Homosexualidad y masonería: el Reina Sofía rescata el arte polémico de Néstor
Por Sofía Guardiola
El artista canario Néstor Martín-Fernández de la Torre (1887-1938), fue una de las figuras más prolíficas de su tiempo. Sin embargo, su nombre apenas suena cuando se habla de artistas españoles del siglo pasado. ¿Será por el carácter provocativo de sus obras? ¿Por su condición de masón? ¿O hay más cuestiones que juegan en su contra?
Hace algunos meses, antes de que Donald Trump ganara las elecciones de EEUU, Marc Zuckerberg (CEO de Meta) hizo unas declaraciones en las que afirmaba que su empresa tenía que volverse más masculina. Por supuesto, esta sensación de pérdida de hombría no es nueva: el dictador español Miguel Primo de Rivera, que gobernó entre 1923 y 1930, dijo que España debía masculinizarse de nuevo, puesto que había perdido su virilidad tras quedarse sin sus colonias.
En general, el clima con respecto al género y al sexo en aquel momento era firme: los hombres son masculinos, tienen que preocuparse por la guerra y por no perder la gloria; mientras que lo femenino se relaciona con la belleza, la abnegación, las tareas domésticas y la crianza de los hijos. Incluso Gregorio Marañón, notablemente más moderno y abierto de mente, afirmaba que, aunque existían personas intersexuales, lo mejor era intentar que todas las mujeres fuesen y pareciesen mujeres, y lo mismo con los hombres.
Ambigüedad de género y obras polémicas
En medio de esta atmósfera, rodeado de estas ideas, estaba Néstor: el pintor, homosexual y masón, al que le gustaba que le conociesen solo por su nombre, prescindiendo del apellido. Aquel que se vestía como un dandy un tanto feminizado y que pintaba a hombres de manos delicadas y pestañas largas, por un lado, y por otro a mujeres de cuello grueso y prominente musculatura.
Ya desde el inicio de su carrera, el autor cosechó polémicas debido a sus peculiares representaciones. Esto fue lo que ocurrió, por ejemplo, con su obra Epitalamio (o las bodas del príncipe Néstor), una pintura que realizó a los 22 años. En ella, sus detractores vieron el autorretrato del pintor feminizado tanto en su postura como en su propia anatomía, y a la mujer que hay junto a él –alegoría de las artes– dotada de atributos de hombre. Sin embargo, también hubo quienes aplaudieron la obra y el talento del jovencísimo artista, sentando lo que serían las bases de toda su carrera: despertar pasiones y una fuerte oposición.
Lo mismo sucedió también con La hermana de las rosas, un retrato de la hija de Santiago Rusiñol. En esta obra de fuerte carácter simbólico, la protagonista aparece con un vestido rojo, rodeada de un denso jardín de rosas, con una pierna adelantada cuyo muslo se adivina a través del tejido, muy ceñido en esa parte del cuerpo, lo cual hizo pensar a la familia de la joven que se trataba de un cuadro demasiado insinuante en el que Néstor la había sexualizado.
El primer detractor de la carrera del artista se encontraba ya en los inicios de su biografía, y no fue otro que su propio padre, que creía que el talento de su hijo para el dibujo era una pérdida de tiempo y que aquel era un oficio poco serio. Su madre, por contra, supo ver en ello un futuro prometedor y un talento incipiente, y contrató al artista catalán Eliseu Meifrén para que le diera clases. Este le habló a su progenitora de la importancia de que el dotado niño fuese a la Península a continuar su formación artística. Gracias a una beca viajó a Madrid y, ya en 1903 –a los 16 años– expuso en una muestra colectiva en el Círculo de Bellas Artes su obra Adagio, lienzo mitológico que muestra a Leda desnuda y abrazada al cuello del cisne, y que prefigura ya muchas de sus obras posteriores en las que se ve el gusto por las figuras mitológicas o las representaciones de carácter erótico. Esta es una de las obras que puede verse hoy en la exposición Néstor reencontrado, celebrada en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en colaboración con la Fundación Museo Néstor de Gran Canaria y el TEA de Tenerife, al que viajará la exposición el próximo otoño. Con ella se pretende, sobre todo, dar la relevancia que se merece a este artista tan prolífico y polifacético que, a pesar de que perteneció a los círculos de la Generación del 27 y que fue admirados por artistas como Salvador Dalí, en la historia del arte español aparece siempre en un segundo plano, casi como un autor anecdótico, y eso cuando aparece.
Condenado al olvido
Esto puede deberse, en parte, al carácter abiertamente sexual –y, a menudo, homosexual– de sus obras, molesto para la sociedad de la época. También, quizá, a su condición de masón, que nunca ocultó y que, de hecho, se manifiesta abiertamente en varias de sus obras en las que, entre otros símbolos, alguno de los personajes hace alguno de sus saludos secretos.
Por supuesto, otro de los motivos sería el marcado carácter sexual de su obra, del que hizo gala desde aquel primer lienzo de Leda y el cisne hasta su etapa de madurez. En la exposición hay, como muestra de ello, una sala entera pintada de verde en alusión a la naturaleza y los bosques, en la que todas las obras están dedicadas a una interpretación sexualizada de la figura mitológica del fauno. En ella, entre los lienzos cornudos de Néstor, se incluye además una fotografía del artista alemán Wihelm Von Gloeden en la que se ve a un joven con el torso desnudo y dos pequeños cuernos en la cabeza. Las obras de este fotógrafo, a menudo protagonizadas por jóvenes en actitud erótica, eran coleccionadas y codiciadas por muchos otros autores de la época, entre ellos el propio Néstor, que las menciona en su correspondencia.
Otros de los cuadros del artista de carácter marcadamente erótico son los que conforman El poema de los elementos, un gran proyecto en el que trabajó durante toda su vida, pero que no llegó a ver finalizado. Se trataba de un conjunto de lienzos que situaría en una especie de capilla a la que llamaría Palacio de los elementos. En él habría cuatro murales, de gran carga simbólica, dedicados a las cuatro estaciones y a los cuatro momentos del día: amanecer, mediodía, crepúsculo y medianoche. En él, las referencias masónicas y las alusiones al mundo canario se mezclan con un evidente carácter sexual. En algunos de los lienzos se trata de simples referencias, como la boca de un pez con evidente forma de pene, y en otros representa directamente a parejas, normalmente de hombres, en pleno éxtasis erótico.
En uno de estos lienzos titulado Mar en reposo se muestra al propio autor desnudo junto a su joven amante, el músico Gustavo Durán, con el que mantuvo una relación durante una década. Bajo sus cuerpos lampiños, que flotan en la superficie del agua, aparecen peces de enormes dimensiones, todo ello bañado en suaves colores pastel. En Poemas de la Tierra, otra de las series de este ambicioso proyecto, los cuadros muestran relaciones sexuales y cuerpos entrelazados, de nuevo con apariencia ambigua, andróginos, en los que no es importante el género del retratado sino la carga erótica del momento.
Mantillas, 1915, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Fundación Endesa. Fotografía de Fernando Cova del Pino.
Sátiro del valle de Hespérides, 1930 Néstor Martín-Fernández de la Torre. Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria. Fotografía de Fernando Cova del Pino.
Visiones de Gran Canaria, 1928-1934, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria.
Hércules prepara la tumba de Pirene, 1908-1909, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria.
Poema de la tierra: La primavera, 1934-1938, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria. Fotografía de Fernando Cova del Pino.
Poema de la tierra: El Véspero, 1934-1938, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria.
Poema del Atlántico: Mar en reposo, 1923, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria.
Berenice, 1909, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria.
No obstante, las razones por las que Néstor fue condenado al olvido no terminan en su condición sexual, en sus creencias, y ni siquiera en la temática sexual y polémica de muchas de sus obras. Otra de las características del autor que terminaron remando en su contra fue su carácter polifacético. De lienzos a dibujos de arquitecturas o vestidos, pasado por un biombo decorado por él o por una réplica de los murales que realizó para el casino de Santa Cruz de Tenerife, la exposición del Reina Sofía da buena cuenta de lo amplio que fue su trabajo y el dominio que poseía de múltiples disciplinas. Incluso llegó a realizar escenografías y a diseñar una versión de un traje típico canario, cuyo uso se estaba perdiendo –y por el que, por supuesto, también fue criticado y tachado de ser poco fiel a sus propias tradiciones–. Tal y como apunta Juan Vicente Aliaga, comisario de la muestra, este carácter polifacético que tanto les aplaudimos a los hombres del Renacimiento no era bien visto en la época, pues se creía que el artista, para llegar a alcanzar la excelencia, debía centrarse en un único campo.
Aliaga apunta también que el origen canario del artista y los años que vivió allí, alejado de los focos artísticos peninsulares, habrían afectado a su relativo desconocimiento, lo cual no resulta extraño si tenemos en cuenta el fuerte centralismo que reinó en España con la dictadura de Francisco Franco, que Néstor no llegaría a conocer, puesto que falleció en 1938. Esta se acentúa aún más si tenemos en cuenta no solo que Néstor no era madrileño o barcelonés, sino proveniente de unas islas separadas de la Península por unos 2.000 kilómetros. En definitiva, tanto su vida como su práctica artística aunaban demasiados aspectos en su contra como para ser ampliamente reconocido y posteriormente recordado por el público general. Sin embargo, esto no pareció impedir que siguiera creando durante toda su carrera, desarrollando sin pudor a sus personajes andróginos, sus escenas homosexuales, sus murales y sus dibujos, sin que aparentemente le afectara que se oyeran frases como que “la masculinidad se había perdido con las colonias” o que “habría que intentar que las mujeres fuesen mujeres y los hombres fuesen hombres”. Quizá fuesen incluso esos pensamientos de una sociedad que, en gran parte, no estaba preparada para su obra los que le alentasen a seguir creando, confiando en un futuro en el que las categorías que afectan al ser humano no fuesen tan rígidas, y pudiesen ser entendidas de formas menos tradicionales. ¿Estaremos ahora en ese momento? ¿Será, por tanto, el momento de encumbrar la obra de Néstor como merece?