Otro anodino bloque de viviendas más en Madrid y otra joya arquitectónica desaparecida
Por Alberto G. Luna
A base de reproducir las mismas viviendas, la estandarización está convirtiendo Madrid en una ciudad monótona. En un tiempo, caminar entre las calles de Ciudad Lineal será como hacerlo por Chamartín, Arganzuela o Vallecas porque todos los barrios serán iguales
En el número 5 de la madrileña calle de Belisana, en el distrito de Ciudad Lineal, una cicatriz con forma de la isla de Madagascar separa abruptamente dos viviendas; como si de un accidente geográfico se tratara. Las máquinas excavadoras que allí se encuentran, se hallan inmersas en horadar un profundo agujero en el suelo. Cada vez que sus dientes amarillos muerden la tierra, un sonido metálico parecido al de una trilladora se escucha varias manzanas a la redonda.
No hace mucho tiempo, en esta misma parcela se encontraba la Casa Vallet de Goytisolo, una de las tres obras que José Antonio Coderch, destacado arquitecto español del siglo XX, levantó en la capital junto a Manuel Valls. En su lugar, un cartel anuncia ahora una promoción de anodinas viviendas blancas con franjas negras idénticas a todas las de obra nueva que se pueden ver en Las Tablas, Isla Chamartín, Tetuán, Valdebebas, Vallecas o Arganzuela.
Se da la circunstancia de que esta calle, así como otras muchas de Ciudad Lineal, alberga interesantísimas propuestas arquitectónicas; viviendas singulares cuyos diseños, nos gusten más o menos, son únicos. Con los años, sin embargo, estas icónicas casas están siendo sustituidas por bloques de viviendas similares gracias a la estandarización del mercado inmobiliario. A pocos metros de Belisana sin ir más lejos, en el antiguo edificio de la Dirección General de Tráfico, se acaba de terminar otra mole con franjas horizontales blancas y negras. Y ocurre lo mismo en otros distritos. La Casa Guzmán del arquitecto Alejandro de la Sota, también fue derruida.
Casa Guzmán por Alejandro de la Sota. Imágenes cortesía de la Fundación Alejandro de la Sota.
Antigua casa de Ciudad Lineal
Antigua casa de Ciudad Lineal
Casa Vallet. Foto: COAM
Casa Vallet. Foto: COAM
Casa Vallet. Foto: COAM
Madrid es una de las ciudades con mayor oferta inmobiliaria de obra nueva, pero las casas propuestas por las promotoras y arquitectos cada vez se parecen más. Esto lo auguró en los años 50, en unas sesiones celebradas precisamente en esta misma ciudad, el arquitecto y diseñador finlandés Alvar Aalto cuando habló sobre una de las mayores contradicciones de la humanidad: la producida entre el individuo y la masa. “La civilización de nuestra época es una civilización de masas. Su elevado estándar lo debe pagar el individuo con enormes restricciones. La estandarización y la producción en masa en el campo de las viviendas puede conducir a una uniformidad tal, que la vida cotidiana, aunque basada en la familia, parezca una vida de cuartel militar”.
Aalto era de la opinión de que la estandarización es útil solo cuando está destinada a algo que no afecta directamente al ser humano. Es decir, que construir de forma sistemática cables eléctricos, unas zapatillas deportivas o incluso un coche no necesariamente conlleva un problema espiritual. La estandarización arquitectónica, sí. “Se ha insinuado con frecuencia que la producción de viviendas debe ser parecida a la de los coches. Para mucha gente, Ford es la solución a los problemas de la sociedad moderna, pero hay una gran diferencia entre producir vehículos y viviendas”, decía.
A base de reproducir las mismas viviendas, la estandarización está convirtiendo Madrid en una ciudad monótona. En una desesperante y deprimente uniformidad de casas repetidas. Arturo Soria ideó Ciudad Lineal de tal forma que sus edificaciones no pudieran ocupar más de una quinta parte de las parcelas, para que estas fueran ocupadas por árboles y jardines. Hoy, esas edificaciones y jardines están desapareciendo y en un tiempo, caminar entre sus calles será como hacerlo por Chamartín, Arganzuela o Vallecas porque todos los barrios serán iguales. Cientos de anodinas edificaciones viviendo en un perpetuo anacronismo, abrazadas a un nuevo símbolo de modernidad y compuestas de una serie de estructuras repetidas hasta la saciedad.
“Nos hemos olvidado del ser humano”, decía Aalto. La arquitectura, la de verdad me refiero, no existirá a no ser que lo volvamos a colocar en el centro. Lo que no ocurrirá si se siguen derruyendo viviendas como la Casa Vallet de Goytisolo.