merece una mención especial- basado en la experimentación con la forma y el color y en el tratamiento de los mismos desde diferentes perspectivas.

Intérieur, bocal de poissons rouges, Primavera de 1914, Henri Matisse. © Succession H. Matisse/ VEGAP/ 2025. Fotografía: © Centre Pompidou, MNAM-CCI/Philippe Migeat/Dist. GrandPalaisRmn
Peinture aux formes indéfinies, Mayo de 1966, Daniel Buren. © DB, VEGAP, Barcelona, 2025. Fotografía: © Centre Pompidou, MNAM-CCI/Audrey Laurans/Dist. GrandPalaisRmn
Métamorphose du violon, 1920-1952, Le Corbusier (Charles-Édouard Jeanneret). © F.L.C. / VEGAP, Barcelona, 2025. Fotografía: © Centre Pompidou, MNAM-CCI/Adam Rzepka/Dist. GrandPalaisRmn
Le Rêve, Mayo de 1935, Henri Matisse. © Succession H. Matisse/ VEGAP/ 2025. Fotografía: © Centre Pompidou, MNAM-CCI/Bertrand Prévost/Dist. GrandPalaisRmn
Nature morte au homard, 1909-1910, Natalia Goncharova. © Natalia Goncharova, VEGAP, Barcelona, 2025. Fotografía: © Centre Pompidou, MNAM-CCI/Hélène Mauri/Dist. GrandPalaisRmn
Paysage au disque, 1906, Robert Delaunay. © Centre Pompidou, MNAM-CCI/Georges Meguerditchian/Dist. GrandPalaisRmn

Las últimas salas están dedicadas al maestro en la enfermedad y la ancianidad entre 1939 y 1960, al Matisse que desea “recomenzar en la pintura” a través los gouaches recortados, las portadas de revista, los interiores teñidos de rojo, el protagonismo de las magnolias y la pureza y el absolutismo del color. Las flores y los gouaches conectan con la obra armoniosa de la autodidacta argelina Baya Mahieddine, pero también con la Metamorfosis del violín de Le Corbusier, el lienzo chillón de Hans Hofmann o las monumentales geometrías de Newman.

El final explora el legado posterior a la muerte del artista a través de lonas gigantes, homenajes en vinilo, reinterpretaciones de su pintura y archivos digitales. La sensación al abandonar la exposición no es de vacío, sino que, muy por el contrario, la grandeza indiscutible de Matisse se adhiere a los ojos, las paredes y el espíritu.

La exposición podrá visitarse en el Caixaforum de Madrid hasta el 22 de febrero antes de trasladarse a Barcelona del 26 de marzo al 16 de agosto de 2026.

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