Una foto, un portal inmobiliario y un cuadro robado: historia de una metedura de pata
Por Sol G. Moreno
Salones amplios, sillones de terciopelo… y un cuadro que ha hecho saltar todas las alarmas. Un inofensivo anuncio en un portal inmobiliario de una casa de Patricia Kadgien, hija de un miembro fugitivo de las SS, ha descubierto una obra de arte expoliada en la SGM por los nazis y durante años buscada
Esta es una historia digna de novela. O de un chiste, según se mire. Porque cuenta el relato de una fotografía que apareció publicada de forma casual en un portal inmobiliario de Argentina y que ha acabado destapando un caso de expolio que casi termina con la vendedora de la casa entre rejas (veremos en qué acaba su descuido). Nazis fugitivos, herederos que no ocultan su apellido, investigadores que les siguen la pista, cuadros que un día están en el salón y al otro han desaparecido como por arte de magia, policía, registros, contrabando de bienes… ¡No le falta de nada!
Todo empezó hace una semana, cuando el portal inmobiliario argentino Robles Casas & Campos publicó una nueva entrada en su página web: un chalet de 209 m2 ubicado en el Mar de Plata que se ofrecía por 65.000 dólares. Entre las imágenes se veía, como suele ser habitual, las diferentes estancias de la casa, perfectamente amueblada y decorada. Lo habitual en estos casos. Lo que ocurre es que la dueña no era una persona cualquiera, sino la hija de Friedrich Kadgien, miembro de las SS nazi durante el Tercer Reich. Tampoco el chalet en venta era una propiedad cualquiera, sino la guarida familiar a la que huyó la mano derecha de Göring, tras cometer todo tipo de crímenes en Europa.
Con lo que no contaba Kadgien es con las decenas de curiosos que día a día se meten en estos portales inmobiliarios para cotillear. Unos acuden por el puro placer de ver casas, otros por las decoraciones que tienen y los hay incluso que se meten a husmear en busca de pistas de casos que están investigando, como Arthur Brand –el Indiana Jones del arte– o los periodistas del diario holandés Algemeen Dagblad (AD), que no daban crédito con las imágenes que tenían delante. ¡Había un cuadro buscado en Holanda desde hace 80 años! De modo que esas fotografías de la casa en venta que en cualquier otra ocasión hubiesen pasado inadvertidas, encendieron la mecha de una historia apasionante que todavía sigue sumando capítulos (porque el último todavía no se ha escrito).
Y todo porque el cuadro feo y polvoriento que colgaba del salón no era otro que el Retrato de la condesa Colleoni, pintado por Giuseppe Ghislandi (Fra Galgario) en 1710. Aquella inocente imagen destapó entonces la ubicación de una casa que tanto los busca-tesoros como los medios holandeses llevaban décadas buscando: la de Friedrich Kadgien, un alto funcionario nazi que hizo y deshizo a su antojo durante los años del Tercer Reich. Estrecho colaborador de Göring, participó en la política económica-financiera de Hitler hasta que, en 1945, tuvo que huir a Suiza y Argentina. No lo hizo solo, viajó con toda su fortuna –amasada a costa de expoliar a los judíos– y su apellido, que inexplicablemente no cambió al llegar a Latinoamérica.
Ese descaro permitió a los investigadores seguir la pista a la familia y al retrato hasta Argentina. Aunque no fue hasta la semana pasada cuando se supo la ubicación exacta de la casa. ¿Lo mejor de este capítulo? Que cuando los medios holandeses se hicieron eco de la noticia y las autoridades argentinas fueron a actuar, la hija de Kadgien ya había escondido el cuadro (como si la imagen no hubiese dado la vuelta al mundo). El caso es que cuando la policía registró el chalet ya era demasiado tarde: el retrato de la condesa había volado.
Un cuadro en busca y captura
Entonces la justicia argentina prometió que el cuadro “aparecería en unos días” y, aunque todo parecía presagiar lo peor (la obra se había perdido de nuevo), así ha sido. Porque menos de una semana después han anunciado en rueda de prensa que el lienzo de Fra Galgario ha sido recuperado. Nuevas imágenes, esta vez con el lienzo junto a la bandera Argentina y los fiscales locales, demostraban que ya descansa en dependencias oficiales del país. De paso han dejado a la pobre incauta que pensó que podría difundir cuadros de la casa de un fugitivo nazi con total impunidad en arresto domiciliario. Desde luego, la broma le ha salido cara a Patricia Kadgien, porque a cuenta de la dichosa foto, las autoridades han incautado 25 dibujos y bocetos de su casa y de la de su hermana Alicia, que también podrían haber sido robadas durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo se precipitó todo en los últimos días? ¿Y por qué ha tardado tan poco en reaparecer la valiosa obra que de la noche a la mañana se esfumó de la casa familiar? Tanto Patricia como su marido fueron arrestados el pasado lunes y, aunque en un principio no se mostraron colaborativos, los cargos de obstrucción a la justifica y posible encubrimiento de contrabando les hicieron claudicar. Finalmente entregaron el cuadro, ahora en dependencias judiciales.
Retrato de la condesa Colleoni era un viejo conocido entre los círculos de arte expoliado, pues figuraba en la lista de arte desaparecido. De hecho, se conservaba una imagen en blanco y negro del mismo que demostraba su procedencia original. Era una de las pinturas que pertenecieron al coleccionista holandés y marchante judío Jacques Goudstikker, que tuvo que malvender casi un millar de piezas para huir con su mujer (no lo conseguiría, porque murió en un accidente camino de Inglaterra). Todos aquellos tesoros acabaron en manos del gobierno alemán en 1940 y no sería hasta cuatro años después, en 1944, cuando Friedrich Kadgien lo adquirió.
Acabada la guerra, parte de aquellas obras fueron recuperadas por las fuerzas Aliadas y devueltas al gobierno holandés. Los herederos de Goudstikker han conseguido recuperar cerca de 200 de aquel millar de piezas del marchante judío; muchas de las cuales, por cierto, han terminado en el mercado. Seguramente ahora reclamen la propiedad de este retrato de Fra Galgario que, tras décadas de búsqueda, han encontrado en un portal inmobiliario. Y todo gracias a una torpeza.