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El arte abstracto de Yturralde llega a Cuenca: “¿IA? Todavía no sabemos qué es la inteligencia”

Por Diana Arrastia

Más de 200 obras presentan el trabajo sobre papel de José María Yturralde en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. Dibujos, maquetas, proyectos, ensayos y cometas. “No he parado de dibujar”, nos reconoce el artista

En su estudio de Alboraya, enclavado en el paisaje de la huerta valenciana, José María Yturralde (Cuenca, 1942) gesta su arte abstracto. Lo hace alumbrado por la luz de Sorolla, la que su profesor de dibujo de infancia en Navarra le urgió a descubrir cuando identificó su talento. “Me dijo, tú tienes que ser pintor”. Se llamaba José María Aranaz, era un maestro de escuela de Peralta, un hombre muy culto, muy refinado, que pintaba. Yo le acompañaba a pintar paisajes por el pueblo. Estaba fascinado con Sorolla y con los artistas valencianos. Me dijo que tenía que ir a Valencia, porque allí estaba la mejor pintura del mundo”. Lo cumplió a rajatabla.

Cuando el muchacho visitó, por primera vez, la ciudad del Turia junto a su madre en 1957, quedó prendado. “Ya conocía el Mar Cantábrico, pero me quedé impresionado por la luz y el color del Mediterráneo”. Poco después se instalaban en Valencia, donde tenían familia y donde sucedería todo: el doctorado en Bellas Artes, la cátedra de Pintura en la Facultad de Bellas Artes de la UPV, la IX Bienal de Sao Paulo en 1967, la Bienal de Venecia en 1978, el Premio Nacional de Artes Plásticas... Ocurrió, en definitiva, el gran pintor abstracto.

Y ahí sigue, a sus profusos 83 años, lápiz o carboncillo en mano. Porque de eso va su nueva exposición: José María Iturralde, Una línea de papel, desde el 12 de junio hasta el 12 de octubre en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, su otra casa. Son dibujos, maquetas, proyectos y ensayos, cometas, dibujos preparatorios para las diversas series en las que el artista ha ido articulando su trabajo, pruebas de delineación y color, maquetas para carteles, fotografías y experimentos con distintas técnicas de impresión, desde los realizados en computadoras en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense hasta las recientes impresiones digitales de su serie Enso.

Enso, 2024, Colección del artista

En el mundo del arte, al papel siempre se le atribuye una naturaleza preparatoria o experimental. ¿Así lo considera usted?

No, para mí el dibujo ha sido siempre algo esencial, básico, que tiene la misma fuerza, incluso más en muchísimas ocasiones, que una obra totalmente acabada y superelaborada; por lo que tiene de improvisación, de situación tan directa, de que fluye con todo lo que te rodea y con el gesto. Y más en estos tiempos tan tecnológicos, en que tenemos aplicaciones que corrigen tu temblor cuando dibujas una simple línea.

¿Le emociona especialmente la iniciativa del Museo de Arte Abstracto Español, que presenta la primera retrospectiva de su obra sobre papel?

Me emociona absolutamente la posibilidad de acceder a este lugar, a este ámbito, a este centro del mundo que es para mí, como Perpiñán lo fue para Dalí. Yo soy de allá, me crié allá. Yo jugaba en las Casas Colgadas de niño antes de que se pensara que iban a terminar siendo un museo. Pude acceder a las tertulias, a los estudios de los que fueron mis maestros. Trabajé en ese museo desde el principio, desde que se gestó, ayudando a mis maestros. Es como la exposición de mi vida, una especie de broche de un metal mucho más precioso que el oro.

La exposición reúne más de 200 obras. ¿Se han quedado muchas fuera?

Pues, como he trabajado mucho a lo largo de tantos años (risas), se han quedado muchas fuera. El dibujo ha sido siempre para mí fundamental. He hecho viajes a lugares lejanos, a Alemania por ejemplo, solo para ver una exposición de dibujos del Renacimiento alemán; o a Italia para ver una exposición de dibujos. Para mí es algo directo, único, íntimo y, sobre todo, esencial. Es la esencia de la pintura.

Desde sus inicios, sus investigaciones en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid o el MIT, hasta sus “esculturas volantes”, que son sus cometas. ¿Hay una fase creativa en la que el papel estuviera más presente?

Lo he utilizado siempre. Conservo mis recuerdos de niño, en los años 40, en Olite, Navarra. Yo vivía enfrente del castillo de Olite, que es una especie de gran tarta, de pastel, así como de Walt Disney, una preciosidad de castillo. Yo dibujaba el castillo en papel con el lápiz. Y no he parado de dibujar. A veces, ayudado con ordenadores, con máquinas, con péndulos, con elementos, pero, fundamentalmente, con carboncillo o lápiz, una cosa muy primaria, muy primitiva. Los primeros trazos son fundamentales para luego seguir con otros elementos y llegar a obras más acabadas, más sofisticadas, si uno quiere, pero que, a lo mejor, van perdiendo, a lo largo de la ejecución de los procesos, esa vitalidad, esa frescura del primer momento, del primer trazo.

Sin título, 1969, Colección del artista
Estructura volante (serie Cubos), 1977, Colección del artista
Figura imposible, 1982, Colección del artista

¿Qué formas, colores o temáticas conviven principalmente en estas obras?

Esta exposición comienza con una serie de dibujos de cuando yo ya tenía muchos años de trabajo. Son bocetos, expresiones primarias de lo que yo he llamado después Figuras imposibles, geometría. No hay prácticamente nada de elementos figurativos, que son muy anteriores. Hemos hablado de dibujar el castillo de Olite, pero, no solamente dibujaba el castillo, dibujaba los ecos de los reyes, las princesas y los guerreros que habían poblado aquel ámbito entonces absolutamente vacío, cerrado y misterioso e inmenso para un niño. En ese sentido, los trabajos que están aquí presentes son de la época de antes del arte de las figuras o las Figuras imposibles. Son proyectos para figuras cinéticas, para cometas, hasta llegar ahora a lo que llamo Entrelazamientos, que tienen que ver con la emoción que siento ante algo que no comprendo, pero que, de alguna manera, permea mi vida, que son algunos aspectos que describen la física cuántica.

Es otra forma de ver la naturaleza, de llegar a lo sublime a través de estos nuevos paisajes que se nos presentan y esas miradas que tiene ya la humanidad con esos súper telescopios Hubble, con los que llegamos a ver agujeros negros. Son esas cosas tan inmensas y tan increíbles o bien, por otro lado, los aspectos casi infinitamente pequeños de las partículas elementales, su comportamiento, sus trayectorias. Todo esto, de alguna manera, me emociona, como me emocionan la vida y el ser humano, por supuesto. Es lo que trato de expresar y transmitir, que me sirva como aprendizaje, porque el arte para mí es también conocimiento.

“El dibujo tiene más fuerza incluso que una obra elaborada”

Figura imposible (serie Triangular), 1974, Colección del artista

En una ocasión dijo que la IA no es ni inteligente ni artificial. ¿Cómo se lleva con ella?

Se está hablando, quizás excesivamente, de algo que forma parte de la evolución de la tecnología. En los años 60 se hacían las mismas preguntas. ¿Las computadoras van a sustituir al ser humano? Se debatía lo mismo que ahora, que es la evolución lógica de todos estos sistemas que tienen muchas más capacidades. Las computadoras son más rápidas, pueden almacenar muchísima más información y hay algoritmos que son capaces de manejar esa información con mucha más velocidad y casi de sacar ciertas conclusiones, algo que ya se hacía antes, en los años 60, con las computadoras de entonces, muy primitivas comparadas con las de ahora. Todavía no sabemos qué es la inteligencia, todavía nadie ha sido capaz de definir con exactitud qué es la inteligencia. ¿Cómo aplicamos la palabra inteligencia a las máquinas, a los algoritmos, que, además, los manejamos nosotros? Y lo artificial… ¿qué es artificial y qué no es artificial? Es un producto humano.

Todo esto me lleva al arte cibernético del que ha sido pionero. ¿Cómo llega hasta él?

Porque aparece una herramienta, que es la computadora. En el año 1967, IBM envía a España una computadora que estaba siendo utilizada en el CERN, ese centro europeo donde se estudian partículas elementales, etc. Se había quedado ya un poco anticuada con respecto a los últimos modelos y se la regalan a la Universidad en vez de desguazarla, así que podemos empezar a trabajar con ella. Algunos compañeros y yo, previamente en Valencia, habíamos generado un grupo que habíamos llamado “Antes del Arte” en el cual pretendíamos volver a estudiar los procesos creativos, haciéndolos más razonables, además de emotivos. Éramos la siguiente generación a la anterior, formada por nuestros maestros admirados, que eran los expresionistas abstractos y figurativos como Tàpies, Millares, Canogar… Fue, no una reacción en contra, al revés: quisimos ir más allá, volver a un cierto raciocinio como había ocurrido en el Renacimiento y en otras épocas y restablecer un entramado, una red espacial en la cual apoyarnos para tratar de llegar a un punto a partir del cual quizás se podía generar milagrosamente lo que llamamos arte.

La ciencia y el arte compartiendo un mismo espacio….

Todo esto tenía que ver con el estudio de procesos para el que nos fijábamos en la ciencia. Había una cierta relación con la ciencia del color, como siempre había ocurrido en el arte también; con la ciencia de la forma, de la composición, de la geometría, de las matemáticas aplicadas a la composición de cuadros, de obras arquitectónicas, ingenierías… Toda esa estructura interna en la que se apoyan las obras de arte. Luego, al pasar al Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, tratar de incorporar la nueva tecnología al ámbito de la creatividad fue una experiencia que no sabíamos la importancia que podía tener en ese momento. Para nosotros fue un proceso normal. Además del lápiz y del carboncillo primigenio, utilizar aquello podía ayudarnos a resolver problemas. Pero, no solamente era eso, sino también la utilización de los láseres, de la holografía, de la transmisión de imágenes…

Nos planteábamos hacer un pequeño museo, una pequeña galería de arte no objetual, sino hecha a partir de la luz con láseres y hologramas para los astronautas que pasaban mucho tiempo en el espacio o pensando en la posibilidad de hacerlo en lugares de difícil acceso. Por ejemplo, en esas estaciones donde, en la Antártida, viven durante un año o dos los científicos, que están encerrados, para que tuvieran acceso al arte también a través de la tecnología. Ese tipo de cosas también nos las planteamos con una posible aplicación. Y la posibilidad, como así ha sido, de ir más rápido al generar formas, proyectos y un apoyo para seguir dibujando y pintando.

Postludio, 2004, Colección del artista
Postludio, 2004, Colección del artista
Figura imposible (variaciones, serie Cuadrados), , 1973,
            Colección del artista
Figura imposible (variaciones, serie Cuadrados), , 1973, Colección del artista
La aeronáutica, 1969-1970, Instituo Valenciano de Arte Moderno
            (IVAM)
La aeronáutica, 1969-1970, Instituo Valenciano de Arte Moderno (IVAM)
Dibujo para Homenaje a Pitágoras, 1975, Colección del artista
Dibujo para Homenaje a Pitágoras, 1975, Colección del artista
Generación de variaciones de figuras imposibles hexagonales,
            1968, Colección del artista
Generación de variaciones de figuras imposibles hexagonales, 1968, Colección del artista

En toda una vida entregada al arte, ¿ha cambiado en algo su relación con él?

Quizás la constante experimentación y aprendizaje. Naturalmente, uno evoluciona y posiblemente vayamos aprendiendo más… La visión es el órgano con el cual nosotros hemos aprendido más de nuestro entorno. Tenemos capacidad para ver la Luna y Marte, pero no podemos olerla. El olfato no nos llega tan lejos. Sin embargo, la visión sí. Y a pesar de los instrumentos, como antes he citado, de esos telescopios tremendos que llegan casi hasta el Big Bang, a 13.800 millones de años, realmente sólo sabemos, porque eso sí que lo sabemos, que únicamente el 4% de esa visión es accesible. Lo demás es materia oscura, no sabemos qué es ni cómo funciona… Es decir, que sabemos que no sabemos, lo que no nos impide seguir tratando de avanzar. Por curiosidad.

Según sus palabras: “Desde que empecé, casi siendo un niño, y hasta ahora, todo es como una sinfonía, una continuidad”. ¿Eso es ser artista?

No sé si eso es ser artista o no, pero yo trato de saber dónde estamos… Llegas un poco más allá del entorno familiar, del entorno de la ciudad, reconoces que estamos en una especie de nave espacial que gira y se mueve a velocidades tremendas, junto a otras esferas, que son otros planetas que nos acompañan, alrededor del Sol, en la galaxia, etc. Eso mirando hacia arriba. También podemos mirar hacia nuestro interior, hacia adentro y llegar muy lejos. Es todo tan misterioso, tan fascinante, todo funciona como una sinfonía que resuena y de la cual formamos parte nosotros… Somos parte de esas resonancias, de esas vibraciones, de esos murmullos. Y en los que nos dedicamos a esto surgen unas expresiones, unos elementos que a veces llamamos arte.