JEFF KOONS: “Todo gira en torno al espectador, también el arte”
Por Sol G. Moreno
Es el artista vivo más cotizado. Comenzó su carrera como corredor de bolsa en Wall Street pero pronto se pasó al mundo del arte, donde aprendió que la mejor manera de vender su imagen –y sus obras– era contratando una agencia de publicidad. Por eso lleva décadas liderando el mercado. Ahora, gracias al Museo Picasso de Málaga, expone con el autor del Guernica en un lugar privilegiado: La Alhambra.
Pocos autores venden mejor que Jeff Koons su obra y su propio discurso, anclado en los maestros clásicos, la historia del arte y la filosofía occidental (aunque mirando piezas suyas como Puppy o Tulipanes del Guggenheim, nadie diría que esconden un contenido tan profundo). Es como si sus obras fuesen por un lado y su alegato intelectual por otro; como si el autor americano quisiera satisfacer los intereses del público, que adora sus obras, y de la crítica más snob, que le considera una versión 2.0 de Warhol.
No se puede negar que es el Rey Midas del mercado del arte, pues ha alcanzado las máximas cotas a las que puede aspirar un autor: su escultura Rabbit marcó en 2019 el récord para un artista vivo en subasta con 91 millones de dólares. Por eso choca tanto que tenga esa necesidad por validar su trabajo, o que nos quiera hacer creer que sus esculturas globo de animales son un símbolo comparable al caballo de Troya; porque les hace perder frescura. ¿Acaso no pueden ser una continuación de aquel urinario de Duchamp que se reía de lo más posh de la sociedad de principios del siglo XX? ¿O un ejemplo de cómo el marketing lidera nuestra era?
Lo cierto es que Koons encarna a las mil maravillas el sueño americano. Era un chico de Pennsylvania que se crió en la América rural y viajó a Nueva York para abrirse camino en el difícil mundo de Wall Street. De la bolsa pasó al arte, primero con unas piezas conceptuales cercanas al ready made, más tarde con unas esculturas afines al pop. Hoy en día es uno de los creadores más ricos del mundo y entre sus detalles personales nos encanta mencionar que estuvo casado con la Cicciolina o que colaboró con Lady Gaga.
Este lunes presenta Reflejos. Picasso/Koons en La Alhambra, una exposición organizada por el Museo Picasso de Málaga y la Fundación FABA que le ha permitido reencontrarse con uno de sus maestros, cuyas obras visitaba diariamente en el MoMA cuando trabajaba allí en 1977, y conocer en persona este mágico lugar de Granada.
Se estrena en Andalucía por la puerta grande: en La Alhambra y junto a Picasso. ¿Qué más se puede pedir?
Estoy emocionado de poder mostrar tres de mis obras de diferentes series junto a dos piezas de Picasso en el Palacio de Carlos V. Ese diálogo para mí es muy importante, porque yo me baso en la historia del arte, en cómo funcionan nuestras vidas y cómo los artistas pueden comunicarse con la gente. Tal vez sea una muestra a pequeña escala, pero para mí es una gran exposición que permite un diálogo sobre la intemporalidad del arte, que está anclado en la calidad espiritual del mundo español y en la creencia del humanismo.
Una de sus obras presente es Gazing Ball (David, la intervención de las sabinas), donde homenajea a Jacques-Louis David y su lienzo lleno de dinamismo. ¿Qué es lo que más le gusta de este cuadro?
Me encanta la acción y la batalla que está teniendo lugar en la escena, disfruto mucho con David. Pero lo que realmente me entusiasma es que Gazing Ball va a yuxtaponerse a Cabeza de guerrero de Picasso. Una de las cosas que quiero celebrar con mi trabajo, y que recogí de la producción del autor malagueño, es que todos tenemos la oportunidad de ser libres y de trascender. Para mí las artes son un diálogo filosófico sobre cómo podemos ejercer esa libertad y regocijarnos en ella. ¡Yo he recibido tanta alegría de la obra de Picasso! Y ver esa pelota de tenis como el globo ocular de Cabeza de guerrero es increíble, en cuanto que es un ready-made de un modelo ya establecido.
Supongo que ese detalle le llama la atención porque usted mismo añade un elemento semejante a todas las esculturas que componen la serie: una bola azul reflectante. ¿Por qué esa obsesión?
Esa bola es una especie de adorno para el césped, un elemento de observación prefabricado que la gente utiliza para los jardines. Me gusta que mis obras tengan referencias artísticas, pero también algunos elementos con los que estamos familiarizados. Desde principios del siglo XX hasta hoy, los objetos de la vida cotidiana están aquí, forman parte de nuestro ADN y de lo que constituye una experiencia cultural. De modo que no es solo arte lo que ves; es pan, es el mantel que tienes, los rayos de sol que entran por la ventana de tu habitación… Somos todos nosotros. Por otra parte, me encanta la luz, es como un símbolo de la energía del universo. Por supuesto, si estás en una habitación oscura, esa bola azul se verá completamente negra; pero si estás en una galería como la del Museo de Bellas Artes de Granada, reflejará las obras españolas que la rodean y reflejará al público, de modo que todo se comunicará. Porque, en el fondo, todo gira en torno al espectador; el arte está para servirle, igual que todas las experiencias de su vida.

¿Así que trata de provocarnos o de hacernos participar en la obra?
Me gustaría pensar que en esta ocasión va a servir para explorar el espacio y aprender más sobre las diferentes obras expuestas. A principios de los años noventa ya creaba piezas que eran liberadoras y absolutamente intrépidas, tan comprometidas y metafísicas en sus gestos, que comunicaban a cualquier espectador que podemos seguir trascendiendo.
La muestra granadina se centra en la mitología, habitualmente llena de anatomías humanas desnudas. ¿Qué papel juega el erotismo en su obra?
Yo disfruto de la vida y me gusta celebrar. Los seres humanos respondemos a estímulos y somos capaces de percibir el mundo a través de nuestros sentidos; creamos ideas a partir de esas sensaciones. Para mí el erotismo y el deseo son algo hermoso, porque expresan energía vital, igual que una flor mirando al sol. En el caso concreto de Las tres Gracias de Picasso en las que hemos estado trabajando, está el sentido de la sensualidad de las figuras, pero también hay un componente maternal de promesa de vida.
¿Cómo en El origen del Mundo de Courbet?
Sí, eso es.
Volviendo a Picasso y a la libertad de la que hablaba antes: algunas de sus obras más eróticas fueron censuradas en su tiempo. ¿Usted ha sufrido ese tipo de rechazo?
A mí me encanta la producción erótica de Picasso, especialmente la tardía. Y tengo que decir que estoy muy agradecido de tener la suerte de convivir con algunas de estas piezas. Con respecto a mi trabajo, a finales de los años ochenta hice una serie titulada Made in Heaven donde quería poner el foco en la auto-aceptación, porque pensaba que muchas personas no se aceptaban a sí mismas. Utilicé el cuerpo como metáfora. Mi intención era desarrollar una propuesta que tuviera mucho que ver con los placeres carnales [la serie muestra felaciones y otras formas de sexo explícito], por eso algunas personas criticaron duramente aquel trabajo. Pero yo sigo estando muy orgulloso de él.


Sé que usa la tecnología para desarrollar sus proyectos, me pregunto si ha recurrido ya a la Inteligencia Artificial.
¡Por supuesto! Casi todo lo que hacemos hoy en día está ligado a la IA de alguna manera. Las plataformas que utilizamos en los diferentes programas están incorporando automáticamente este tipo tecnología inteligente. ¡Es un recurso increíble! Cuando usábamos internet era como tener una biblioteca local, ahora en cambio, tenemos absolutamente todo el conocimiento humano a nuestra disposición. En este momento, todavía lo veo como una herramienta, pero estoy seguro de que en el futuro la IA será un agente más.
¿Cree en la obra de arte como en un producto, o es algo más?
Si me lo permite, quisiera volver atrás. Estoy muy a favor de la IA, no le tengo miedo porque creo en la singularidad del ser humano, que no tiene nada que ver con ser procesado a través de ceros y unos.
¿Y qué le parece los que dicen que su arte es kitsch y superficial? ¿O los que hablan de Koons como una marca?
Lo considero algo inevitable. Los artistas se dedican a servir al público y ser lo más generosos posible; compartes con el resto de la gente tu forma de ver el mundo, tu propia experiencia vital y cómo el arte te ha aportado trascendencia. Siempre me siento algo herido porque, como comunicador, desearía llegar a todo el mundo, aunque me siento más cuestionado por el hecho de que no se haya podido percibir el contexto que me interesaba.
No parece que esas críticas hayan afectado a la demanda del mercado: se convirtió en el artista vivo más cotizado cuando Rabbit alcanzó los 91 millones de dólares en Christie’s. ¿No le abruma un poco?
La verdad es que nunca pensé en el dinero. Crecí con los autores de mi generación hablando de arte y de lo que queríamos hacer; todo lo que ha llegado después ha sido completamente increíble. Pero siempre he creído que si podía hacer algo que fuera de valor intelectual para la sociedad, me cuidarían y podría seguir haciendo mi trabajo.
Como coleccionista, ¿cuál es el máximo dinero que estaría dispuesto a pagar por una obra de arte? ¿O cuál es la pieza más cara de su colección, quizá una suya?
En realidad no lo sé. Disfruto mucho con las obras de Picasso, tengo algunas que son muy especiales para mí como por ejemplo una cabeza de bronce de 1906, varias piezas del final de su vida datadas hacia 1969 y una pintura en mi habitación. Cada mañana me quedo con la boca abierta cada vez que la miro.