Frente a los aranceles de Trump, la rebaja de Reino Unido: adiós al impuesto de importación de obras de arte
Por Sol G. Moreno
Londres sigue haciendo esfuerzos por mantener su hegemonía en el mercado del arte mundial, donde todavía ocupa el tercer puesto. Para contrarrestar las trabas derivadas del Brexit y fomentar los intercambios, ha ampliado el periodo de libre circulación de las obras de arte y antigüedades a cuatro años
El gobierno de Keir Starmer ha anunciado una ampliación en el periodo de libre circulación de piezas de arte y antigüedades en Reino Unido. James Murray, el Ministro de Hacienda británico, ha manifestado que, a partir de ahora, los bienes culturales extranjeros podrán permanecer en régimen de Admisión Temporal (AT) y libres de impuestos durante cuatro años, el doble del plazo permitido hasta ahora.
De este modo, se ofrece mayor margen de maniobra a los dealers y galeristas que deseen comerciar en el país, ya que estarán exentos de pagar aranceles por aquellas piezas que introduzcan en la isla, siempre y cuando las reexporten en un plazo máximo de 48 meses. La medida es un claro incentivo para fomentar el comercio de ese tipo de objetos en Reino Unido, y de paso un revulsivo contra la caída de exportaciones, que entre 2022 y 2023 fue del 16% según el informe UBS/Art Basel (aunque se tradujo en un leve retroceso en las ventas menor al cinco por ciento).
No obstante, la iniciativa propuesta podría tener una segunda lectura. Y es que podría entenderse como un efecto llamada para todos aquellos que busquen un puerto franco donde dejar sus tesoros por un tiempo limitado (cuatro años tal vez sean suficientes para acabar con la incertidumbre geopolítica mundial y quién sabe si las guerras, además de permitir una más que posible revalorización de las pinturas y esculturas, especialmente si son contemporáneas).
En cualquier caso, este último movimiento del gobierno laborista demuestra que Reino Unido sigue peleando por mantenerse como destino comercial transfronterizo de arte a pesar del Brexit. No deja de resultar curioso que, mientras se complica el acceso de personas al país con nuevos documentos como el Electronic Travel Authorisation que entrará en vigor el 2 de abril, se agiliza la entrada de mercancías. Pero claro, business is business.
Sin duda, la ciudad que más se va a beneficiar de esa ampliación en la exención de pagar el impuesto de importación de obras de arte y antigüedades va a ser Londres, pues le va a permitir jugar con las mismas cartas que Nueva York y Hong Kong, sus dos grandes competidoras en la pugna por liderar el mercado mundial.
Llegados a este punto, quizá convendría recalcar que la lucha de Reino Unido no es con el resto de Europa, sobre la que siempre se ha impuesto, sino con China, que en 2023 le arrebató el segundo puesto del podio (los datos del año pasado no los sabremos hasta el mes que viene). Por eso, si el Brexit ha colocado a la capital inglesa en posición de desventaja con respecto a las ciudades americana y asiática, al ser gravada con impuestos relacionados con el transporte, infinidad de formularios e incluso el IVA –del 5% en el caso de Reino Unido para los objetos culturales–, ¿por qué no tratar de equilibrar la balanza relajando su política arancelaria en el sector? Está claro que quiere volver a recuperar ese puesto número dos que ostentaba en 2022, cuando acumuló el 18% global de las ventas artísticas, según el informe de Art Basel.
A fin de cuentas, todavía puede presumir de seguir siendo el país que mejor régimen fiscal ofrece en el continente, lo que atrae a comerciantes de todo el mundo para introducir sus mercancías culturales en la eurozona, especialmente a los americanos, que últimamente se están blindando con todo tipo de aranceles por culpa de Trump (afortunadamente, la importación de bienes culturales sigue estando libre de cargas en virtud del Capítulo 97).
Gráfico con la cuota de mercado del arte mundial organizada por países
Los impuestos de Francia, Alemania, Italia y España
Aprovechando que los aranceles están tan de moda, sería bueno recordar cuáles son los impuestos que cobra cada país por el arte. Desde enero de 2025, Francia grava estas mercancías con un IVA reducido del 5,5%, mientras que en Alemania esa cifra asciende a un 7%. Por eso ambas son las dos primeras potencias de la Unión Europea, por detrás de Italia, cuyo IVA es del 10% en el caso del mercado primario –artistas, eminentemente– y del 22% en el secundario (galerías y casas de subastas). Una situación semejante vivimos en España, con un 10% de IVA para el mercado primario y un elevado 21% para el secundario.
Que España tenga un impuesto cuatro veces el de Francia es suficiente para entender hasta qué punto las empresas españolas están en inferioridad de condiciones con respecto al país vecino. No extraña, por tanto, que el mercado galo represente ahora mismo casi la mitad de las ventas totales de la Unión Europea.
Esas desigualdades trataron de corregirse con la Directiva 2022/542, por la que se especificaba que “los objetos de arte, antigüedades u objetos de colección” podrían estar sujetos “a los tipos reducidos”. Algunos países ya han hecho su trabajo, pero otros como España aún lo tienen pendiente. Porque aquí, de momento, el arte se sigue considerando un bien de lujo gravado con el tipo impositivo más alto.