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Claudia Wieser: “No creo que la IA pueda ni vaya a sustituir al arte”

Por Arantxa Neyra

Su obra es conocida por la combinación de arte, diseño y arquitectura. Hablamos con la artista alemana del mercado, su trayectoria y de sus próximas exposiciones

Claudia Wieser sigue trabajando en su estudio de Berlín. Allí comenzó hace más de dos décadas su aventura artística, con sus composiciones geométricas y su concepción artesana y experimental del arte. Y allí sigue hoy experimentando con todo lo que se infiltre en sus campos de visión, venga del universo que venga.

Aunque –lo reconoce– la ciudad ya no es lo que era, ese avispero de artistas jovencísimos que compartían casa y se contaminaban los unos a los otros de todas las formas posibles, todavía no ha descubierto ninguna otra en la que se sienta más a gusto. Más inspirada. Más iluminada. Ni siquiera en esas con las que le unen profundos lazos, como Nueva York, “el Dorado” de todo creador contemporáneo, donde es representada por la prestigiosa Marianne Boesky Gallery; o Madrid, cuya muestra individual en la galería Casado Santa Pau acaba de concluir.

“Creo que el espíritu de optimismo y entusiasmo que tenía Berlín a finales de los 90 y principios de los 2000 se ha desvanecido un poco. Los lugares para la experimentación son cada vez más escasos, los precios inmobiliarios suben, la gente se muda a lugares más excitantes de Europa y del mundo. Sin embargo, Berlín sigue siendo un gran lugar para la producción artística y la inspiración. Aún no he encontrado otro lugar en Alemania o en el mundo donde pueda producir arte tan fácilmente y sin problemas. Sigue siendo una ciudad donde la gente que no es rica puede llevar una vida que merezca la pena”.

Así, en su ‘laboratorio’ berlinés crea de forma artesanal casi todas las piezas que dan forma a sus obras. Salvo alguna excepción. Como las 1.500 baldosas de cerámica esmaltadas a mano que ha hecho en colaboración con la mítica fábrica Viuva Lamego, en Portugal, para Surroundings,; la instalación recién inaugurada en el parque del Centro Cultural de la Fundación Stavros Niarchos, de Atenas, diseñado por Renzo Piano.

Se trata de una pieza formada por una escultura escenográfica de acero inoxidable y seis grandes marcos metálicos en los que ha instalado doce impresiones digitales de 2 x 2 m. En ellas hay “combinaciones de fotos encontradas, obras propias e imágenes de materiales específicos”, con las que los paseantes pueden interactuar. Un sí o sí para Weisler, que descubre su ‘plumero’ bauhassiano.

“Dado que, en mi planteamiento artístico, siempre me ha interesado la idea de la Gesamtkunstwerk, que para mí incluye algo más que la pura presentación de la obra de arte en un entorno neutro, que incorpora la vida y el arte en un ámbito más amplio, para mí siempre ha sido obvio ocuparme de la Bauhaus, sus principios y su estética”, asegura la alemana.

De la famosa escuela Wieser aprendió la eliminación de todas las fronteras. Las fronteras entre vida y arte. Las fronteras entre arte y artesanía y las fronteras entre universos diversos, como la arquitectura, el diseño, la artesanía, el teatro, las bellas artes o la historia del arte, que mezcla en esa batidora incansable que es su cerebro sin tener en cuenta proporciones o maridajes preconcebidas. Por eso no es de extrañar que entre sus mayores inspiraciones estén personalidades tan dispares como Ettore Sottsass (diseñador), Ricardo Bofill (arquitecto), Anna Viebrock (escenógrafa), Le Corbusier (arquitecto), Frank Lloyd Wright (arquitecto), Vassily Kandinsky (pintor), Hilma Af Klint y Emma Kunz (artista, entre otras muchas cosas).

También se ha rendido a los encantos del mundo de la moda (o más bien, el mundo de la moda también se ha rendido a sus encantos).

Lo cierto ese que si hay algo que ha sido una constante en la trayectoria de Wieser (además de su pasión por la geometría) es la exploración de la materialidad. Curtida en un taller de forja de Alemania durante sus primeros años, Claudia grabó a fuego (literalmente) un aprendizaje que le ha acompañado durante toda su carrera. “Los materiales tienen una cualidad atmosférica inherente, es decir, puedes utilizarlos de forma específica para conseguir ciertas formas de estética y estado de ánimo. Me gusta mucho trabajar con distintos materiales y, sobre todo, ponerlos en contraste o en diálogo entre sí, por ejemplo, propiedades como duro, blando, cálido, frío, mate, brillante, etc”.

Aunque en los últimos años ha trabajado principalmente con baldosas de cerámica esmaltada, “ideales para combinar pintura y arquitectura”, le llama la atención comenzar a explorar el vidrio soplado, “un campo muy amplio que requiere mucho tiempo y paciencia, pero puede producir resultados interesantes”.

Cuando se encuentra involucrada en grandes proyectos –uno arquitectónico en Londres que se inaugurará a finales de 2026, otro con Dior y una exposición individual en Nueva York en octubre–, es difícil no hablar del futuro; no caer en la tentación de conocer su opinión sobre ese estrambótico menage à trois de arte-artesanía-inteligencia artificial que no entraba en los planes de ninguno. “Creo que la IA es una herramienta que puede utilizarse como ayuda para realizar diversas tareas. No creo que pueda ni vaya a sustituir al arte. El privilegio de las obras artísticas es el carácter de pieza única, la originalidad del concepto artístico, la producción exclusiva, es lo contrario de la producción en masa...”

La respuesta puede sorprender (o no), pero es digna de una digna heredera de la Bauhaus que, aunque valora el oficio por encima de todo, abraza lo nuevo con curiosidad y no se resiste, al menos, a darle una primera dentada. ¿Será la última frontera que le quedaba por borrar a Claudia Wieser?

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