El mapa de los rascacielos residenciales de Madrid que divide a los arquitectos
Por Guillermo Martínez / Alberto G. LunaBajo la creencia de que la construcción en altura es el futuro, han sido muchos los arquitectos que han sembrado Madrid de rascacielos residenciales. Sin embargo, las opiniones al respecto están enfrentadas.
Allá por los años 50, un airado vecino de San Sebastián envió una carta abierta al Diario Vasco, que este no dudó en publicar, en la que alertaba del peligro que se cernía sobre la ciudad, al pretenderse construir un edificio en altura en un solar cercano a la catedral de El Buen Pastor. Nada más leerla, el arquitecto, académico y erudito Fernando Chueca le escribió otra carta a su viejo colega, Carlos de Miguel, discípulo de Luis Gutiérrez Soto, en la que expresaba su temor: “Supongo que estarás de acuerdo conmigo en lo grave que sería implantar un rascacielos en el centro de la ciudad, por muy bien estudiado que estuviera. Este peligro, que se cierne sobre todas las urbes españolas y solo sirve para beneficiar a un grupo de especuladores, parece que nos amenaza ahora a nosotros”.
La presión surtió su efecto. La torre no solo no se construyó, sino que hoy en día únicamente el 2% de los inmuebles guipuzcoanos tiene más de diez plantas. Es más, son muy pocos los que han logrado erigirse por encima, como el edificio Unzaga o la icónica Atotxa.
Pero claro, Madrid no es Donostia.
A lo largo de la historia han sido muchos los arquitectos que se han mostrado contrarios a los edificios en altura, desatando sus iras contra este tipo de estructuras. Miguel Fisac los clasificó de atraso y Alberto Sartoris llegó a manifestar que solo tienen sentido si se justifican dentro de una lógica urbanística, lo que resumió en una simple pregunta: “¿Contribuyen al entorno con alguna solución que no pueda lograrse de otro modo más bello, cómodo e higiénico? Cuanto mayor es la altura de una edificación —decía—, más espacio libre necesita. El rascacielos exige un gran desahogo para ser verdaderamente eficaz”. Aunque probablemente Chueca fuera el más cáustico a la hora de describirlos: “Con su infinidad de ventanas reducidas, que no dan vista más que a otra infinidad de huecos similares; su multitud de pequeñas piezas anónimas repartidas en un plan caótico, al que no anima ninguna exigencia ética; sus kilómetros de pasillos, servidos por ansiosos ascensores; el rascacielos resume la más absoluta incongruencia”.

Han pasado décadas de todo esto y la capital de España, hoy, vive un auge de edificios que miran hacia arriba. La necesidad de más viviendas ha llevado a que, desde hace tiempo, proliferen los rascacielos residenciales. En los últimos años, de hecho, se ha multiplicado este tipo de edificaciones. La torre Bifad, de 20 alturas y ubicada en el barrio de Los Berrocales, es uno de los ejemplos más recientes. Diseñada por Morph Estudio, cuenta con 87 viviendas y la fecha de entrega está prevista para el segundo trimestre de 2027. Y no es la única.
Julio Touza es el autor de las cuatro moles de viviendas edificadas recientemente en el barrio de Tetuán, todas dentro de la M-30, lo que ha supuesto un hito hasta la fecha en la ciudad. El primer proyecto se llama Skyline Madrid y dispone de 600 viviendas distribuidas en dos rascacielos de 25 plantas. El segundo suma 539, también en dos bloques de idénticas dimensiones. Se da la circunstancia, además, de que ambas se encuentran rodeadas de casas bajas. Preguntado al respecto, Touza considera que ya muchas ciudades han abrazado la edificación vertical, como Benidorm. “Es cierto que ha existido siempre cierta cautela con estas construcciones en los cascos antiguos, pero también lo es que ayudan a concentrar y no malgastar recursos”. Desde su punto de vista, este modelo será el que guíe los próximos años las tendencias arquitectónicas, siempre que las condiciones lo permitan.
Carlos Rubio Carvajal es el otro arquitecto responsable de una de las torres de Isla Chamartín: un edificio de 77 metros de altura y 22 plantas. Y, al igual que Touza, no duda en afirmar que “la sociedad se dirige hacia una ciudad necesariamente más densa que la que hemos conocido hasta ahora. Desde el punto de vista ecologista no tiene sentido hacer ciudades extensas, de ahí la apuesta por compactarlas”.
Número de rascacielos residenciales y de oficinas construidos por décadas
El inconveniente de los edificios altos
Según el decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), Sigfrido Herráez, “las torres de viviendas requieren un mayor espacio para instalaciones, equipamientos y zonas verdes” pero, paradójicamente, en la mayoría de casos “faltan recursos y servicios como el transporte público, los centros de salud o incluso colegios”, lo que redunda en una peor calidad de vida de los vecinos. Según Herráez, “la excesiva densidad acarrea problemas de aglomeración, por eso es importante encontrar un equilibrio. Tendríamos que ser nosotros, los técnicos, quienes lo evaluáramos, y no los políticos”.
Alberto Tellería, arquitecto y vocal técnico de la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio, advierte además que la construcción en altura, en ocasiones, “ha estado asociada a pelotazos urbanísticos, como se vio en la Torre de Valencia cerca de El Retiro o el proyecto de construcción que se planea ahora sobre las antiguas cocheras de Cuatro Caminos”. Al mismo tiempo, critica que edificios como el de Touza “no responden a un cambio urbanístico planificado, sino a un sistema de producción que procura explotar al máximo las necesidades de vivienda”.
Desde su perspectiva, tampoco se pueden obviar las afectaciones paisajísticas que este tipo de construcciones conllevan, algo que ilustra con lo proyectado en el antiguo centro comercial de la Ermita del Santo, también en Madrid. “No sería correcto decir que un rascacielos es malo per se, porque tiene muchas ventajas, pero solo en determinadas circunstancias”, opina. Un ejemplo lo tenemos en la mencionada Torre de Valencia. Proyectada hace medio siglo por el arquitecto Javier Carvajal, su construcción —94 metros y 26 plantas, lo que lo convirtió en el edificio de viviendas más alto de la ciudad en aquel entonces— llegó a detenerse temporalmente en 1971 por las quejas vecinales. La principal causa de la discordia era que arruinaba las vistas del Madrid histórico. Lo mismo que ha ocurrido ahora en Tetuán.


¿Dónde está la planificación urbana?
Si el COAM es de la opinión de que tendrían que ser los técnicos quienes se encargaran de la viabilidad urbana en este tipo de proyectos, el urbanista y actual concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Giraldo, sostiene que esas circunstancias deberían ser analizadas por la Administración. “El suelo libre para edificar en Madrid se ha agotado y la densificación urbana probablemente sea adecuada en muchas zonas de la ciudad, pero no en todas”, explica.
En este sentido, el experto recalca la necesidad de separar el qué del cómo: “Debería ser el Ayuntamiento quien creara una idea de ciudad para saber qué zonas son susceptibles de la densificación antes de que la iniciativa la tome el sector privado”. De esta forma, el Consistorio sabría cuáles son las zonas idóneas para estas construcciones, pero también qué equipamientos harían falta. Giraldo señala asimismo que “antes de aprobar cualquiera de estos proyectos, debería hacerse un exámen sobre su repercusión para el interés general de la ciudadanía”.
Decía el arquitecto César Cort, quien también fuera concejal del Ayuntamiento de Madrid y el primero en ostentar una cátedra de urbanismo en España, que ni los municipios están preparados para organizar la expansión ordenada de sus ciudades, ni los técnicos disponibles son tantos para resolver los problemas, ni la sociedad siente que todo esto realmente sea un problema. “Se ha hecho mucha propaganda, se ha hablado mucho contra la urbanización anárquica, pero la realidad del urbanismo no es precisamente un motivo de orgullo para los arquitectos”. Tendrían que preguntarse todos ellos ahora, si con el paso del tiempo, ni un ápice de esto realmente ha cambiado.