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Paco Roca: “la ia no crea de la nada, se está aprovechando del trabajo de muchos autores”

Por Diana Arrastia
Paco Roca en su estudio

Tiene La casa nominada a dos Goya y El abismo del olvido, que también tendrá su propia adaptación cinematográfica, vendiéndose como churros. Hablamos con el artista de estos y otros de sus proyectos, como su Catwoman en la Guerra Civil Española y una futura sorpresa en Astiberri.

Lo pequeño engrandecido. Lo local que se convierte en universal. La búsqueda de la memoria: familiar, social o histórica. El mundo interior por encima de la acción. La reflexión como ejercicio de todo. Todas estas hazañas, mayúsculas, corresponden a Paco Roca (Valencia, 1969), un narrador de historias que ha hecho del intimismo de sus cómics su sello más propio y personal. Uno que también adora el cine. Por eso La casa (2015) –premio Eisner 2020 a la mejor obra extranjera– fue llevada a la gran pantalla el pasado 2024 y luchará por dos premios Goya (a mejor guión adaptado y a mejor actor de reparto) en la próxima ceremonia de los galardones. Por eso su última obra también, El abismo del olvido (2023) –que firma junto al periodista Rodrigo Terrasa–, será también adaptada al cine. No son sus únicos cómics en la pantalla. Arrugas (2007) se llevó el Goya a mejor guión adaptado y a mejor película de animación en 2012. El propio Alejandro Amenábar cayó rendido ante El tesoro del cisne negro (2018), que convirtió en serie.

Mientras todo esto pasa, el autor multipremiado y architraducido sigue tallando ese universo tan propio que toca el corazón de quien lo contempla: lo lee y lo observa. Ya sea con historias sujetas a una investigación histórica –como las fosas comunes en el franquismo que aborda en su último cómic–, de componente social –como el Alzheimer y las residencias de ancianos de Arrugas– o de tintes autobiográficos: una foto familiar en una playa valenciana de 1946 que inspiró Regreso al Edén (2020), un homenaje a su madre; o el duelo por la pérdida de un padre que alumbró La casa.

Paco Roca, siempre de cerca. Ahora, aguanta el stand by de su Catwoman en la Guerra Civil Española al tiempo que se aplica en su nuevo cómic, muy personal, sobre las relaciones de pareja. Maneras, hallazgos gráficos y narrativos que el autor utiliza para comprender el mundo y, por ende, entenderse a sí mismo.

Portada del cómic ‘El abismo del olvido’
Viñetas del cómic ‘El abismo del olvido’

Ha logrado ser internacional sin despersonalizar su obra, convirtiendo lo local en universal. ¿Cómo se consigue?

La verdad es que no lo sé muy bien. Creo que, a veces, tenemos un poco de complejo y pensamos que lo local no funciona de forma internacional. Es verdad que nos hemos acostumbrado a esa visión, en cierta manera anglosajona, en la que aceptamos cualquier historia que nos viene del lugar más remoto de Estados Unidos y nos la tragamos como universal. Sin embargo, cuando hablamos de nuestras cosas, de esos puntos locales, de eso autóctono, parece que tengamos la sensación de que no va a interesar a nadie. Todavía hay ciertos prejuicios en determinados temas y para llegar a algunos países, pero, en general, creo que lo local se acepta bien en este tipo de cómic que llamamos novela gráfica, que es más parecido a la novela. El localismo funciona como exotismo en muchos casos y, por otro lado, la verdadera conexión son los temas universales y la empatía con los personajes.

Lo que nada tiene que ver con el contexto…

Nada. Si fuese tan difícil conectar desde lo local a lo universal, la mayoría de la literatura universal no existiría, ni la presente ni la antigua. Más allá de dónde localices tu historia, hay un punto que es el universal donde todo coincide. Por ejemplo, antes del verano, estuve en Estambul, donde se presentaba el cómic de La casa, que se acababa de editar. Cada uno de nosotros, cada cultura, es capaz de encontrar su conexión con esa historia: cómo nos enfrentamos al duelo, a los recuerdos, a vaciar una casa familiar…

¿Ser consciente del éxito es bueno o es mejor apartar la consciencia del camino?

¡No es nada bueno! Cuando estoy trabajando, intento no pensar en nada más que en la historia. Me encanta que me den premios y el reconocimiento, porque vivir de la cultura es muy complicado. Me considero afortunado por tener la visibilidad que tengo, estoy encantado. Eso me permite, además de poder vivir de mi profesión, tener una cierta seguridad a la hora de pensar que existen unos lectores detrás que me van a seguir. Pero intento que todo eso se quede fuera de mi estudio. Creo que a lo que se tiene que enfrentar un autor delante de la hoja en blanco es a sí mismo, a sus retos personales, a intentar crecer, a buscar nuevos elementos, aunque esté todo inventado. Es una lucha más personal que plantearte que estás revolucionando un medio. Si eres muy consciente de ese éxito, creo que te vuelves más cobarde y más temeroso de perder lo que ya tienes. Puedes incluso también pecar de autocomplacencia y de esforzarte menos porque piensas que todo lo que hagas va a funcionar.

Sus cómics son siempre una reflexión sobre el mundo y la vida. ¿Por qué esa dosis de intimismo en todo lo que crea?

Tengo la suerte de poder hacer los cómics que me apetece hacer, buscando siempre esa reflexión. No pienso demasiado en los lectores, confío en que me van a seguir haga lo que haga. Creo que esto también es un poco parecido a cuando te gusta un grupo de música. Te vas a comprar su disco porque, al final, se trata de su forma de entender la música o de que habéis crecido juntos a lo largo del tiempo. Si ahora hace soul, pues bien. Si ahora hace rock, pues también. Confío en que mis lectores son un poco así, en que compartimos una mirada especial o en que yo los he educado con mi mirada, que les gusta. Hablaba Picasso de que el arte le sirve al artista para comprender el mundo. Para mí el cómic es el medio de explorarlo y, lógicamente, de entender al ser humano y, en primera o última instancia, a mí mismo. Es verdad que, al final, esto es también un tema un poco egoísta.

¿A qué se refiere?

A que intentas entenderte a ti mismo desde esa memoria familiar que he tratado alguna vez, o desde esa memoria social o histórica, para saber de dónde te vienen ciertos ideales, en qué se contradicen o en contra de qué están. Tengo la intención de que cada cómic me haga un poco mejor autor por los retos que me suponga. Siempre pienso que no voy a ser el mismo cuando empiezo un cómic que cuando lo acabo porque, en muchos casos, investigas sobre ti mismo. En el caso de La casa o Regreso al Edén, que son quizás los más personales hasta el momento, hacerlos me lleva también a una reflexión personal que va acompañada de un crecimiento como persona. Y confío también en que esas reflexiones van a llegar a los lectores.

Paco Roca en su estudio dibujando
Paco Roca en su estudio dibujando

Hay historias que nacen de escarbar dentro de uno mismo. Otras que se gestan a través de un trabajo de documentación. ¿Cuáles salen más fáciles?

Te lleva menos tiempo las que son personales, porque la documentación es diferente. Hay historias como El abismo del olvido que requieren mucha información, documentación, hablar con determinada gente, con historiadores… Los matices son muy importantes y necesitas pulir mucho las palabras que usas, cómo dices determinadas cosas porque se pueden malinterpretar. Son temas delicados. Y todo ello con la síntesis que normalmente acompaña al cómic, ya que nunca puedes decir todo lo que quieres, sino más o menos lo que te cabe en ese equilibrio de dibujo y texto. Historias como estas te llevan mucho más tiempo y mucho más esfuerzo.

En el caso de las personales, ¿el esfuerzo es más emocional?

Sí, es ese esfuerzo de meterte en historias que te hacen removerte por dentro. En el caso de La casa, mi padre acababa de fallecer y había que poner en orden todo eso. Revives momentos especiales, tienes el recuerdo como muy constante dentro de ti, estás dibujando a tu padre o situaciones que has vivido y que para ti son muy emotivas… Muchas veces, es un trabajo complicado de hacer… Sacar todo eso dentro y hacerlo de una forma interesante para todo tipo de lectores.

Después de La casa, El abismo del olvido llegará también al cine. No son sus dos únicas obras adaptadas. ¿Cómic y cine utilizan el mismo lenguaje?

Realmente, no. El cómic está más cerca de la literatura. A fin de cuentas, es un libro y el lector tiene otra forma de afrontarlo. Es una lectura íntima en la que está poniendo mucho más de lo que hay. En el cómic, lo que realmente ocurre es lo que pasa entre las viñetas, en ese espacio en blanco. Estás dejando en la página como una especie de síntesis. De hecho, para cada lector un cómic es diferente, ya que rellena de forma distinta todos esos huecos: lo hace más emotivo, lo hace menos emotivo… Pone mucho de su cabeza y, en eso, se parece a una novela. Incluso también, en un cómic, cuando te cansas, paras. En el momento en el que te has perdido, tiras unas páginas para atrás para detener a ese personaje. Todo esto te lleva a un tipo de narración que es la de la literatura. En el cine, el espectador es más pasivo y la estructura suele ser diferente.

Viñetas del cómic ‘Regreso al Edén’
Viñetas del cómic ‘Regreso al Edén’

Se está publicando más cómic que nunca en España, pero sigue sin construirse una industria propia sólida. ¿Qué tiene que cambiar para que esto ocurra?

Bueno, esto es complicado porque muchas veces miramos el mundo del cómic, sobre todo cuando estamos dentro, como un mercado extraño que no da para grandes cosas, donde la industria es muy precaria. Pero es que la industria del libro es un poco así, la cultura en sí. Los músicos, salvo unos pocos, no viven de lo que venden, sino de los conciertos. El cine también es un poco precario. La literatura, igual. Hay grandes editoriales, hay autores que pueden vivir muy bien de esto, pero la inmensa mayoría malviven. Son profesores de universidad, de instituto, se dedican a la traducción, son periodistas… En el cómic ocurre lo mismo. No está ni mejor ni peor, creo yo, que otras disciplinas de la cultura. Es cierto que no tenemos grandes bestsellers como la literatura, que sería la gran diferencia. No hay cómics que vendan medio millón de ejemplares, sino que un bestseller son 40.000 ejemplares, por ejemplo. Pero, en relación a la venta de libros en general en España, son más o menos las mismas cantidades. Nos faltan lectores en todo. En el mundo del cómic, lo bueno es que tenemos el ejemplo de industrias que funcionan, sobre todo la francesa. Pero funcionan porque es una tradición en su país y es difícil extrapolarlo a otros. De hecho, únicamente les funciona ese tipo de cómic a los franceses. El manga funciona en Japón, pero cada vez las tiradas son menores, aunque es verdad que a nivel mundial sí que funciona. La cultura es así… Necesitas muchos lectores para crear una industria que pueda mantener a sus autores.

También son muchos los autores trabajando para el mercado norteamericano y franco-europeo. Esto le convierte en un privilegiado y en una rara avis

Sí, no somos muchos los que podemos vivir del cómic en nuestro país. Hay algunas industrias, como la francesa o como los superhéroes en Estados Unidos, que permiten el oficio de dibujante. Hay una élite que puede vivir muy bien de hacer más o menos lo que le apetezca, pero la gran mayoría están sujetos a esas industrias, no haciendo siempre lo que les apetece y trabajando a un ritmo de entregas a muy corto plazo. Sin embargo, paralelo a esto, tenemos esa novela gráfica para un público local que se puede convertir en universal. Mis ventas mayoritariamente son en España, pero cada nuevo cómic sale en una decena de países. Siempre son tiradas más pequeñas que las de aquí, pero para mí es importante también ese global del mercado extranjero, aunque yo confío sobre todo en mi mercado.

¿Los autores que trabajan para estos mercados son menos libres?

Digamos que trabajan al gusto de los editores y el público de esos países. La mayoría de escritores en el mundo viven y conocen su propio mercado y, de una forma consciente o inconsciente, acaban tocando temas que son de interés en ese país, aunque luego puedan ser internacionales. Están creando ya en el imaginario de ese país y es más fácil llegar a conectar con ese público. Es muy difícil trabajar para un mercado que no es el tuyo y que luego te funcione en tu país. Tienes que olvidarte de lo local porque no puedes hablar ni de tu país ni del país en el que estás creando, ya que tampoco lo conoces perfectamente. Es una apuesta, tienes que crear ese mercado cuando no existe, pero es mucho más cómodo trabajar para industrias ajenas.

Portada del cómic ‘Arrugas’
Portada del cómic ‘Arrugas’
Viñetas del cómic ‘Arrugas’
Portada del cómic ‘La casa’
Portada del cómic ‘La casa’
Viñetas del cómic ‘La casa’
Viñetas del cómic ‘La casa’
Portada del cómic ‘El tesoro del Cisne Negro’
Portada del cómic ‘El tesoro del Cisne Negro’
Viñetas del cómic ‘El tesoro del Cisne Negro’
Viñetas del cómic ‘El tesoro del Cisne Negro’
Portada del cómic ‘Regreso al Edén’
Portada del cómic ‘Regreso al Edén’
Viñetas del cómic ‘Regreso al Edén’
Viñetas del cómic ‘Regreso al Edén’
Viñetas del cómic ‘El abismo del olvido’
Viñetas del cómic ‘El abismo del olvido’
Viñetas del cómic ‘El abismo del olvido’
Viñetas del cómic ‘El abismo del olvido’

Primero trasladaste a Batman al Benidorm de los años 40 y ahora te llevas a Catwoman a la Guerra Civil para amenazar los tesoros del Prado. ¿Jugar con estrellas de DC y salirse del universo de uno mismo es un ejercicio positivo?

Yo me lo paso muy bien, siempre que sean cosas puntuales. Si no fuera así, quizás me cansaría de ese tipo de historias, porque a mí el cómic me interesa en un sentido más personal de poder buscar temas que me lleven a la reflexión, y que esos temas o esa forma en la que tienes que contar esas historias te lleven a retos narrativos que quizás son más difíciles de encajar dentro de una industria como la de los superhéroes. Yo necesito, además, muchas páginas para poder contar mis historias, son formatos que quizás no encajan exactamente dentro de esa industria. Pero, de vez en cuando, salir de ahí y probar otro tipo de cosas, me parece interesante. Es una forma, también, de mezclar mundos, porque intentas llevarte del tuyo algunas cosas que crees pueden funcionar en el de los superhéroes y luego, cuando vuelves, también te has traído algo: una forma de dibujar o algún tic que te puede servir luego para tus historias más personales. Me lo he pasado muy bien haciendo Batman y con esta historia de Catwoman era un poco lo mismo: intentar quedarte en los dos terrenos, entre el superheroico de aventuras y ese tipo de cómic más de memoria o con un poco más de reflexión. Lo que pasa es que ha habido un pequeño problema… Esto lo hacía por medio de una editorial que es ECC y últimamente parece que no están las cosas muy bien, no sé si han llegado a perder los derechos de DC, por lo que el proyecto ha quedado en el aire. Lo tenía muy adelantado con bocetos y con el guión de los cuatro números terminado, ya para empezar a dibujar, pero se ha quedado en una especie de limbo.

Hace poco la editorial Cartoon Books decidió comercializar un libro ilustrado en su totalidad mediante inteligencia artificial. ¿Qué opina del uso de esta herramienta en el mundo del cómic?

Es una herramienta que, de momento, lo que está haciendo es utilizar el trabajo de mucha gente y usarlo sin permiso: una inteligencia artificial no crea de la nada. Ningún artista crea de la nada, algo que tenemos asumido y, en el fondo, todos venimos de algún lado, pero somos autores que vivimos de nuestro trabajo. Al final, lo que hace la inteligencia artificial es aprovecharse de todo este trabajo, de toda esa base de datos creada a partir de otras personas, sin pedir permisos ni pagar ningún tipo de derechos. En ese sentido, hacer un cómic sin contar con sus autores es un poco una falta de respeto. Otra cosa es que un autor esté utilizando esas herramientas para crear algo que pueda entrenar esa inteligencia artificial con su trabajo, para que le ayude en alguna de las fases del proceso de producción… Eso me parece muy útil y ya se utilizan programas desde hace mucho tiempo, pero otra cosa es suprimir de la ecuación al autor. Si ya es precaria la situación de la mayoría de autores, tener que competir contra las máquinas va a ser nuestro final.

¿Qué puede avanzar de su nuevo proyecto para Astiberri?

No mucho, ahí estoy… Ya tengo el guión, estoy con los bocetos y, si todo va bien, saldrá a finales de año. Es una historia también muy personal, un poco al hilo de La casa, que reflexiona sobre algo que creo que todos vivimos en cierta manera, que son las relaciones de pareja. Hasta qué punto se sostienen en el tiempo o son algo que está siempre abocado al fracaso y, si no al fracaso, a una situación de aceptación que no se debería aguantar… Va un poco por ahí.

¿Con qué sueña profesionalmente?

¡Con muchas cosas! Mis retos no son, para nada, conseguir premios, ni ventas, ni nada de eso, sino encontrar un camino en el cómic para contar un determinado tipo de historia. Mis historias van cada vez más hacia lo introspectivo de los personajes que hacia lo que hacen, al igual que el cine también ha ido buscando sus propias herramientas para hablar del mundo interior. Uno de mis retos es intentar encontrar una forma visual atractiva y una narración ágil que pueda mostrar, como lo hace la literatura, ese mundo interior de los personajes. Ese camino es el que ahora me interesa.