Los artistas emergentes más destacados (XII): las historias pasadas y objetos usados de Esther Merinero
Por Sofía Guardiola
La artista crea arte con la memoria como materia prima. Piezas de resina epoxi, charcos de lluvia llenos de recuerdos, unas sábanas o un somier de los años 50… Conceptos que se convierten en armas poderosas
Como quien se va a otro lugar y trae consigo al volver fotografías, postales o souvenirs, la artista madrileña Esther Merinero se trajo los charcos de Londres cuando regresó a Madrid tras haber cursado allí sus estudios. Concretamente escogió esos en los que el agua de lluvia se mezcla con aceite de motor derramado en la carretera, y se crean juegos de colores iridiscentes. Estas imágenes, que siempre captaban la atención de la artista en sus paseos por la ciudad, la llevaron a reflexionar sobre las estructuras invisibles, lo que hay debajo de las superficies, y después a crear las obras por las que más se la conoce: piezas de resina epoxi en las que consigue reproducir la calidad acuosa de los charcos, pero inundados de color. Después, los charcos iridiscentes se convirtieron también en portada de su primer libro de artista, Catch a Rainbow while you can.
Estas piezas, sin embargo, que conviven en su cuerpo de trabajo con otras disciplinas como la instalación o el videoarte han ido evolucionando a medida que la artista lo hacía: al principio los concebía casi como portales, los recubría de un borde de aluminio que trabajaba a mano por capas y los entendía como obras de arte verticales que se colgaban en la pared. En mayo de este año, no obstante, expuso algunas de estas obras en la muestra celebrada en Madrid por la Fundación Sandretto, La Sagrada Familia Is Still Under Construction, y ya se apreciaban cambios: por primera vez los charcos no pendían de los muros, sino que habían recuperado su estado natural, la horizontalidad. Además, habían escapado de su borde de aluminio, y parecían ahora más etéreos, más volátiles, como lo es el agua de lluvia que se acumula en el pavimento y se evapora pronto cuando sale el sol. En palabras de la propia artista, su obra se ha ido depurando: “He ido quitando capas de información para acercarme más al núcleo, a lo que soy yo”.
Sobre estos cambios en su obra, la artista reconoce que le ilusiona ver su propia evolución, pero que también le asusta. Teme que los cambios no se entiendan, le preocupa que los demás esperen de ella lo mismo que ha estado haciendo hasta ahora. “Antes podía escudarme y decir 'este es mi estilo', pero eso es algo que cada vez puedo hacer menos, pero cuando algo te da miedo es porque realmente te importa.” A la vez, se reconoce incapaz de reproducir lo mismo una y otra vez. Su trabajo es fruto del cambio, de la evolución, del paso del tiempo y también del autodescubrimiento puesto que su obra está íntimamente ligada a ella y a su entorno. También en este sentido afirma que ahora se expone más, se muestra más en su trabajo. “Mi obra estaba codificada, la información estaba ahí, pero cubierta por capas y capas, y no te podías concentrar en cada elemento. Ahora me expongo más, y creo que es importante, que te da poder ser vulnerable, tener una voz y expresar lo que piensas”.
La memoria como materia prima
Toda esa carga sentimental, emotiva, no solo se aprecia en el concepto de su obra, sino que va mucho más allá y se refleja en los materiales. En muchas ocasiones, Merinero incluye en sus obras objetos del día a día, aparentemente cotidianos, cuyo origen es variado, pero a menudo cargado de recuerdos, ya sean propios o ajenos pues, tal y como ella afirma, “el capital material es el capital afectivo”. Un ejemplo de estos objetos a los que su obra da una segunda vida son las sábanas de su abuela, que ha utilizado en varias obras, o los somieres de camas de los años 50, y a los que llegó inspirada por otro objeto igual de rutinario, las alcantarillas. “Me interesaba su forma, y quería fabricar algo que se le pareciera para mi trabajo, pero de repente me di cuenta de que ya existía un objeto con la misma forma que las alcantarillas, los somieres de las camas, así que pensé en utilizarlos en vez de fabricar unas piezas nuevas con la misma forma”.
Los que emplea para sus piezas los compra en Wallapop, lo cual añade una pátina más a su obra: la del objeto que ha tenido vida y, por tanto, historia. La carga de la memoria, el rastro que los años de uso han dejado sobre él y las narrativas que inventa sobre el mueble y el pasado que ha podido tener.
En otros casos utiliza material propio para sus obras. Es el caso de una pieza que expuso el año pasado, en la que se encontraba una colección de cartas suyas, con las que, por un lado, se expuso ante el mundo, y por otro reformuló el significado de pertenencia: aquellos manuscritos ya no eran, al fin y al cabo, solo suyos, sino de todos los que podían contemplar la obra y ver aquellas hojas que se concibieron en inicio como algo privado.
Contra la palabra
Esta última pieza entronca con otro de los pilares de la obra de Merinero: la palabra, con la que su obra se relaciona de forma compleja, sosteniendo la tensión entre el amor y el rechazo. A pesar de que en muchos casos la escritura no está presente formalmente en sus esculturas, siempre hay textos detrás, un refuerzo por escrito de su trabajo, fruto del valor que la artista le da también al lenguaje en su vida diaria. “A veces me paso tres horas hablando con mis amigas y pienso en la suerte que tenemos, en el privilegio de poder hacerlo”.
Sin embargo, por otro lado, quiere confiar en que hay otros lenguajes, otras formas de decir las cosas, que llegan incluso más allá que la lengua. Reconoce que en ocasiones se ha preguntado, por ejemplo, “¿por qué voy a hacer una obra de arte sobre algo que puedo explicar en 10 frases?”, y que cree que la palabra, la forma de comunicación por antonomasia, suele situarse en una posición de superioridad o de fiabilidad mayor frente a otros lenguajes, como el corporal o el de la intuición, que ella quiere explorar en profundidad en su obra, integrando la palabra como un elemento más, y no como un factor dominante: “Me gusta que exista otro lenguaje posible para contar las cosas en las que creo” afirma la artista, haciéndonos creer con su trabajo que Wittgenstein se equivocaba cuando afirmó que “de lo que no se puede hablar, es mejor callarse”, e incluso que “los límites del lenguaje son los límites del mundo”.
Todas estas tensiones, esta necesidad de encontrar nuevos lenguajes sin abandonar por ello la palabra, cristalizan en sus nuevas piezas, algunas de las cuales podrán verse en Outstretched, su muestra individual en EXs Projects, L'Hospitalet de Llobregat, que acaba de inaugurar. Unas de las obras fundamentales de la exposición son unos maleteros de avión, que se sitúan encima de los asientos y se utilizan para maletas de cabina. Son de distintos tipos, comprados a una empresa que ofrece las piezas de aviones que ya están fuera de uso, de nuevo materiales reciclados con años de uso e historia a sus espaldas. Estos, a su vez, están forrados por dentro con trocitos de papel escritos por ella y fragmentados. Con todo ello, además de las reflexiones sobre el lenguaje y el recuerdo, invita a pensar sobre el viaje, concepto con el que ha estado muy familiarizada durante años, cuando abandonó Madrid para estudiar en Londres, y aprendió a convivir con las ausencias y las presencias latentes de las personas a las que dejaba en una ciudad cuando se marchaba a otra.
you want to be everywhere [clear vision], 2024. Resina epoxi, papel, bombillas, cableado, abrazaderas de acero y madera de pino. Foto: Pablo Curto
you want to be everywhere [clear vision], 2024. Resina epoxi, papel, bombillas, cableado, abrazaderas de acero y madera de pino . Foto: Pablo Curto
Keep Awake (3), 2023. Aluminio moldeado a mano, resina epoxi translux, pigmentos y aceite. Foto: Rebeca Sayago
Vista Exposición La 1:11 y se te escapa en Can Felipa Arts Visuals. Foto: Marc Llibre
Vista Exposición La 1:11 y se te escapa en Can Felipa Arts Visuals. Foto: Marc Llibre
Vista Exposición La 1:11 y se te escapa en Can Felipa Arts Visuals. Foto: Marc Llibre
Heated Speech [cherriest series so far], 2024. Aluminio, resina epoxi, pigmentos y aceite.
WIP, 1:11AM, 2024
Tanto en esta muestra como en la que protagonizará en octubre en Des Baines, Londres, la lejanía con sus obras anteriores parece saltar a la vista. Sin embargo, como resulta inevitable, sobre todo, en un cuerpo de trabajo tan personal y emocional, los paralelismos entre lo que fue y lo que vendrá acaban saliendo siempre a flote.
“Un día, mientras estaba en la ducha y pensaba en la obra que estoy haciendo ahora y en lo distinta que es de la anterior, reflexionaba sobre los maleteros de aviones, y me di cuenta entonces de que hacía años había hecho un trabajo con conceptos similares, aunque en lugar de sobre aviones trataba sobre pájaros. Eso me alivió, en cierto modo, ver esos hilos que articulan mi trabajo aunque a veces se me olvide”, me confesó Merinero que, fiel a su obra y a lo que había defendido cuando comenzamos nuestra conversación, fue revelándome capas sucesivas de su trabajo y su faceta de creadora, ahondando cada vez más, retirando capas y haciendo gala de la máxima de que la vulnerabilidad es útil y poderosa.