Protagonistas

Los artistas emergentes más destacados (X): las pinturas psicológicas de Barrios Benavides

Por Sofía Guardiola
Barrios Benavides

Continuamos nuestra serie de autores emergentes más destacados con Fernando Barrios Benavides. El artista madrileño pinta retratos abstractos y psicológicos de gran formato en los que el rastro de todo lo que ha ido ocurriendo en el lienzo convive, se superpone o se complementa.

Las obras de Fernando Barrios Benavides recuerdan a los yacimientos arqueológicos. Consisten en representaciones con distintas capas superpuestas, de modo que permiten ver en ellas todo lo que ha ocurrido en el lienzo desde el comienzo. Cuanto más antiguos son los hallazgos descubiertos, a mayor profundidad se encuentran.

A su vez, cada una de estas decisiones artísticas viene motivada por aspectos de su rutina, de su vida, de la poesía que lee o de la música que escucha. “A veces, mientras pinto, parece que he cubierto algo por completo, pero nunca es así” explica el artista. De este modo, siempre queda un rastro de todo lo que ha ido ocurriendo sobre el lienzo bajo las distintas capas de materiales, de igual modo que los restos arqueológicos de épocas anteriores quedan cubiertas por las de etapas posteriores, pero permanecen bajo su superficie.

Benavides utiliza como materia prima sus vivencias personales. Es por esto que habla de temas como la relación actual entre el individuo y los espacios que ocupa, las ciudades en las que vive y el urbanismo que le rodea. “Mis obras son, en gran medida, como diarios. A mí me afecta mucho el entorno, por eso es un tema tan importante. Por eso, por ejemplo, he pintado obras muy distintas en cada uno de los estudios en los que he trabajado”.

Esta vinculación con el urbanismo le ha llevado a realizar esculturas con escombros –la mayoría encontrados de camino a su anterior estudio– y a añadir a sus cuadros materiales de construcción como el hormigón. Todo esto tiene como resultado que sus obras sean, en cierto modo, estéticamente similares a un muro. Estos recuerdan, de hecho, a esas fachadas que vemos en las calles de cualquier ciudad, llenas de carteles que anuncian espectáculos o conciertos, y que han sido pegados sobre infinitos restos.

Tanto los cuadros de Benavides como esas fachadas recuerdan al retrato de las ciudades contemporáneas que esbozan, esta vez con palabras, filósofos como Byung-Chul Han o Isabella Guanzini. La pensadora y teóloga italiana, en su libro La ternura, describe las metrópolis actuales como lugares cargados de historias y de estímulos que, por un lado, ofrecen al individuo infinitas posibilidades y promesas de libertad, mientras que por otro le confunden y hastían con tanta información.

Si uno le pregunta al artista cuándo da una obra por terminada, este responde que “nunca lo sé hasta mucho tiempo después. Tengo que dejar de ver las obras por un tiempo, volver a ellas y reflexionar hasta que creo que son un todo cerrado, pero nunca es algo que sucede pronto”.

Mujer Líquida I, María Emeje
Mujer Líquida II, María Emeje
Mujer Líquida II, María Emeje
Las letras ya no importan, María Emegé
Las letras ya no importan, María Emegé
Mujer Líquida V, María Emeje
Mujer Líquida VI, María Emejé
Mujer Líquida VI, María Emejé

Autorretratos psicológicos

“Mis obras actuales son autorretratos psicológicos, aunque no se aprecie formalmente. Por eso el estado de ánimo en el que me encuentro afecta tanto a cada trabajo. Después, cuando las veo acabadas, soy perfectamente capaz de reconocer si las pinté en una época feliz, en una más triste o en una etapa de mucha ansiedad”.

Cuando era adulto, su madre encontró en casa una carpeta de dibujos suyos hechos a los cuatro años. Fascinado por el descubrimiento, comenzó a auto referenciarse en sus pinturas, introduciendo aquellas criaturas que había ideado cuando todavía estaba en preescolar e integrándolas en su lenguaje artístico. En estos lienzos que funcionan como mapas de sus emociones, queda un rastro muy claro de aquel niño.

Lo más potente de la obra de Benavides es, precisamente, que no hay que saber todo esto para sentirte interpelado por su trabajo. Sus lienzos, que en los últimos años han ido aumentando sus dimensiones a pasos agigantados, hablan por sí mismos. Quizá quien se detenga ante ellos no es capaz de percibir que se trata de retratos abstractos del autor, pero sí puede identificar muchas de las emociones bajo las que fueron creados, leer las frases que a veces se cuelan entre trazos y colores –y que pueden ser tanto versos de canciones que escucha mientras trabaja como pedazos de conversaciones cazadas al vuelo de camino al estudio–, encontrarse con sus dibujos de infancia y con los rastros de vida urbana para pararse a reflexionar sobre todo ello.

Esta es, precisamente, una de sus preocupaciones: “Quiero no tener que explicar mi obra, que esta no me necesite”. Esto es, en palabras del autor, lo que ocurre cuando una obra de arte se crea desde un punto de vista muy personal e introspectivo. “El espectador es capaz de sentirlo y, por tanto, no hace falta un discurso”.

En cuanto a sus próximos proyectos, participará el mes que viene en UVNT Art Fair por segundo año consecutivo, de la mano de la galería gijonesa Llamazares, junto a la que acude a otros encuentros nacionales como Estampa. “Pero, sobre todo, me encerraré en el estudio a seguir pintando”, explica. “Ahora está lleno de obra porque se acerca una feria, pero en cuanto pase UVNT empezaré a trabajar en otros nuevos proyectos”.