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Anna Turbau, adiós a la fotógrafa que retrató lo que a la dictadura no le gustaba ver

Por Sofía Guardiola

La fotógrafa catalana falleció recientemente a los 75 años, dejando tras de sí un legado plagado de realidades invisibles, crítica social, campos castellanos y mujeres a las que nadie, salvo ella, parecía mirar de cerca

Si uno entra en la web de Anna Turbau (1949-2025) lo primero que se encontrará es una imagen atrayente e impactante en la que una anciana, vestida completamente de negro, mira hacia la cámara directamente, situada junto a una cama en la que yace un hombre presumiblemente enfermo que, en su convalecencia, se gira también hacia el objetivo. Si sigue explorando, bajando con el cursor, verá el nombre de la fotógrafa en letras grandes, y debajo la frase “En construcción”. Este enunciado resulta ahora, por un lado, triste: Anna ya no podrá hacer más fotografías, no podrá indicar al diseñador de su página cómo de satisfecha está con el resultado ni darle pequeñas indicaciones sobre sus preferencias, ya que falleció el pasado 19 de marzo. Pero, por otro lado, la sentencia resulta esperanzadora: aunque la artista ya no viva, su legado permanece a pesar de la partida.

Turbau sintió desde temprana edad la vocación artística, pero tardó en lograr enfocarla. Primero sintió un interés especial por la escultura, pero finalmente acabó estudiando diseño en varias escuelas de su Barcelona natal. Durante su etapa formativa fue invitada a cubrir, como fotógrafa, una okupación en un piso de la Ciudad Condal para la revista Interviú, siendo esta la semilla de su posterior carrera. No obstante, a pesar de haber dedicado a la fotografía documental casi toda su trayectoria, en sus encuadres y en el uso del objetivo angular para aportar a sus imágenes un aire expresionista, quedan patentes su talento y su vocación artística.

También hay ocasiones en las que parecen colarse en sus obras ecos de Gutiérrez Solana, de esos retratos de la España desconocida que plasmaron con el lienzo artistas como él mismo o Isidro Nonell; y posteriormente otras con la cámara, como Cristina García Rodero –a la que Turbau consideraba una artista admirable y una fuente de inspiración–. No obstante, las fotografías de la artista catalana muestran una humanidad tierna, casi inocente y benévola en sus retratados, lejos de los pintores como Solana, que parecían tomar, en sus obras, mucha más distancia con sus modelos, retratándolos casi como especímenes en observación a los que estudiar.

Anna Turbau en el claustro de la Catedral de Lugo, 1977
          © Lokis

El trabajo de Anna, asimismo, estuvo siempre implicado con la temática, empapado de crítica social. En sus propias palabras, utilizaba su obra para mostrar “lo que a la dictadura no le gustaba ver”, poniendo el foco en los olvidados tanto por el gobierno como por el resto de los ciudadanos.

Movimientos sociales y un manicomio gallego

Primero desempeñó estas tareas en su Barcelona natal, y concretamente en el Raval, aunque posteriormente se trasladó a Galicia, donde realizó sus imágenes más conocidas entre 1975 y 1979. Su viaje se debió, en un primer momento, a un encargo del Colexio de Arquitectos de Galicia, quienes pidieron a Turbau que inmortalizara el modo de vida de los gitanos que se habían mudado al proyecto de viviendas llevado a cabo en la aldea de O Vao. Este proyecto, impulsado por el Patronato de la Vivienda Gitana, constaba de siete viviendas cuya forma recordaba a los carromatos típicos del pueblo gitano cuando este era nómada, y también a los tradicionales hórreos gallegos, fundiendo así dos elementos profundamente tradicionales.

Tras realizar este trabajo, se acabaría instalando en Santiago de Compostela, donde trabajaría como corresponsal para revistas como Interviú o Primera Plana. Allí residía cuando murió Francisco Franco. Presenció, por tanto, el germen de la Transición gallega en el que comenzaron a surgir nuevos movimientos sindicales y protestas sociales. Aquello le interesó profundamente y provocó que por su lente pasaran desde las manifestaciones que pedían el estatuto de autonomía de Galicia hasta las que luchaban contra la construcción de la AP-9, o incluso acontecimientos más lúdicos como la primera edición del Festival de Ortigueira, que hoy en día se sigue celebrando en la localidad con la que comparte nombre.

Es también en esta época cuando realiza uno de los trabajos que más ampollas levantaría, el de los internos del psiquiátrico de Corxo, en Santiago de Compostela. De hecho, este reportaje tardaría cuatro décadas en ser compartido públicamente por el miedo que la autora tenía a mostrarlo. Por supuesto, en aquel momento nadie sabía –y, posiblemente, a nadie le interesaba– cómo vivían las enfermas del centro, cuáles eran sus condiciones y los cuidados que allí recibían, salvo a Anna. A pesar de estar tajantemente prohibido entrar allí con una cámara, ella lo logró gracias a un médico del centro al que conoció y que aceptó colarla en el hospital. Allí comprobó que muchas de las enfermas parecían fuertemente medicadas y, por tanto, adormiladas, y que las raciones de comida que recibían eran escasas.

Fotografía de un matrimonio, 1975-1979. Cenlle, Ourense, Anna
            Turbau © Fondo do Consello da Cultura Galega
Fotografía de un matrimonio, 1975-1979. Cenlle, Ourense, Anna Turbau © Fondo do Consello da Cultura Galega
Poblado gitano, 1975. O Vao, Pontevedra, Anna Turbau © Museo
            Reina Sofía
Poblado gitano, 1975. O Vao, Pontevedra, Anna Turbau © Museo Reina Sofía
Praza do Obradoiro. Día da Patria, 1978. Santiago de
            Compostela, Anna Turbau © Museo Reina Sofía
Praza do Obradoiro. Día da Patria, 1978. Santiago de Compostela, Anna Turbau © Museo Reina Sofía
Movilizaciones contra la Autopista del Atlántico AP-9, 1977.
            Vigo, Anna Turbau
Movilizaciones contra la Autopista del Atlántico AP-9, 1977. Vigo, Anna Turbau
Reacciones, obras de la Autopista del Atlántico AP-9, 1977.
            Vigo, Anna Turbau
Reacciones, obras de la Autopista del Atlántico AP-9, 1977. Vigo, Anna Turbau
Obras en Autopista del Atlántico AP-9, 1977. Piquetes de
            Guísamo, A Coruña, Anna Turbau
Obras en Autopista del Atlántico AP-9, 1977. Piquetes de Guísamo, A Coruña, Anna Turbau
Primera edición del Festival do Mundo Celta, 1978. Ortigueira,
            Anna Turbau © Museo Reina Sofía
Primera edición del Festival do Mundo Celta, 1978. Ortigueira, Anna Turbau © Museo Reina Sofía
Hospital Psiquiátrico de Conxo, 1977. Santiago de Compostela,
            Anna Turbau © Museo Reina Sofía
Hospital Psiquiátrico de Conxo, 1977. Santiago de Compostela, Anna Turbau © Museo Reina Sofía
Hospital Psiquiátrico de Conxo, 1977. Santiago de Compostela,
            Anna Turbau
Hospital Psiquiátrico de Conxo, 1977. Santiago de Compostela, Anna Turbau

Vio cómo muchas de ellas se colocaban junto a las ventanas para recibir en su piel los rayos de sol, y fue precisamente en esta localización donde retrató a varias de ellas, sin esconder sus características físicas, síntoma a su vez de las dolencias que las habían llevado allí, pero sin exagerarlas o subrayarlas de forma grotesca. Entre aquellas mujeres enfermas vio a una adolescente que sostenía siempre entre sus brazos una muñeca ya deteriorada por el uso. No fue hasta 2012 cuando Turbau se atrevió a compartir estas imágenes en una exposición en el Centre Cívic Casa Golferichs de Barcelona, frenada hasta entonces por el miedo a las represalias y por la voluntad de proteger al doctor que le había proporcionado la oportunidad de hacerlas.

En aquel momento algunos psiquiatras que llegaron a ver las imágenes le aseguraron que habían conocido a la adolescente de la muñeca, que creían que se llamaba María y que había fallecido en la década de los ochenta.

Tras sentir el aumento de la presión policial debido a sus fotografías de carácter social y político –aún a pesar de encontrarse ya en época democrática–, Anna acabó regresando a Barcelona, donde sin embargo le costó volver a encontrar trabajos periodísticos, lo cual no haría sino complicarse más cuando se convirtió en madre soltera.

Campos de Castilla

Anna Turbau finalmente comenzó a trabajar en TV3 como ayudante de realización, donde permaneció durante 12 años, sin abandonar del todo su faceta de fotógrafa documental. Prueba de ello son las series Mujer y silencio (2009). También aquella otra en la que, junto a su marido el cineasta documental Lorenç Soler, reflejó la exhumación de restos de víctimas de la Guerra Civil en Calatañazor, Soria, en 2017, sin abandonar el carácter social y político que desde el principio acompañó a su obra.

Durante años, el matrimonio vivió a caballo entre este pueblo soriano y Barcelona, y fue en este enclave castellano, tal y como le habría ocurrido antes a Antonio Machado con su producción poética, donde pareció encontrar un hogar y, al mismo tiempo, una inagotable fuente de inspiración. No dejó de retratar allí su arquitectura, sus costumbres, su pasado y, sobre todo, a sus mujeres, las protagonistas habituales de sus trabajos, que a través de su objetivo parecen siempre naturales, humanas y profundamente auténticas.