Una legión de bacterias entrenadas para restaurar frescos
Por Rocío Romero
La científica Pilar Bosch ha desarrollado una técnica de biolimpieza para devolver el esplendor original a la bóveda de la Iglesia Santos Juanes de Valencia. Un experimento que podría ser aplicable a otras obras de arte.
Pincel en mano y subido a un andamio de varios metros de altura, Antonio Palomino proyectó entre 1697 y 1701 sobre la bóveda de la Iglesia Santos Juanes de Valencia una gigantesca escena celestial utilizando la técnica del fresco. Alrededor de los protagonistas, San Juan Bautista y San Juan Evangelista, varios ángeles y querubines flotaban sobre un cielo dorado y esplendoroso que parecía abrirse camino hasta el infinito. Se consolidó como una de sus obras más representativas. Un verdadero icono del barroco español que acabó deteriorado por el paso del tiempo y por un intento de restauración fallido que dañó aún más la pintura en los años 60.
Ahora, un puñado de bacterias entrenadas por una microbióloga española han conseguido recuperar, por fin, su esplendor original.
La científica que ha adaptado esta novedosa técnica a las condiciones concretas de la iglesia valenciana se llama Pilar Bosch y ha desarrollado esta iniciativa en el marco de un gran proyecto de restauración integral que comenzó en los años 90 liderado por su madre, la catedrática Pilar Roig. Ambas son profesoras del Departamento de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Universitat Politècnica de València (UPV) e investigadoras del Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio (IURP) de la misma universidad. La previsión, según nos cuentan en una entrevista con El Grito, es que los trabajos finalicen hacia el mes de noviembre de este mismo año: “Ha sido muy duro. Al principio hubo bastante reticencia por parte de la comunidad de expertos tanto nacional e internacional porque, al final, estás aplicando bacterias vivas a una obra de arte. Y eso choca. Ahora, hemos demostrado que funciona y que es aplicable en otras obras de arte en condiciones similares”.
Todo empezó hace más de 30 años cuando Pilar Roig, de la mano de un equipo disciplinar conformado por investigadores de la UPV y de la Universidad Politécnica, decidió presentar un proyecto de investigación al Ministerio de Cultura. Querían explorar nuevos métodos para restaurar la bóveda, deteriorada, en gran medida, por la Guerra Civil Española y por una mala intervención posterior que causó la pérdida de la pintura original.
“En los años 60, el método que se utilizaba para este tipo de restauraciones consistía en poner cola animal sobre la superficie para arrancar la parte más superficial”, explica Bosch. Se llama técnica Strappo, y permite extraer la capa pictórica de un fresco del muro y trasladarla a otro soporte para tratarla. Se separa únicamente la capa de color sin extraer la base de yeso o mortero. Pero en este caso, se arrancó parte de la pintura de forma irregular, dejando zonas con pérdida de pigmento.
El Ministerio de Cultura aprobó el proyecto al equipo de Pilar, que pasó los nueve primeros años realizando minuciosas pruebas y análisis para determinar los métodos de restauración más adecuados. En el año 2000 comenzó una nueva fase que implicó la limpieza y la conservación de elementos arquitectónicos, aunque no fue hasta 2010 cuando llegó el verdadero impulso de la mano de Pilar Bosch y la biolimpieza a base de bacterias.
“Estaba realizando mi tesis doctoral y me inspiré en el Camposanto Monumental de Pisa”, cuenta Bosch. Se trata de un cementerio histórico italiano conocido por sus frescos, que también sufrieron daños importantes tras un incendio en 1944 y que fueron agravados, posteriormente, por malas intervenciones con la técnica Strappo.
Madre e hija mantenían una estrecha relación con el restaurador Gianluigi Colalucci y el microbiólogo Giancarlo Ranalli, que en ese momento lideraban un proyecto de restauración de biolimpieza con bacterias. “Fuimos allí y nos empapamos de lo que estaban haciendo. Aprendí todo sobre la biolimpieza con bacterias y realicé mi tesis doctoral aplicándolo a la restauración de la iglesia Santos Juanes de Valencia”, cuenta.
La microbióloga lo compara con los probióticos: "Al igual que las personas nos los tomamos cuando tenemos ciertas dolencias, es posible utilizar bacterias buenas para 'curar' nuestras obras de arte". Aunque, en el caso de la Iglesia Santos Juanes, había muchos matices: “Tuve que adaptarlo a nuestras necesidades particulares. En nuestro caso, por ejemplo, no solamente teníamos las colas en los frescos, sino que también teníamos eflorescencias salinas procedentes de las heces de palomas. Había espacios entre las bóvedas y anidaban. Después, con la humedad, atravesaban el muro y se acababan depositando en la superficie de las obras”.
Otro de los grandes retos a los que se enfrentaron fue realizar la técnica in situ. Y es que mientras que en Pisa los frescos se llevaron a un laboratorio, en España la restauración se realizó directamente sobre la bóveda. Como aclara Bosch, “en su caso, tras el incendio de 1944, los frescos fueron arrancados de los muros, por lo que ya estaban desprendidos y almacenados en paneles para ser trasladados”. En Valencia, los frescos forman parte estructural de la obra, es decir, están integrados en la estructura del edificio, por lo que muchos de ellos no podían moverse sin causar daños irreparables.
Así, con la dificultad añadida de realizar los trabajos in situ y con una bóveda enorme y curva mucho más compleja, seleccionaron un tipo de bacteria concreta capaz de degradar esas dos sustancias (colas y nitritos procedentes de las heces de paloma) sin dañar la capa pictórica. Después, continúa explicando la investigadora, para poder aplicarlo tanto en horizontal como en vertical u oblicuo, “desarrollamos un sistema de aplicación basado en un gel de agar que procede de un alga. Este gel se adapta a cualquier superficie en cualquier posición, sea lisa o rugosa”.
Madre e hija aseguran que es la primera vez que esta técnica, bajo las condiciones concretas de la Iglesia Santos Juanes, se aplica en Valencia y en toda España. En este momento, Bosch está sumergida en otro proyecto con el Ministerio de Cultura junto a la Universidad de Santiago para la biolimpieza de grafitis. Mientras, Roig afirma que “me jubilé hace cinco años pero sigo en activo. Empecé este apasionante proyecto y lo estoy viendo acabar, aunque lo cierto es que creo que nunca voy a retirarme. La restauración es mi vida y continuaré haciéndolo por el resto de mis días”.