Queer y desnudos: lo que se esconde tras las fotos de la Premio Nacional de Fotografía, Carmela García
Por Sofía Guardiola
Ofelia III, serie Ofelias, Carmela García, 2001
La artista canaria, que acaba de recibir el Premio Nacional de Fotografía, es conocida por dar visibilidad a las personas queer y las mujeres, reflexionando sobre su realidad e identidad; así como por poner cara a realidades que la historia ha opacado
Un problema que han tenido históricamente las personas queer ha sido la carencia de modelos a seguir, de individuos en los que proyectarse y con los que realmente sentirse identificados. Esto se debe, en primer lugar, a que las personas que ocupaban puestos de poder o, en general, públicos, han ocultado durante siglos, de forma habitual, su orientación sexual si esta se apartaba de la norma. En segundo lugar, el problema ha radicado en que la ficción estaba poblada casi en su totalidad por personajes heterosexuales, al menos en el papel del bueno, el héroe o el protagonista.
No existían, por ejemplo, superhéroes ni vaqueros abiertamente homosexuales, y de hecho durante años ni siquiera había un solo personaje con esta orientación, por lo que a menudo estas personas se identificaban con los papeles más ambiguos, quizá con aquellas personas de las que se podía sospechar que se apartaban de lo habitual, aunque no hubiera nada explícito en las películas que lo dejase claro.
Posteriormente, cuando comenzaron a introducirse personajes LGTB en libros y películas, estas solían girar casi exclusivamente en torno a su orientación sexual o identidad de género. No aparecían, por ejemplo, como policías o mafiosos en películas de cine negro, ni como pareja protagonista en una comedia romántica, sino que las historias trataban siempre de los problemas que tenían que enfrentar por salirse de la norma y, además, solían tener finales trágicos –tropo literario que en las teorías queer se ha denominado Bury your gays, literalmente traducido como Entierra a tus gays–, por lo que la moraleja era evidente: no te salgas de lo habitual si no quieres sufrir toda tu vida y acabar mal.
De igual modo, las mujeres durante mucho tiempo no contaron con modelos de ficción que mostraran, por ejemplo, que no casarse era una opción, que ellas podían ocupar puestos de poder y responsabilidad o que no ser madre era una elección válida.
Sin embargo, hoy cada vez están más presentes en el cine y la literatura más mainstream y, cómo no, también en las artes plásticas. Un claro ejemplo de ello es el trabajo de la fotógrafa española Carmela García, que acaba de obtener el Premio Nacional de Fotografía, precisamente, por su representación de la realidad queer y de las mujeres desde un punto de vista bello y natural al mismo tiempo, mostrando sin artificios vidas y cuerpos que antes hubiesen permanecido ocultos –o, al menos, así lo habría deseado el stablishment–.
Los artistas y la obra de arte total
Sobre esto, la propia artista afirma que: “La perspectiva de género y queer es una vía de reivindicación a través de la cual proyecto la posibilidad de un futuro más justo y habitable. Desde esta óptica, revalúo la construcción de la historia y vuelvo a narrar los relatos que han forjado nuestro imaginario hegemónico, cuestionándolo”.
Todo esto se materializa, por ejemplo, en su serie Planeta Ella, compuesta mayoritariamente por fotografías, pero también por otros formatos, como las instalaciones. En este trabajo, García muestra a modelos desnudas en espacios naturales, escenarios de gran importancia en su trabajo, pues remiten al origen y al fluir de una mayor libertad.
En estas imágenes los cuerpos se muestran con total naturalidad, sin poses forzadas, pero tampoco necesariamente estáticos. Parece que simplemente estaban disfrutando del paisaje y de los elementos cuando han sido capturadas por la artista, fundiéndose con el paisaje de algún modo. Además, en estas imágenes aparecen cuerpos diversos, con lo que la autora ofrece nuevamente imágenes poderosas en las que reflejarse a personas no normativas según el canon.
De este modo, al desnudar a sus modelos, Carmela García pone también en juego otro de los elementos principales de su obra: la diferencia entre el espacio privado y el público, buscando desestabilizar los conceptos y reapropiarse de ellos, “devolviéndoles los espacios a los cuerpos que los habitan”.
Imagen de la serie Todas las almas, Carmela García
Imagen de la serie Todas las almas, Carmela García
Chica en el baño, serie Chicas, deseos y ficción, Carmela García, 2000
Lago de Sanabria, serie Paraíso, Carmela García, 2002
Amarilla, serie Chicas, deseos y ficción Carmela García, 2000
Imagen de la serie Todas las almas, Carmela García
García no solo trabaja con su propia producción fotográfica, sino con imágenes de archivo que muestran retratos de mujeres anónimas o con anuncios que muestran a modelos femeninas, en las que interviene para construir ficciones. Es el ejemplo de su trabajo Chicas con bigote, en el que ha pintado una barba, por ejemplo, al rostro de Gigi Hadid, interviniendo una de las imágenes de campaña de su última colaboración Miu Miu.
También en la línea de la ficción, García ha realizado series como Paraíso, donde representa un mundo utópico solo de mujeres o Casting, donde toma a actrices de Hollywood e imagina que interpretan a algunas de las escritoras, poetas y fotógrafas más relevantes del siglo pasado. Así, por ejemplo, imagina a Glenn Close como Sylvia Beach, a Penélope Cruz como Mercedes Acosta o a Nicole Kidman como Berenice Abbott, reflexionando sobre la identidad y su artificio.
Por último, es muy relevante, dentro de su producción, la labor de recuperar a mujeres que han sido invisibilizadas por la historia, como es el caso del círculo sáfico de Madrid, que quedó borrado por la dictadura franquista, y que tuvo un papel importante en su exposición Autoras de utopías, celebrada en el Canal de Isabel II en el año 2021.
Carmela García ha construido durante toda su vida un cuerpo de trabajo en el que las personas que habitualmente no han tenido espejos en los que reflejarse pueden no solo verse, sino también inventarse, crearse, construir historias o incluso contar las que durante siglos han permanecido silenciadas.