Las galerías del este de Londres ofrecen actualmente al visitante la oportunidad de salir de su zona de confort con desafiantes propuestas artísticas. La Seventeen Gallery en Hackney, una de las más punteras en lo que a arte visual se refiere, presenta la exposición Meta-Mythical Optimisation con las creaciones más recientes del artista visual Chino Moya (Madrid, 1975). En ella se puede ver una amplia gama de formas: desde videoinstalaciones y fotografías, hasta piezas escultóricas y una película de siete minutos creada íntegramente con IA.
Chino Moya es un director de cine y artista visual madrileño que vive y trabaja en Londres. En su trabajo combina el cine, el videoarte y la fotografía para explorar temas como el colapso de las utopías, la soledad o el declive de la masculinidad tradicional con narrativas distópicas que abordan modelos fallidos de sociedad; enfrentando el desapego y la deshumanización en la vida contemporánea.
De formación autodidacta en el plano académico, creció en Madrid en un ambiente intelectual irrepetible. Hijo del catedrático de Sociología Carlos Moya y la politóloga Natalia Rodríguez-Salmones, su juventud transcurrió entre tertulias de grandes figuras de la intelectualidad como Paco Calvo Serraller, Miguel Ángel Aguilar, Antonio Escohotado o Javier Pradera, entre otros. Posteriormente, en sus primeros años como cineasta experimentó con diferentes medios, hasta que en 2021 se estrenó en el mundo del cine con el largometraje Undergods.
La muestra que expone ahora en Londres tiene mucha enjundia, no solo por las novedosas propuestas visuales que propone con una estética que roza lo distópico (¡como le habría gustado a John Berger visitarla!) sino también porque cuestiona de forma constante las narrativas visuales contemporáneas. Moya nos invita a adentrarnos en una serie de paisajes visuales y sonoros que desdibujan las fronteras de la realidad y la ficción, desafiando nuestra comprensión del futuro y su relación con el presente. Para ello, ha imaginado un mundo que ha denominado “Deemona: un futuro muy lejano” donde una entidad poshumana artificialmente inteligente —la IA evolucionada en miles de años—, genera una civilización humana virtual sin problemas. Este demiurgo artificial esculpe una sociedad colectiva que elimina el sufrimiento, la miseria y la violencia asociada al ámbito corpóreo; suprimiendo también la jerarquía o la identidad singular, y creando una sociedad donde todo funciona, nada está sucio ni roto, y todos tienen razón.
Es muy interesante la forma en que explora la relación entre el cuerpo y la tecnología. La frontera entre lo real y lo artificial se difumina: actores reales en contraste con figuras generadas por IA. Jugando con conceptos filosóficos y futuristas, crea un ambiente estático repleto de arquitecturas geométricas inspiradas en el Renacimiento del Quattrocento (Crivelli, Hans Memling o Piero della Francesca); arquitecturas de corte totalitario, geometrías sagradas, pinturas clásicas y arte fantástico de los años setenta y ochenta; y artistas de ciencia ficción como Moebius. El estilo moyano cuida delicadamente la estética de sus creaciones con un enfoque pictórico y con colores muy específicos, los llamados colores de los “no lugares” —aeropuertos, salas de espera, hospitales—, mezclados con un toque camp o kitsch.
Lo que también define a esta exposición es la atmósfera cuidadosamente construida donde el sonido juega un papel esencial. Para el que acompaña a las imágenes, Moya ha contado con la colaboración del artista y músico Gerardo Carreras, quien ha compuesto un sonido específico para cada vídeo, que, al estar formulados en la misma frecuencia, se fusionan en un solo tono, dando la sensación de formar parte de una melodía única.
Chino Moya es un artista que está redefiniendo las fronteras entre el cine y las artes visuales, explorando nuevas posibilidades narrativas, discursivas y estéticas. Esta exposición, lo que hace es reafirmar su posición como un creador a tener en cuenta y sugerirnos seguir su interesante evolución. Actualmente su trabajo en video se expone en el museo LACMA de Los Ángeles en la exposición colectiva titulada Digital Witness. Entre otras exposiciones recientes destacan Decoding the Black Box en el Museum Stadt Sindelfirgen (Alemania), la feria de arte y tecnología Voltaje en Bogotá (Colombia) y After Human en la Steinhauser Gallery (Eslovaquia).
¿Qué le aporta el mundo de la creación artística que no le dé el cine?
En el cine, el formato está muy marcado por protocolos y reglas, no es tan libre debido a narrativas que deben ceñirse a ciertas fórmulas. Hay comités enormes, y cuanto mayor es el presupuesto, más opiniones se generan. En el arte contemporáneo, sin embargo, eres más libre como creador, nadie cuestiona tu práctica.
¿Cómo ha sido esa transición?
Antes que nada, fui videoartista. Cuando tenía veinte años, mis primeros trabajos expuestos al público fueron en la galería Moriarty de Madrid, a comienzos de los años 2000 y en formato videoarte. También se presentaron en el festival internacional 25 Horas, junto a Damian Hirst y Vito Acconci. Pero lo que no me convencía entonces eran las herramientas. Lo que tenía en la cabeza requería mayor escala; quería crear nuevos mundos más ambiciosos, y a nivel técnico, el formato videoarte se quedaba corto. Empecé a trabajar con videoclips y publicidad, donde encontré las herramientas que necesitaba: cámaras de cine, equipos de profesionales más grandes, decorados, vestuarios, etc. Allí me encontré mucho más cómodo y libre en la creación, aunque entonces no pudiera explicar mis ideas.
No tuvo una formación académica, ¿verdad? Siempre ha ido por libre.
Soy autodidacta, no he asistido a ninguna escuela de cine ni academia de arte. En el año 2000 trabajé en Nueva York y allí me empapé de arte, lo que cambió mi percepción del mundo de la imagen y decidí dedicarme al mundo de la creación. Después me mudé a Londres y fue como empezar de cero. No fueron nada fáciles los comienzos. La competitividad de una ciudad como Londres te obliga a ponerte al nivel más alto, es un nivel a escala global.
¿Cómo definiría su estilo?
Puede que en mi creación artística, por ejemplo en la elección de colores y formas, haya un guiño inconsciente hacia lo esperanzador y la belleza. Como en la película American Beauty, en la escena de la bolsa de plástico volando en la calle y su icónica frase: “A veces hay tanta belleza en este mundo”. Me interesa representar la artificialidad del ser humano. También me interesa mucho la geometría, como una expresión de simplificación y ordenación del ser humano, o el exceso de sentimentalismo, el melodrama o la nostalgia de forma soterrada. Cuando estuve en Corea del Norte me traje muchos CDs de películas y música super sentimental, propias de regímenes comunistas. Me interesa mezclar esa arquitectura brutalista con geometría y con cierta ternura.
¿Por qué ese interés en abordar mundos distópicos?
Casi todos mis trabajos están relacionados con modelos de sociedad. Me interesan las utopías que los seres humanos inventan y cómo deciden alterar estos mundos artificiales. Haber nacido entre la muerte de Franco y la llegada de la democracia me ha influido mucho. Luego vi la creación de una democracia de corte neoliberal con ideas de Thatcher o Reagan implantadas en España, casualmente por los socialistas. Como crecí en este limbo histórico, eso ha influido enormemente en mi trabajo. La idea de las utopías y distopías, y sobre todo, lo que los seres humanos son capaces de hacerse a sí mismos: con todo el conocimiento, la técnica, los recursos que tenemos, lo destructivos que somos y lo mal que nos tratamos a nosotros mismos, hasta llegar al punto de convertirnos en prisioneros de lo que hemos creado. En un libro que me gusta mucho, La casa de los muertos, Dostoievski narra una historia en la que incluso los guardias de la cárcel son prisioneros.
¿Cuál es su línea de investigación?
Me gusta explorar los modelos de sociedad fallidos o cómo acabamos siendo víctimas de nuestras propias creaciones, esa pulsión destructiva del ser humano. También me interesa investigar sobre la soledad y el colapso de la masculinidad tradicional. Ahora se habla mucho de esto, pero llevo más de quince años trabajando en la idea del colapso de la sociedad patriarcal. En mi película Undergods está muy presente. Igual que hoy en día dicen que no están encontrando alternativas al capitalismo, para la masculinidad tradicional, tampoco se está encontrando un formato en el que encaje en nuestra sociedad. Hay una parte de la población muy desorientada, de ahí los cambios políticos tan fuertes. Ha habido avances con las generaciones más jóvenes, pero conlleva un narcisismo que implica no mirar tanto a los demás, es más individualista. La parte positiva es que están ayudando a redefinir los géneros y hacerlo de manera más porosa, sin roles asignados desde el nacimiento o con menos etiquetas. Pero por otro lado, hay un exceso de narcisismo e individualismo. Creo que es esa la parte que deberíamos intentar corregir.
¿Por qué sus creaciones rezuman cierto pesimismo o fatalismo?
Tengo una visión pesimista a corto plazo, pero veo algo de optimismo a largo plazo. Creo que hay algo esperanzador en este tipo de creación artística. La humanidad es capaz de darle la vuelta a las cosas. Por ejemplo, George Orwell mostró un mundo tan horrible que ayudó a reflexionar sobre los peligros de los autoritarismos y a frenar la expansión de esas utopías del siglo XX. Pienso que al mostrar escenarios muy catastrofistas, se contribuye a la reflexión colectiva sobre los peligros de la humanidad, lo cual ayuda a hacer un mundo mejor.
¿Es posible encontrar placer estético en el mal gusto y la fealdad?
Es obviamente más fácil encontrar belleza en un jardín japonés, pero también hay un placer estético en la fealdad. Creo que es una tradición muy española encontrar belleza en lo supuestamente feo o de mal gusto, en lo no idealizado y en lo no aspiracional, y elevarlo a la alta cultura. Desde Velázquez, Ribera o Goya, quienes utilizaban modelos populares, sucios, desdentados, en lugar de la belleza italiana e idealizada imperante entonces. El gusto por lo popular y lo kitsch, como también en Almodóvar.
¿Qué le aporta la IA en su trabajo?
Trabajo con la IA en todos mis proyectos como una herramienta más. Cuanto más conocimiento y visión tengas, más útil será. Cuanto más ignorante sea el usuario, más la herramienta puede acabar controlándolo. Es una relación simbiótica donde la formación es clave.
Por un lado, es un creador humanista con referencias constantes a la Antigüedad clásica, sin ir más lejos a La Metamorfosis de Ovidio; y por otro, la IA es una herramienta clave en su obra. ¿Cómo convive con ello?
Los que más saben de IA, lo que realmente saben, es que no saben nada. Ha trascendido todas nuestras nociones de lo que era la tecnología y las herramientas. Nos supera a nivel de entendimiento y comprensión. Va a cambiar la realidad tal y como la conocemos. Puede ser una herramienta buena o mala, dependiendo de en qué manos caiga. Lo más importante es que los humanos tengamos nuestro propio criterio. La IA es una herramienta que nos permite avanzar como sociedad, pero también puede acabar mermándonos intelectualmente, todo depende del uso que se haga de ella.
Usted trata el tema de los totalitarismos en su película Undergods, así como en su obra más artística. Incluso algunos de sus escenarios recuerdan a las calles de Corea del Norte. ¿Cómo ve el futuro del mundo occidental?
Hace décadas rodé en países del este de Europa. En Corea del Norte estuve hace años, de viaje en solitario, para ver un país totalitario en activo. Siempre me ha interesado mucho la arquitectura totalitaria. En Madrid, donde crecí en mi infancia, vivíamos en un bloque de pisos, rodeados de esa arquitectura brutalista. Aquí también hubo totalitarismos, pero sin la espectacularidad del comunismo, aunque no dejaban de existir esas colmenas o bloques de pisos. El Madrid de los setenta visualmente se parecía más a un país comunista que a otra ciudad europea. Luego, en los ochenta, todo cambió.
La idea de la libertad después del siglo XX ha empezado a perder tracción. Hoy en día, los regímenes populistas tanto de izquierda como de derecha son muy exclusivos, muy de “nosotros y ellos”, excluyendo a quienes no piensan como ellos, colocándolos como enemigos.
Aborda el concepto de distopía de manera singular. ¿Hasta qué punto es su obra "política"?
Mi trabajo tiene bastante intención política. Soy más de señalar problemas. Me encantaría poder trabajar en mostrar soluciones, pero por ahora no las tengo. Crecí en una familia bastante politizada, y haber nacido en ese limbo histórico, que me hizo ver el final de un modelo social y el comienzo de otro, ha influido en mi trabajo.
¿Cuáles han sido sus referentes?
En cada proyecto hay diversos autores flotando. Kafka, Dostoyevski, Hoffmann, Ovidio, Nietzsche. En cine, los europeos: Fassbinder y Pasolini. El mundo de los cómics también me interesa. Pero lo que más me atrae es lo pictórico, por la tradición occidental, especialmente el Renacimiento temprano.
¿Están triunfando en la disciplina digital los discursos en torno a la teoría de género, el woke, etc., tanto como en el mundo plástico?
Creo que en el ámbito digital hay algo menos, es más ambiguo, más poshumanista. En cualquier caso, es más fácil como artista, y eso me gusta, esconderse detrás de la obra. En el arte digital no se exige una presencia tan física del artista como en el arte plástico tradicional. Desde los comienzos, no me interesaba estar tan cerca de la obra.
En su actual exposición en Londres, su obra digital se expande al formato fotográfico y a la tridimensionalidad de la obra escultórica. ¿Va a ser un planteamiento exponencial en sus futuros proyectos?
Sí, cada vez más me interesa la idea de crear espacios inmersivos y trabajar con objetos y materialidades. Me gusta explorar desde el punto de vista de un artista plástico, de manera tradicional, pero usando herramientas digitales con composiciones muy pictóricas. En las esculturas por ejemplo, me interesa que el acabado final sea manual, con participación humana, sin que la pieza sea producida artificialmente en 3D. Como director de cine, llevo décadas construyendo espacios imaginarios y diseños de sets, y llevar la instalación al cubo blanco de la galería de arte me sale de forma natural.