Matisse ya no es solo para las grandes fortunas: su obra barata se dispara un 46% en subasta
Por Alberto G. Luna
Lo normal sería pensar que es necesario ser multimillonario para comprar una pieza de Matisse, icono del arte del siglo XX junto a Picasso, ya que sus obras maestras están reservadas a los grandes museos y coleccionistas. Sin embargo, la venta de sus grabados y dibujos se ha disparado un 46% en los últimos diez años debido a sus precios
Henri Matisse (1869 - 1954) no fue solo el responsable de grandes óleos como Armonía en rojo o La danza basados en el uso libre del color y el vigor expresivo, sino que también creó multitud de grabados y dibujos.
Los primeros datan de 1900, como por ejemplo su autorretrato a punta seca, un homenaje a Rembrandt. Pero después vinieron muchos más; cuando se liberó de las tradiciones para explorar gestos más libres, inspirado por Delacroix. A lo largo de sus cincuenta años de carrera experimentó con una amplia variedad de técnicas como el aguafuerte, la litografía, el linograbado o la xilografía, hasta el punto de completar un catálogo razonado de cientos de láminas. Piezas que durante mucho tiempo permanecieron a la sombra de sus pinturas.
Estas obras gozan ahora de un renovado interés que, por supuesto, se ha reflejado en el mercado de las subastas: el número de grabados vendidos de Matisse ha aumentado un 46% en los últimos diez años, tras un incremento del 60% en la década anterior. Actualmente, hasta el 80,7 % de sus lotes vendidos pertenecen a este formato y más de la mitad se vende por menos de 2.000 $.
Por encima de este rango de precio también existen obras accesibles. Las plantillas de la serie Jazz por ejemplo, se suelen vender por menos de 5.000 dólares, aunque las mejores pueden superar los 10.000 o incluso los 20.000 dólares. Por contra, aquellas raras ocasiones en las que sale al mercado Oceanía, el mar (1946), una serigrafía monumental de casi cuatro metros de largo de la que se editaron tan solo 30 ejemplares y que únicamente ha llegado a las colecciones de los museos más importantes, los resultados suelen ser muy altos: entre 2 y 5 millones de dólares.
Otra cosa es que estas piezas se compren. El año pasado, un solo recorte de papel apareció en subasta, el primero en seis largos años. La obra en cuestión —un pequeño formato de 33 x 26 cm que sirvió de modelo para la portada de una obra sobre el poeta Guillaume Apollinaire, publicada en 1952— no encontró comprador. El precio estimado por Bonhams, de 500.000 a 700.000 dólares, se consideró demasiado alto, lo que nos recuerda que la rareza, un criterio fundamental en la promoción de una obra de arte, no siempre seduce a cualquier precio y que la realidad del mercado no puede ignorarse por completo.
Un mercado que desde hace tiempo se piensa las cosas dos veces. El segmento ultra premium, el motor tradicional de las subastas de arte, registró una desaceleración el pasado año, acentuando la contracción del mercado que comenzó en 2023 y alcanzando su nivel más bajo desde 2009. Sin embargo, las subastas económicas están creciendo como nunca.
Cuando era joven, Matisse se marchó a París y se licenció en Derecho, llegando a trabajar como abogado. En 1889 sin embargo, le entró la fiebre por estudiar arte. “¡Te vas a morir de hambre!, ¿Me oyes, Henri…? —Le gritó entonces su padre— ¡Es una carrera para vagabundos…!” Con una facturación anual de 27,5 millones de dólares, por delante de Paul Signac, Matisse ocupa el puesto 49 de los artistas más vendidos en subasta. Y ahora no solo lo compran las grandes fortunas. En vida también fue uno de los más vendidos. Estaría bien que su padre, así como el resto de padres de todos los Matisses del mundo, viera la trascendencia que tuvo la obra de su hijo para que comprobara que lo único que estaba muerto era su aburrido trabajo e insignificante vida.