Alejandro Vergara Sharp: "Cuando pinta, Rubens piensa como un poeta"
Por PALOMA PRIMO DE RIVERA GARCÍA-LOMAS
Visitamos la exposición El Taller de Rubens en el Museo del Prado y conversamos con Alejandro Vergara Sharp, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte de la pinacoteca, y uno de los máximos expertos mundiales en la figura del célebre pintor.
Un elegante cortinaje rojo en terciopelo de seda da la bienvenida a la exposición en la sala 16B, junto a la galería central del museo. Evocador detalle para hacer viajar al visitante en el tiempo y mostrar el proceso creativo de uno de los pintores más exitosos y prolíficos de la historia, Pedro Pablo Rubens, además de desvelarnos cómo los pintores europeos trabajaban con los talleres, un sistema heredado de los artesanos medievales.
El comisario Alejandro Vergara Sharp nos recibe en la puerta e invita a comprender más al maestro flamenco a través de “la marca Rubens”, en una visita experiencial y didáctica.
Se puede aprender a discernir los diferentes niveles de colaboración y calidad en la pintura producida en su taller: de donde salía la máxima calidad artística producida en Europa y un enorme volumen de producción. Se conocen en torno a mil cuatrocientas obras documentadas. Es en Madrid, en el Museo del Prado, donde se alberga la mayor colección del artista en el mundo, con más de noventa obras. “Toda obra producida en su taller es un producto de su marca” señala el también comisario- “Rubens contrata pintores ya formados para que le ayuden a aumentar la producción, no hay constancia de que contratara jóvenes aprendices”. Destacan entre sus colaboradores grandes artistas como Van Dyck, Snyders o Jordaens en un taller que llegó a aunar veinticinco ayudantes.
La exposición pretende llamar la atención sobre la tecnología y el conocimiento práctico –la tekné–. Cuadros que nos ayudan a comprender la técnica de pintar por fases que se utilizaba en época del taller de Amberes. Treinta obras que incluyen pinturas realizadas: solo de mano del Maestro, otras pintadas por sus ayudantes y otras, resultado en diferentes grados de colaboración, inclusive con artistas especializados, como Frans Snyders, habitual colaborador especialista en paisajes, animales o bodegones.
Interesante propuesta con enfoque lúdico y didáctico, la exposición propone al espectador enfrentarse a dos versiones del retrato de Ana de Austria, reina de Francia. Ambos son muy similares, uno es pintado por Rubens y otro, copia de gran calidad realizada por su taller. El espectador solo podrá descubrir la autoría de los mismos después de la contemplación y en un juego adivinatorio a través de un código QR.
Por otro lado, se ha instalado una escenificación del taller amberino del pintor –basada en imágenes de talleres contemporáneos–, donde se exponen materiales y objetos que evocan su vida y actividad profesional: caballetes, lienzos, tablas, bocetos, mármoles, paletas, tarros de pinturas, pigmentos, aglutinantes, pinceles o tientos entre otros. Llama la atención el olor a trementina en la sala que permite sentir e imaginar olfativamente cómo era el taller del artista en el siglo XVII, brindando la oportunidad de tener, además, una experiencia olfativa inmersiva, evocando la idea de que la pintura “se hace”.
Rubens era el pintor más exitoso y conocido de su época. Un hombre avanzado a su tiempo, emprendedor, humanista, gran conocedor de la cultura clásica, políglota –hablaba seis idiomas–, diplomático, pero sobre todo, con una gran formación académica. Alcanzó un estatus nobiliario gracias también a sus dotes diplomáticas –Isabel Clara Eugenia en 1609 “le ciñó la espada” con el consiguiente privilegio de poder portarla–, desvela Vergara. Por ello se incluye en la escenificación del taller, junto a la capa y el sombrero de ala ancha que gustaba vestir según varios autorretratos. Cada detalle en esta exposición está minuciosamente ideado. Dicho sombrero, presente para evocar el lujo con el que vestía el pintor, ha sido realizado con materiales de antaño como pelo de castor teñido con agallas de roble y palo campeche, por la sombrerera y doctora en Historia del Arte, Ana Lamata. En la mayoría de los escasos existentes autorretratos del pintor, aparece con dicho sombrero con porte aristocrático, en cambio, nunca se autorretrató con referencia alguna a su profesión.
Para reforzar el discurso expositivo y profundizar en la forma de trabajar de Rubens y de sus colaboradores, en la sala se incluye un video con la recreación del proceso de creación por fases de la obra Mercurio y Argos, con materiales y técnicas históricas, realizada por el pintor Jacobo Alcalde Gibert. Desde la preparación y el encolado del lienzo en blanco, hasta la obra terminada y barnizada.
El taller de Rubens era el espacio donde el pintor y sus colaboradores desempeñaban su oficio, y también el lugar donde se desplegaba ese maravilloso acontecimiento, que es la creación artística.
Mercurio y Argos Pedro Pablo Rubens y taller Óleo sobre lienzo 1636-39 Madrid, Museo Nacional del Prado
Filopómenes descubierto Pedro Pablo Rubens y Frans Snyders Óleo sobre lienzo h. 1609-10 Madrid, Museo Nacional del Prado
Demócrito, el filósofo que ríe Taller de Pedro Pablo Rubens Óleo sobre lienzo 1636-39 Madrid, Museo Nacional del Prado. Saturno devorando a un hijo Pedro Pablo Rubens Óleo sobre lienzo 1636-39 Madrid, Museo Nacional del Prado
En su libro ¿Qué es la calidad en el arte? señala que “la herramienta con la que Rubens logra transmitirnos sentimientos es su técnica pictórica. La verosimilitud y energía del cuadro animan a acercar la mirada, a intentar comprender su misterio”. ¿Cómo definiría la técnica rubensiana y su energía?
Rubens era un hombre hipersensible. Apreciaba con sensibilidad ese pálpito que hay en la naturaleza, capaz de ver lo que hay realmente vivo ahí y transformarlo en pintura. Su oficio le permite dibujar muy bien y además, puede ser libre en la pincelada, mezclar tonos distintos, jugar con las texturas, crear como ‘crestas’ cuando quiere más densidad o licuar la pintura cuando quiere menos. En Rubens la técnica está al servicio de otra cosa. Una energía con talento artístico extraordinario, saca virtudes a la pintura que son nuevas, que tiene que ver con la rapidez y la improvisación, por ejemplo.
¿Qué quiere decir con “lo mejor de Rubens es la empatía”?
Por lo que nos hace sentir. En última instancia siempre está al servicio del sentimiento, más que otros pintores. Por ejemplo, en el cuadro Mercurio y Argos, presente en la exposición, hay una ternera. Rubens humaniza al animal gracias al brillante toque de blanco sobre el círculo negro del globo ocular. Según cuenta Ovidio en Las Metamorfosis, una chica llamada Io, ha sido transformada en ternera por historias entre Júpiter y Juno. Esa ternera que sigue siendo humana, se encuentra perdida buscando a su familia y no les encuentra. Cuando por fin los localiza, no la reconocen, y ese es un momento de mucho dolor para la chica, el dolor de la pérdida del ser querido. Rubens lo siente con una intensidad terrible –ha perdido a su primera mujer y a su hija– y lo traslada al lienzo, transmitiendo la profunda cara de pena de la pobre chica –ternera–, a eso me refiero con empatía. Él está pensando cuando pinta, lo que piensa un poeta, y lo transmite a través de su técnica, la pintura. El artista generoso está pensando en los demás, el artista vanidoso en sí mismo. Rubens era un artista muy generoso y enormemente sensible a la belleza.
Fue un emprendedor de la vida moderna, por su taller y sistema de producción. ¿También por la consciencia de saber dónde y con quien había de estar?
Lo más interesante y significativo es su pintura, su intensidad, su pasión y la belleza de su pincelada y de su lenguaje. Su pintura es lo que está en el centro de todo y lo que genera lo demás. Además fue un emprendedor, un empresario. Le importaba mucho el éxito, quiere ganar dinero, quiere reconocimiento social, pero es secundario. La dificultad es nuestra, para entender hoy, que un gran artista de entonces podía tener una mente empresarial, somos herederos del siglo XIX pensando que la pintura y el arte son otra cosa.
Dicho modelo, ¿fue un ejemplo a seguir por otros artistas?
Los pintores no estaban muy bien considerados socialmente, Rubens trabaja en labores diplomáticas al servicio del rey de España, pero también señala el monarca, que si las negociaciones avanzan, entrará un personaje de rango. Hay una paradoja, la élite de ese mundo adora la pintura pero paga poco por ella, y aún favoreciéndoles en algunos ámbitos, mantienen a los pintores en un techo de cristal, por no tener nobleza de sangre. Momento en que los pintores luchan por tener más estatus, y hay una serie de figuras que se convierten en ejemplares, como es Tiziano, Rubens o Van Eyck con el Duque de Borgoña. Se busca la imitación de Rubens como modelo social, pero como dice Pacheco, suegro de Velázquez, en Arte de la pintura, “a pesar de los favores reales, fue su pintura la que le hizo llegar”. Velázquez lo entendió muy bien.
“A pesar de los favores reales, fue su pintura la que le hizo tener a Rubens un mayor estatus”
En Amberes se producía pintura para la exportación. ¿Cómo se producía el transporte de las obras en esa época?
En el caso de Rubens no tenemos constancia de cómo viajaban sus obras, aunque los lienzos principalmente irían enrollados sin bastidor. Las obras al óleo sobre tabla como Las Tres Gracias, debieron llegar en una caja sellada con cera. Cien años antes de Rubens, Amberes era ya el principal exportador de pintura de Europa. Las grúas, las cajas, los barcos estaban preparados en la ciudad para exportar obra. Rubens comentó en una ocasión, que cuando se desembale una obra que esté un poco estropeada, que quien la reciba, la exponga al sol, para que recupere frescura.
“Todas las obras que salían del taller de Rubens, incluidas las copias, se consideraban productos de lo que podemos llamar su marca”. ¿Es así también hoy en día?
Es como una analogía de hoy en día: tenemos una marca buena de coches, con unos de muy alta gama y caros, y otros más accesibles. Existen cuadros en los que puso mucho esfuerzo, para clientes importantes que le pagaron mucho; y copias de su taller, que cuestan menos que un original. Era muy habitual en Tiziano, Rafael o Leonardo da Vinci. Aquí mismo en el Prado tenemos una copia de la Mona Lisa. Esto es una industria. Por ejemplo del Descendimiento de Van der Weyden, María de Austria pide una copia del cuadro para quedarse en su capilla personal, cuando envía el original a Felipe II. Es importante entender el concepto de la economía del arte, aumenta mucho la demanda porque están creciendo los edificios y los palacios son más grandes.
¿Es esta una exposición exigente para el público? ?Se invita a la reflexión?
Para sacarle provecho a la visita de la exposición invitamos a leer los textos, para ayudarnos a distinguir entre un original y una copia, entre otros. Si los lees te vas a esforzar a mirar muy de cerca. La exposición está concebida con la intención de ayudar a ver. Tomamos muy en serio al público. La palabra exigencia no debe asustar.
En la visita hablaba de tekné –conocimiento práctico–.
Cuando citamos una palabra griega o latina lo que estamos intentando hacer es mostrar un concepto y singularizarlo. El conocimiento práctico, como algo que se ha aprendido desde hace mucho tiempo y es suficientemente sistemática para que se pueda enseñar y aprender. La pintura es un oficio y eso implica un conocimiento práctico, que se ha transmitido durante siglos, en época de Rubens, ya llevaban doscientos años desde el Renacimiento.
¿Qué recomendaría al visitante para apreciar la experiencia estética?
Es un término que han acuñado los filósofos: que ante la naturaleza y las obras de arte sobre todo, nos sucede algo especial. En ese encuentro de confrontación con el arte, se genera una experiencia especial. Situarnos en esa predisposición, para sentir ese devenir alterado por la belleza, donde sientes una energía especial. Puede durar unos instantes o meses con el inicio de un libro, por ejemplo. Kant habla de algo que despierte tu interés o una felicidad desinteresada. Una fantasía que uno habita y es compartible.
¿Se conoce qué autores coleccionaba Rubens?
Tenía una colección enorme de pintura de más de trescientos cuadros, muy inventariada, mucha pintura italiana, contemporáneos flamencos o por ejemplo tenía dos cuadros de Ribera. También mucha escultura antigua. Rubens fue el mayor coleccionista de arte entre sus contemporáneos. No era muy común en la época. Hasta ese momento, no había habido un pintor coleccionista tan grande como él.
La ambición de Rubens era profesional, pero también estética…
Cuando muere Rubens, tenía ciento cincuenta cuadros pintados de su mano, entre otras las Tres Gracias o El jardín del amor que tenemos en el Museo del Prado, que compra Felipe IV a sus herederos. Su viuda vende todos los cuadros a su muerte menos uno, su propio retrato como Venus púdica, Helena Fourment en un abrigo de piel, actualmente en el Museo de Historia el Arte de Viena. Es curioso pensar en su casa. Por un lado es su taller, en el sentido creativo, pero también es su tienda, en el sentido que los clientes iban a ver su obra a la venta o recoger encargos. ¿Por qué pinta las Tres Gracias y la tiene en casa sin ofrecer? Es interesante pensar que es un cuadro muy personal, tan grande, sobre tabla, en un momento en el que está diciendo no tener tiempo para nada: si tiene ciento cincuenta cuadros suyos personales que ha pintado para sí mismo...
¿Cuáles fueron los cuadros más caros de Rubens en su tiempo? ¿Y hoy en día?
Es muy difícil calcular valores del pasado, pero los cuadros se valoraban por cuanta mano tenía del pintor y por tamaño. En el siglo XVII un original hubiera costado el doble que una copia. Hoy, el cuadro más caro vendido de Rubens ha sido de setenta y tres millones de euros. También puedes encontrar copias en el mercado del arte por mil o cien veces menos, pero un museo no va a comprar una copia del siglo XVII.
¿Qué hay de las labores diplomáticas? ¿Ejerció de espía en algún momento?
Era un diplomático al servicio de la monarquía española a un nivel discreto, de alguien que tenía cercanía con el rey con la excusa de la pintura. Era muy leal al servicio de la monarquía española, en sus cartas aprecias a una persona inteligente y objetiva. Era además un internacionalista, decía “yo estoy en casa en todos los lugares”.