Exposiciones

Solana y Velarde, la historia de una antigua amistad y una colección inédita que voló de Chile a España

Por María de la Peña Fernández-Nespral

A lo largo de la historia, es conocida la fructífera amistad entre pintores y coleccionistas. Esta es una de ellas, la que nos trae la Galería Leandro Navarro. La ocurrida entre José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886- 1945) y el prestigioso crítico de arte chileno Alfredo Velarde (Valparaíso, 1898 - Viña del Mar, 1983)

No podía haber sido otro que Iñigo Navarro el que volviera a sacar a la luz la importante colección que Velarde había creado de Solana y que había permanecido en Chile desde 1939. La motivación para tal engorrosa encomienda -o calvario por culpa del viaje, aduanas y permisos-, la de traer de las lejanas tierras chilenas la colección, es la de rendir un homenaje a su padre, Leandro Navarro, fundador de la galería que lleva su nombre, fallecido justo hace un año. Fue uno de los grandes coleccionistas y promotores de la obra de Gutiérrez Solana. Un solanista apasionado, creador junto a su mujer Conchita Valero de la que es hoy la colección más importante de su obra en papel. Acuarelas, pasteles, carboncillos que empezó coleccionando Juan Valero, abuelo de Iñigo Navarro, y que llegaría a tener hasta 60 obras del artista.

Con esta exposición, la galería recupera un cuerpo de obra fundamental de Solana que no se había visto en nuestro país desde casi un siglo. Cinco óleos sobre lienzo y cuatro obras sobre papel (fechadas entre c. 1907 y c. 1937) además del extraordinario archivo con cartas autógrafas de Solana a Velarde escritas a lo largo de 10 años de amistad, así como catálogos y crónicas sobre exposiciones del pintor durante los años 20 y 30.

Se trata de todo el material solanesco que Alfredo Velarde había ido formando durante su estancia en España entre 1920 y 1937. Un rescate de gran relevancia histórico-artística pues Velarde conservaba algunas de las mejores piezas de Solana como Retrato de anciana de 1907-1908, La Dolorosa, de 1921, que mide dos metros o Máscaras en Segovia, un carnaval inédito apenas conocido.

Fotografía de José Gutiérrez Solana que incluye una dedicatoria a Alfredo Velarde. 
Cortesía de la familia Valverde
Retrato de Alfredo Velarde. 
Archivo Velarde

Son obras, además, apenas difundidas, incluso en Chile pues únicamente se tenía conocimiento de ellas por pequeñas fotografías en blanco y negro. Además de tener el privilegio de contemplarlas por primera vez en España desde el exilio de Velarde en Chile, la documentación que aporta la exposición nos permite conocer mejor al artista, con descripciones muy íntimas de la mirada del reputado crítico de arte hacia Solana. En Velarde nació una verdadera amistad con el pintor, “de un profundo respeto” y gracias a algún breve extracto que se ha recuperado de la biografía que escribió de Solana, podemos conocer más datos sobre él y su forma de comportarse en el mundo artístico. ‘Se están incluso cambiando dataciones gracias a la recuperación del archivo’, apostilla Iñigo Navarro.

“Es lo que se llama un pintor que no está a la moda, y por eso Solana, que no es pintor a la moda, será un pintor que nunca pase de moda”, así describe Alfredo Velarde a su amigo y admirado pintor José Gutiérrez Solana. Sus palabras resuenan hoy más actuales que nunca. Ciertamente Solana, por su fuerte personalidad artística, tan inclasificable, sigue emocionando y removiendo nuestra sensibilidad. La pluma de Velarde es tan auténtica como la obra de su amigo, una obra que califica sin titubeos. “A los timoratos no puede gustar”, proseguía en su definición del artista. Su pintura negra, que triunfa en toda su gama, podría ser el reflejo no solo de la España negra de principios del siglo XX que tan bien retrató, sino de la de las guerras y penurias de nuestra era.

Solana encontró su camino pintando a personajes marginales, poco agraciados, vestidos con harapos, hambrientos y cuya única alegría era producto del alcohol. Hasta cuando pintaba sus famosos cuadros de carnavales con una paleta más viva, como el que podemos ver en la muestra, Máscaras en Segovia, de 1927, en el que retrata los rostros curtidos escondidos por falsas máscaras de júbilo, se desprende la tristeza y la omnipresente muerte. Le interesaba el lado pesimista y dramático de la vida, enfatizado por las pinceladas gruesas al óleo y por el blanco manchado tan característico de la vestimenta de sus personajes.

Retrato de Alfredo Velarde, José Gutiérrez Solana
Bodegón del acueducto, 1928, José Gutiérrez Solana
Máscaras con mulas, 1935-1937, José Gutiérrez Solana
Máscaras con ratas, 1935-1937, José Gutiérrez Solana
Retrato de anciana, 1907-1908, José Gutiérrez Solana
Adoración nocturna, 1917, José Gutiérrez Solana
La murga gaditana, 1938, José Gutiérrez Solana. © Museo Reina Sofía

¿Por qué ese interés de Solana por el lado oscuro de la vida? La mayoría de pintores de la época como Zuluoga no se enfrentó a esa dureza de la España deprimida de los años 20. A pesar de que la familia de Solana provenía de un estrato social alto pues eran indianos que habían hecho fortuna en México, su madre estaba recluida en un manicomio, sus padres eran primos hermanos y tanto Solana como su hermano crecieron siendo raros, solteros y algo marginados, como los personajes de sus obras.

En todas las obras de esta pequeña pero sumamente relevante exposición se palpa lo que llamaron la España negra. Pintura “hecha con el color negro de la vida”, cómo la define el escritor y otro amigo del pintor, Ramón Gómez de la Serna. En la otra pieza sobresaliente que ha venido desde Chile, La Dolorosa, es donde mejor se traduce esa España profunda, en su vertiente espiritual de las ceremonias religiosas. Este cuadro de museo, estuvo expuesto en Pittsburgh, en 1926 y en 1927 en una de las dos exposiciones del pintor en el Museo de Arte Moderno. Y, en 1928, en la Bienal de Venecia.

Dónde encontrar la obra de Solana en España

Y es que la obra de Solana estuvo siempre muy valorada. Pudo participar en los grandes certámenes públicos además de que su figura fue intelectualmente apoyada y con una exitosa salida comercial. Pasó la guerra en París, exiliado y los museos franceses compraron y se interesaron por su obra. “Solana es un pintor de raza y los pintores de raza no copian, vomitan su interior…”. Así describe Velarde en otro material que desvela la exposición, a su amigo, a su mundo tan personal, pues no existen antecedentes en la historia del arte de su estilo, de su no color a pesar de haber hecho amagos por alegrar su paleta. Su trayectoria constante transcurrió siempre por ese camino aislado de los que viven ajenos a corrientes, “sin importarle si gustarán sus escenas y su color”. Un camino, sin embargo, que no estaba fuera de la tradición pictórica española y estaba absolutamente arraigado con la vida del país.

Vista de la exposición Solana en la colección Alfredo Velarde. 
Foto: Esther Rodríguez Cámara

Por sus raíces profundamente españolas y por su importancia histórica-artística la obra de Gutiérrez Solana sigue hoy cobrando valor. Además de grandes instituciones como el Bellas Artes de Bilbao o el Pompidou de París, importantes colecciones privadas atesoran piezas extraordinarias. La Colección Masaveu tiene Las chicas de la Claudia, de 1929, que se refiere a otra temática recurrente de Solana como la prostitución. La Fundación Mapfre conserva parte de su importante legado artístico, y son sobre todo la familia Botín a nivel personal y la Fundación del Banco Santander los que acaparan el mayor conjunto de su obra.

Si uno quiere complementar la visita a la exposición en la galería Leandro Navarro, no puede dejar de ir al Museo Reina Sofía que conserva 26 de sus obras, aunque únicamente hay cinco expuestas al público, entre ellas la mítica obra maestra La Tertulia en el Café de Pombo, de 1920, una donación de Ramón Gómez de la Serna de 1947. Contaba el fotógrafo Alberto García-Alix, coincidiendo con la brillante exposición celebrada en esta galería en 2022 en la que se enfrentó la obra de Solana y sus fotos, que su bebida favorita fue el Ron negrita por culpa de la botella que Solana incluye en el cuadro.

Solanistas declarados hay muchos, como el fotógrafo Premio Nacional, García- Alix pero también, el escritor Andrés Trapiello, o Juan Manuel Bonet y María José Salazar, mayores especialistas en su obra, autores de los textos del catálogo de la muestra y comisarios de la gran exposición de Solana en el Reina Sofía en 2004. El que conecta con la obra de Solana, conecta de verdad, y según Iñigo Navarro, “el que compra un Solana es frecuente que compre más de uno”. Pero cómo bien atestigua el galerista, hay otros que nunca tendrían un Solana en su casa “por el peso de la España negra y esa veracidad tan poco impostada”.

Tags
Arte