Exposiciones

Una historia de violencia y hormigón armado en Bilbao: el Azkuna Zentroa resucita la central nuclear de Lemóniz

Por Alberto G. Luna

El Azkuna Zentroa – Alhóndiga Bilbao rescata la memoria de la polémica central nuclear con una exposición de Ixone Sádaba. Escala 1:1 presenta una serie de inmensas fotografías de los restos e interior del complejo que finalmente nunca llegó a operar en el País Vasco.

Una inmensa sala oscura con una pared de 40 metros de largo y cinco de alto muestra varias secuencias de tomas fotográficas que cambian cada 90 segundos. Seis proyectores se encargan de reproducir las imágenes gigantescas entre un sepulcral silencio. En estas se puede ver los restos de una gran mole de hormigón armado, los vestigios de lo que fue símbolo de un conflicto en el País Vasco: la central nuclear de Lemóniz que se levantó en la Cala Basordas entre 1972 y 1984.

La central está hoy al borde de la extinción, pero sus implacables muros absorbidos por la naturaleza todavía cuentan muchas historias: la de la violencia y las luchas civiles; la de un proyecto fallido y el fin de Franco; o la de una ETA antinuclear y Arzalluz, quien llegó a decir que si la central no se construía “comeremos berzas iluminados por velas”. Una herencia, en definitiva, que todavía hoy levanta ampollas. Y es de eso precisamente de lo que se habla en el Azkuna Zentroa.

“Hay quienes piensan que tenemos que deshacernos de los monumentos franquistas. Otros, que se puede hacer una pedagogía crítica. Esta exposición recuerda un momento concreto de nuestra historia que coincide con la mal llamada Transición y el debate de qué modelo energético iba a tener el País Vasco”. Quien nos habla es Carles Guerra, comisario de la exposición, al mismo tiempo que se suceden las imágenes de la muestra. “Un artefacto de ETA explotó aquí mismo —añade—, en el lugar exacto donde se iba a colocar el reactor”.

Situada en la localidad homónima vizcaína, la central nuclear de Lemóniz fue construida por la empresa eléctrica Iberduero, posteriormente llamada Iberdrola. Desde el principio, contó con la oposición de una amplia parte de la ciudadanía vasca, además de la banda terrorista, que llegó a secuestrar y matar a José María Ryan, su ingeniero jefe; así como a su sucesor, Ángel Pascual Múgica. Al final, la moratoria nuclear paralizó las obras.

Las fotografías de Ixone Sádaba (Bilbao, 1977) muestran ahora a este mastodonte en una escala 1:1. Juntas, dan lugar a un imponente e irregular mosaico. Y digo irregular porque la fotógrafa podría haber utilizado un gran angular, pero prefirió lograr una línea recta de forma más realista, sorteando las distintas dificultades que le fue presentando la orografía. Una auténtica odisea si tenemos en cuenta el enclave donde se sitúa la central nuclear, con sus distintos desniveles y colinas. “Quería mostrar que había un ser humano detrás de esos pequeños saltos y desajustes. La continuidad la genera el propio cerebro del espectador. No quería que pareciese un vídeo”, nos explica.

A la pregunta de por qué Lemóniz, también responde sin ningún atisbo de duda: “Pensé que el único relato que había trascendido era el del conflicto, y yo quería aportar un nuevo punto de vista. Lemóniz habla de muchos otros temas: del avance de las plantas, del antropoceno, del colonialismo, de la violencia medioambiental… Y todos ellos pedían ser rescatados”. De hecho, las imágenes de Ixone aparecen en blanco y negro porque el color le llevaba a una arqueología industrial. “El blanco y negro es más atemporal. Me permite que las plantas dialoguen con el cemento”.

“Lemóniz habla de muchos otros temas: del antropoceno, del colonialismo, de la violencia medioambiental…”

La central nuclear de Lemóniz. Foto: EFE/LUIS TEJIDO

En la muestra, el espectador igualmente encontrará objetos hallados en el recinto abandonado, así como tres cajas de archivos con fotografías tomadas entre 2021 y 2024 que documentan el inicio de la investigación de Ixone Sádaba, con las que la artista busca profundizar en la definición de lo que ella misma denomina un “nuevo escenario político”. En total suman más de 200 fotografías que, conflictos aparte, hablan de la belleza de las cosas decadentes.

El Gobierno vasco lleva tiempo tratando de resolver el proyecto fallido de Lemóniz. Hubo un momento en que se quiso desmantelar, pero no se pudo debido a la cantidad de cemento armado que acumula. Tras variopintas propuestas como la de un parque temático dedicado a la energía y la ciencia anunciado en 2002, ahora se quiere convertir en un polo de investigación y producción relacionado con la acuicultura. En cualquier caso, sus muros con más de 40 años de vida y experiencias, seguirán formando parte de la historia del País Vasco.

Tags
Arte