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Bowman Hal abre como avanzadilla del nuevo espacio SOLO

Por Mario Canal

Madrid tiene una nueva galería de arte, pero sus impulsores son viejos conocidos. En el espacio que abrirá progresivamente la colección SOLO-CSV cerca de Plaza de España, ha abierto sus puertas Bowman Hal

Llamar Bowman Hal a un proyecto artístico dice mucho de su espíritu. Significa fusionar al astronauta Dave Bowman y el superordenador HAL 9000, los protagonistas de 2001: Una odisea del espacio. Invocar la tensión entre inteligencia humana y artificial, intuición y cálculo, exploración y control. La ciencia ficción, uno de las temáticas que más interesan a la Colección SOLO, se infiltra así en un espacio espectacular de 4.000m2 que irá abriéndose progresivamente a la escena artística de la capital, donde su colección y los proyectos propios y ajenos irán aportando vida a la impresionante renovación que ha hecho el arquitecto Juan Herreros de una imprenta industrial. Por el momento, nos conformamos con descubrir los 300m2 de esta galería.

“Hemos entendido que la manera más orgánica de seguir apoyando a los artistas también pasaba por crear una galería comercial”, explica el director de la colección SOLO, Óscar Hormigos. “Una de las partes que nos ha definido en el acompañamiento artístico a los creadores era adquirir obras. De ahí pasamos a comisionar piezas y hacer exposiciones, pero el verdadero apoyo que podemos dar es que les consigamos nuevos coleccionistas, nuevas conexiones con instituciones, nuevas conexiones con galerías internacionales, porque nosotros queremos hacer red y colaborar. No le haces un gran favor a un artista si solo lo coleccionas tú”.

La dirección de Bowman Hal está en manos de Mun-Jung Chang, con años de experiencia en el ecosistema galerístico y en la propia Colección SOLO. “Queremos mostrar artistas que quizás no son tan conocidos en Madrid”, explica Chang, que insiste en que el espacio nace “abierto al diálogo, a sus públicos, a sus audiencias. No buscamos nombres del circuito habitual, sino artistas de carrera media con obra sólida y capacidad para dialogar con el público. Siempre estamos abiertos a descubrir nuevos talentos”, asegura, aunque en el arranque ya figuran nombres como Aaron Johnson, el español Filip Custic, Mario Klingemann o William McKinnon, protagonista de la exposición inaugural: Snakes and Ladders.

“Queremos mostrar artistas que quizás no son tan conocidos en Madrid”, (Mun-Jung Chang).

Camino 4, 2024, William Mackinnon

McKinnon (Australia, 1978) no pudo estar en Madrid el día de la presentación, pero su relato y su estudio –ubicado entre Melbourne, Londres e Ibiza– estaban presentes en un vídeo de tres minutos que condensaba su método. “Cada obra es una serie de problemas que se resuelven entre sí: un cuadro te lleva a otro”, explicaba, incidiendo en que para él la pintura es una materia viva que no responde a una lógica cerrada. “No tiene que tener sentido. Lo importante es que sea visualmente suntuosa, que emocione”, afirma el australiano.

El recorrido expositivo refleja dos años de trabajo marcados por rupturas personales –un divorcio, la quiebra de su galería en Australia y China– y por una voluntad explícita de convertir los altibajos en materia artística. Snakes and Ladders, título tomado del juego de mesa británico que representa las subidas y bajadas del destino, es un marco simbólico y una hoja de ruta emocional. Una de las primeras obras que nos recibe, The Party is Over, fija el tono. Vemos un jardín nocturno con una piscina en primer plano sobre la que flotan los restos de una fiesta: “una mezcla de haber disfrutado y de nostalgia”, según Rebekah Rhodes, comisaria de la colección SOLO.

McKinnon busca “una especie de magia en lo cotidiano”, y construye cada cuadro como un collage emocional y también matérico, ensamblando elementos diversos: óleo, acrílico, disolventes, adhesivos de bricolaje, purpurina, yeso. El artista aplica capas y las destruye, las lima, las redibuja, asumiendo que el azar es parte del proceso. “Le gusta muchísimo no tener control”, añade Rhodes. “Tirar disolvente sobre un cuadro en el que llevas meses es arriesgado, pero William abraza esa incertidumbre”.

The Silent Scream, William Mackinnon
The Silent Scream, William Mackinnon
Snakes and ladders, 2024, William Mackinnon
Snakes and ladders, 2024, William Mackinnon
William Mackinnon © Cortesía Bowman Hal
William Mackinnon © Cortesía Bowman Hal
The party is over and I thought there was something more to
            say, 2023, William Mackinnon
The party is over and I thought there was something more to say, 2023, William Mackinnon
Castles made of sand, 2024, William Mackinnon
Castles made of sand, 2024, William Mackinnon

Nocturnos, piscinas y carreteras

La gran obra de la exposición es un monumental lienzo de varios paneles que representa un paisaje. Puede ser Ibiza o Australia, o una mezcla de los dos. La casa del pintor en la isla pitiusa aparece junto a señales de tráfico, contenedores de basura, una carretera y la naturaleza –frágil y bellísima–, que nunca es la misma y cambia sin parar. Todo son símbolos que amarran al artista a la realidad, a su propia biografía.

Hay varios hilos temáticos que entrelazan la exposición. Uno de ellos es el agua. Como buen australiano, McKinnon es un surfista consumado y el líquido elemento aparece en muchas obras como entorno emocional que simboliza la fluctuación y la inestabilidad. En Going Under, por ejemplo, vemos una piscina cuya imponente dimensión turquesa parece atrapar al espectador entre la sensualidad del baño y la sensación de hundimiento vital. La expresión “going under” puede ser un acto placentero de reminiscencia sexual, pero también puede significar que se está al límite.

Otro eje son los nocturnos. Casi todas las pinturas transcurren en condiciones de oscuridad, con una fuente de luz puntual que delimita lo que puede verse y oculta espacios y texturas que se despliegan en su contemplación progresiva. Esa decisión técnica refuerza una atmósfera de espera, de suceso latente. Casita camino es un paisaje real de Ibiza, una curva en medio de un bosque en la noche que el artista ha fotografiado previamente y después pintado.

Going Under, 2024, William Mackinnon
Going home, 2024, William Mackinnon
The second mountain, 2023, William Mackinnon

El coche se ha detenido, las luces del vehículo alumbran los fantasmales espectros de los árboles y el espectador se hace la misma pregunta existencial que el artista: “qué hago yo aquí”. En Snakes and leaders III aparece otra carretera nocturna con una señal de tráfico –signo también constante en sus obras– junto a uno de esos altares improvisados al borde de la carretera, donde alguien ha perdido la vida y sus seres queridos colocaron flores de plástico. “Para William la carretera es una metáfora de la vida. Conducir implica confiar en que los demás respetarán una línea pintada. Eso le fascina”, apuntala Rhodes.

Entre todas las obras de paisajes destaca un cuadro en el que vemos a la única figura humana de la exposición: un surfista después de un accidente. Su tabla está rota, su cuerpo se tambalea saltando entre las rocas amenazantes de la playa mientras sale del agua, abatido, pero el momento representado es el de levantarse otra vez. “En esta obra William no busca lo heroico ni lo glamouroso. Más bien lo contrario: es un retrato de cómo somos todos, de esos pasos inseguros que damos hacia el futuro después de haber caído”.

Por su parte, el presente de Bowman Hal se incrusta en el futuro de la Colección SOLO en Madrid, en su nuevo espacio: un complejo de múltiples articulaciones que irá desvelándose poco a poco, proyecto a proyecto. Los mencionados 4.000m2 ya terminados son un ecosistema de instalaciones de primer nivel, pasillos increíbles, espacios expositivos impresionantes y rincones en los que el interiorismo con tono sci-fi retro conectan con su actual espacio de la Plaza de la Independencia. Y propulsa esta iniciativa enriquecedora y ambiciosa, que sigue creciendo orgánicamente sin prisa pero sin pausa, más allá de los confines de nuestra galaxia conocida. Por el momento, para disfrutar de William Mckinnon, Bowman Hal tiene un sistema de acceso peculiar, ya que se realiza mediante un registro con código QR a la entrada del espacio –Cuesta de San Vicente, 36–, de martes a sábado.

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