Nicholas Nixon (Detroit, 1947) se ha dedicado gran parte de su vida al retrato y a la fotografía social. Por ejemplo, reflejó el sida de los años 80, cuando todavía no existían terapias farmacológicas en condiciones y era como la peste: si te contagiabas, morías. Por aquel entonces, las personas con esta enfermedad que aparecían en los medios de comunicación eran hombres homosexuales, todos ellos demacrados, al borde de la muerte. Muy alejados de las tribulaciones y del día a día de cualquier familia acomodada que los viera. “Nadie hablaba sobre la humanidad de aquellos seres humanos, lo que me parecía una mezquindad —reconoce ahora—. Pensé, arrogantemente, que un libro con fotografías de individuos —People with AIDS—, podría mejorar la actitud de la gente”.
En la mayoría de ocasiones utiliza cámaras de gran formato para llegar allí donde no llega el ojo humano. En The Brown Sisters retrató el paso del tiempo. Cuatro hermanas —entre ellas, su mujer—, fotografiadas durante décadas. Siempre en el mismo orden, siempre enfrente del objetivo, siempre cerrando el paso a la profundidad de la propia instantánea… Un ciclo que terminó debido a que dos de ellas no quisieron seguir apareciendo, aunque a él le habría gustado continuar “hasta que los retratos de cuatro pasaran a ser de tres o de dos”, ya que esto le habría dado “un sentido de supervivencia”.
Viendo sus fotografías, como por ejemplo las de Porches o Couples, uno tiene la sensación de que esconden grandes relatos. Historias pasadas que se quedaron en el olvido. Él también tiene muchas. Una de ellas, la de haber sido señalado por distintos estudiantes del Massachusetts College of Art por conducta inapropiada —les pidió que se fotografiasen desnudos—, además de enviar correos electrónicos con contenido sexual explícito, lo que conllevó su dimisión voluntaria del centro educativo.
Sus hijos pequeños también han sido bellamente retratados sin ropa. Así como el alma de numerosos seres normales y corrientes. Porque Nixon, cuando fotografía, lo que busca es sacar el interior de la gente. Sus emociones, sus relaciones de afecto, sus alegrías o tristezas, sus momentos frágiles o fulgurantes. El paso del tiempo, el amor o la enfermedad son algunos de los temas sobre los que versa su obra que, paradojas de la vida, propone al que la admira una profunda reflexión sobre su propia condición humana.
La fotografía social, ¿es incómoda por naturaleza?
Sí. Las imágenes pueden cambiar la mentalidad de las personas. Son por naturaleza complicadas. Sin embargo, mejorar esta sociedad es difícil. Hacerlo a través de la fotografía también es difícil, tal vez imposible.
A mucha gente le desagradó especialmente People with AIDS.
Estas fotografías representan un momento y un lugar en los que la medicina no podía hacer nada por estos pacientes. Recuerdo cuando el proyecto encaraba su recta final, que muchos de ellos no pudieron continuar viviendo. Pero esto no es tan lejano. Hoy tenemos otras enfermedades, como por ejemplo el cáncer.
En líneas generales, a nadie le gusta contemplar este tipo de realidades. ¿Quizás seamos demasiado egoístas?
El paso del tiempo, el amor, la enfermedad... Trata siempre temas que trascienden al ser humano. Que habitan en nuestro inconsciente y nos afectan hayamos nacido en el momento que sea.
Todas ellas son cuestiones que conviven con nosotros. Que son parte de nuestra vida, de nuestra sangre incluso. Si te fijas, mis primeras fotos muestran únicamente paisajes, pero con el tiempo me cansé. Entonces, comenzó a aparecer gente. Aunque fuera de lejos, muy pequeña. Fue un proceso. Al final, se convirtieron en los protagonistas.
En uno de sus libros, Tolstói hizo referencia a una vieja fábula en la que un viajero es perseguido por un dragón, que representa la irremediable muerte en nuestras vidas. Ryunosuke tiene otro cuento que también trata sobre lo mismo. Si yo tuviese que pensar en una serie de fotografías que reflejaran esta obsesión del ser humano, sin lugar a dudas sería The Brown Sisters
No me sorprende que mucha gente se preocupe por la vida y la muerte. No es una terrible sorpresa. Sé que de alguna forma yo también moriré como un animal, y me parece bien. Y que de mí surgirán otros animales, y también me parece bien. Es cierto que la mayoría de nosotros llevamos el peso de la muerte sobre nuestros hombros, pero también lo es que la vida es una buena historia. No deberíamos de tener motivos para negar su final o sentirnos mal por ello.
El proyecto The Brown Sisters surgió por casualidad. La primera foto fue tomada de manera espontánea, sin planificación. Así como la segunda. Fue a partir de esta última cuando pensé en plasmar el paso del tiempo y realizar una serie, tras comparar las dos primeras. En 2022 sin embargo, consensuamos finalizarlo
¿Qué papel juegan en sus fotografías los gestos, cuerpos y rostros de los personajes que retrata?
Los gestos para mí lo son todo. Expresan lo que la gente es. Son la forma en la que nos mostramos. Lenguaje puro. En la serie The Brown Sisters por ejemplo, todas ellas posan siempre en el mismo orden, acaparando todo el protagonismo, cerrando el paso a la profundidad de la propia instantánea… En una buena fotografía no puede haber nada vacío, si dejas una esquina en blanco, esta te tiene que contar algo.
En los 70 realizó una serie de fotografías a personas en peligro de exclusión social que vivían en las orillas del río Charles de Boston —Porches—. Llama la atención lo cerca del objetivo que se encuentran sus protagonistas.
Cada persona es valiosa en sí misma. Poner el foco en ellas es una manera de decir que importan. Cuando te aproximas lo suficiente, adquieren relevancia. Me gusta acercarme lo máximo posible. Por eso cuando fotografío a alguien es como si bailara con él o lo abrazara. Es lo más parecido a un beso.
Y todo esto con una cámara de gran formato.
Las imágenes que se toman con este tipo de cámaras son más nítidas. Obtienes una mejor descripción del espacio, un mayor detalle. De los ojos o la piel. Esta extrema nitidez hace subrayar más la emoción y las hace más intensas.
Todas sus instantáneas son en blanco y negro, ¿por qué?
Las fotografías en blanco y negro son autenticas. No puedo imaginar azules o amarillos en las mías. Los colores me resultan artificiales.
Dígame algún escritor o escritora norteamericanos que le gusten especialmente.
David Foster Wallace, quien también sabía algo sobre retratar a la sociedad norteamericana, me recuerda mucho a las fotografías de Martin Parr. ¿A qué escritor o escritora pondría usted en las suyas?
¿Qué opinión le merece Trump?
¿Y qué le parece la obra de Peter Hujar?
Le admiro. Es muy espiritual.
¿Es más difícil retratar edificios que personas?
Es más fácil. Ellos no hablan.
En 2018 fue señalado por algunos estudiantes del Massachusetts College of Art, que lo acusaron por conducta inapropiada. ¿Qué impresiones saca hoy de lo sucedido?
Se produjo un gran furor que estuvo alimentado principalmente por las redes sociales, mi propio lenguaje y mis labores en la universidad. La reacción que propició paralizó mi carrera. Mi trabajo ahora sigue siendo el mismo. Es lo único que puedo hacer.
¿En qué obra está inmerso ahora y cuál será su próximo proyecto?
Después de leer ‘Las vidas ocultas de los árboles' de Peter Wohlleben, me conmovió mucho la evidencia de que los árboles se comunican, se curan y se protegen unos a otros. Son, además, testigos silenciosos de nuestros esfuerzos fallidos, de nuestra locura. Así fue como comencé a tener un sentimiento místico sobre ellos. Durante los últimos cinco años me he dedicado a fotografiarlos. El resultado es la serie Ginkgo que estará expuesta hasta el 21 de diciembre en la Robert Klein Gallery. De momento no sé qué haré después.