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Picasso, Vollard y un destino fatal: el arte que sobrevivió a la tragedia

Por A.M.N.
Joven escultor trabajando, Pablo Picasso. París, 1933.
          © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2026

El galerista fue el encargado de darle la alternativa en París y el malagueño saldó su deuda haciendo que su nombre resonase para siempre en los libros de Historia del Arte. La Suite Vollard de Picasso y el grabado en la Colección del Museo ICO vuelve a poner de actualidad la que es considerada una de las obras más importantes del arte gráfico del siglo XX.

Ambroise Vollard (1866-1939) murió en un accidente de coche poco después de ver culminado el proyecto artístico que ligaría su nombre a la eternidad. El conductor del coche en el que viajaba perdió el control del vehículo y el marchante recibió un golpe en la cabeza. Los historiadores no se ponen de acuerdo en si fue una escultura de bronce o una maleta llena de libros lo que causó al marchante la contusión que acabaría por provocarle la muerte, pero, en lo que sí están de acuerdo es en que aquel fue un final trágico para alguien que había sido clave en el auge de figuras tan relevantes como Cézanne, Renoir o Pablo Picasso.

Este último, hacía poco que había terminado el encargo que le había hecho el marchante: una serie de 100 grabados que serían conocidos bajo el nombre de La Suite Vollard. El conjunto, considerado como una de las obras más importantes del arte gráfico del siglo XX, se expone en el Museo ICO hasta el 20 de julio. La Suite Vollard de Picasso y el grabado enfrenta la obra del malagueño con otras firmadas por artistas como Juan Genovés, Eduardo Arroyo, Manolo Valdés, Miguel Ángel Campano o Darío Villalba. A uno y a otros los une haber definido los márgenes del arte contemporáneo en España durante la segunda mitad del siglo XX.

Fotografía de sala La Suite Vollard de Picasso y el grabado en la Colección del Museo ICO
            Foto: Julio César González
3 octubre 1990, Eduardo Arroyo, 1990. 
            © VEGAP, Madrid, 2025

Un galerista que se resistía a vender

Vollard era un hombre excéntrico. Tenía tanto olfato para el talento como celo a la hora de desprenderse del género que exponía en su galería. Esta había sido inaugurada en 1893 y de sus paredes acostumbraba a haber colgadas obras de artistas de la talla de Odilon Redon, Manet, Degas, Bonnard o Gauguin. Cuentan que cuando un comprador mostraba interés por alguna de ellas, el marchante a menudo se desmarcaba con un “no está a la venta” o le ponía un precio desorbitado para hacer criba entre quienes no apreciaran la pintura tanto como él.

Pero, además de marchante, el francés -nacido nada menos que en Reunión- era un apasionado de los libros ilustrados -publicó ediciones de lujo firmadas por Picasso y Bonnard- y sentía especial predilección por el grabado. Vollard acostumbraba a encargar litografías a artistas que nunca se habían interesado por esta disciplina para que probaran sus dotes en el arte gráfico.

En 1930, pidió al malagueño una extensa serie de grabados. A ambos les unía una estrecha relación: Vollard había sido el encargado de dar la alternativa a un Picasso adolescente siendo el primer galerista que expuso su obra en París en 1901.

Modelo y escultura surrealista, Pablo Picasso. París, 1933. 
            © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025
Clarín, Juan Barjola, 1985. 
            © VEGAP, Madrid, 2025

Durante los siguientes siete años, Picasso acometió con fiereza el encargo, llegando a producir un centenar de cobres grabados empleando diferentes estilos y técnicas. Como pago por su trabajo, el artista recibió de manos de Vollard cuadros de Renoir y Cézanne que el artista ansiaba para su colección particular.

El viaje del artista

La pasión, la angustia, la melancolía…La Suite Vollard resultó ser una suerte de autobiografía gráfica en la que el malagueño dejó testimonio de aquello que acontencía en su vida y en su entorno en el tiempo en el que tardó en realizar los grabados: desde la Guerra Civil a sus sucesivas rupturas sentimentales.

La Suite Vollard de Picasso y el grabado en la Colección del Museo ICO se organiza en siete grandes bloques temáticos que evidencia la evolución de las obsesiones creativas y personales del pintor: Temas varios, El taller del escultor, La batalla del amor, El Minotauro, Rembrandt, El Minotauro ciego y Retratos de Ambroise Vollard. Las obras, dispuestas en orden cronológico, permiten, además, recorrer las distintas técnicas utilizadas por el malagueño en esta disciplina, como el aguafuerte, el aguatinta, el buril o la punta seca.

La grappa VIII, Miguel Ángel Campano, 1986. 
            © VEGAP, Madrid, 2025
La grappa VIII, Miguel Ángel Campano, 1986. © VEGAP, Madrid, 2025
Escena báquica del Minotauro, Pablo Picasso. París, 1933. 
            © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025
Escena báquica del Minotauro, Pablo Picasso. París, 1933. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025
Toro alado contemplado por cuatro niños, Pablo Picasso. París, 1934. 
            © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025
Toro alado contemplado por cuatro niños, Pablo Picasso. París, 1934. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025
Nueve animales nocturnos (pez), Miguel Ángel Campano, 1980. 
            © VEGAP, Madrid, 2025
Nueve animales nocturnos (pez), Miguel Ángel Campano, 1980. © VEGAP, Madrid, 2025
Yo recuerdo que…, Luis Gordillo, 1985. 
            © VEGAP, Madrid, 2025
Yo recuerdo que…, Luis Gordillo, 1985. © VEGAP, Madrid, 2025
Antropófago, Luis Gordillo, 1993. 
            © VEGAP, Madrid, 2025
Antropófago, Luis Gordillo, 1993. © VEGAP, Madrid, 2025

Los grabados de Picasso se alternan con otros 54 encargados en 1985 por el Ministerio de Cultura en colaboración con Editora Decaro a una veintena de artistas entre los que figuran nombres como el de Luis Gordillo, Rafael Canogar, Lucio Muñoz o Juan Barjola, entre otros. El diálogo expositivo se completa con la serie Nueve animales nocturnos, de Miguel Ángel Campano y Colección Dadá, de Fernando Bellver.