‘Standard Station’: crónica de una obsesión y una gasolinera
Por Alberto G. LunaUno de los cuadros más icónicos de Ruscha sale a la venta este 19 de noviembre por una cantidad exorbitante. Sin embargo, no es el único en su especie. El artista plasmó infinitas veces lo mismo: simples gasolineras. Les ocurrió lo mismo a Bacon, Schiele o Magritte y todos ellos están hoy entre los más demandados en subasta. ¿Por qué nos atrae tanto el arte obsesivo-compulsivo?
En agosto de 1956, Ed Ruscha (Omaha, Nebraska, 1937), partió por primera vez hacia Los Ángeles desde su ciudad natal de Oklahoma City. Montado en un Ford de 1950 y junto a su mejor amigo del instituto, un músico precoz llamado Mason Williams, decidió abandonar la casa de sus padres y atravesar la famosa Ruta 66. Y no sería precisamente la única vez que lo haría.
En la siguiente ocasión que volvió de visita, se detuvo en la ciudad de Amarillo (Texas), fotografió la gasolinera que allí había, puede que incluso repostase gasolina y siguió su camino. Después, hizo lo propio con una Shell y otra Texaco en California; en la Phillips 66 de Arizona; en Oklahoma, en Nuevo México… Y continuó buscando y fotografiando con una dedicación obsesiva una y otra vez lo mismo.
Armado con su cámara y una inclinación por lo banal, Ruscha documentó las estaciones de servicio que fue encontrándose en su camino. Cuanto menos interesantes, mejor. Paisajes impersonales que transcurren a alta velocidad, salpicados de señales de tráfico, restos de neumáticos y sueños perdidos. En definitiva, el mundo visto a través de un parabrisas. Hoy, podría decirse que lo que Warhol fue para las latas de sopa Campbell, él lo ha sido para las autopistas de EEUU.
Un día, Ruscha entendió que esas instantáneas tenían que guardarse en algún sitio. De esta forma, decidió autoeditarse un libro. Twentysix Gasoline Stations reúne 26 de esas fotografías. Originalmente eran más de 60 pero, por lo que sea, al final decidió ahorrarse algunas de ellas.
Todas se repiten hasta el paroxismo. Una sucesión casi inexpresiva de estaciones en un crudo blanco y negro. A menudo vistas desde un ángulo extraño, a menudo también sin un enfoque claro. Como en una instantánea pasajera, como si estuvieran hechas desde la propia autopista. Rara vez hay personas o incluso coches, tan solo cierta influencia de la cultura de consumo masivo. Desde la costa del Pacífico al corazón de EEUU. Miles de kilómetros de desérticas rutas y de espacio vacío. Ni que decir tiene que el único texto que acompaña a cada imagen es exclusivamente el lugar y el nombre.
Pensarán que tras esto se le pasaría el trastorno obsesivo-compulsivo, pero nada más lejos de la realidad. Decidió convertir las fotografías en una secuencia de pinturas: con un cielo negro, con un azul brillante, en un supuesto atardecer… Para ello duplicó la imagen de la primera estación Standard en Amarillo, transformándola en otra pintada a gran escala. A continuación trazó un diseño que dividía el lienzo en diagonal, desde la parte superior izquierda a la inferior derecha, como lo había hecho anteriormente con su logo de la 20th Century Fox que finalmente se convirtió en su marca personal.
En cierta ocasión, en el transcurso de una entrevista realizada en 1973, Ruscha dijo algo muy revelador sobre su forma de trabajar: “Una vez que escoges el objeto y lo reproduces fielmente, quieres que brille. Quieres que tenga poder interior. Quieres inculcar algo con algún sentimiento religioso trascendental. Quieres escuchar música de órgano”.
Obsesivo o no, lo cierto es que el mercado recibe siempre con los brazos abiertos las obras de este artista. En 2019 Christie's Nueva York sacó a subasta un lote de 35 de sus piezas, todas ellas finalmente colocadas. Ahora, Standard Station, Ten-Cent Western Being Torn in Half sale a subasta y el precio de venta estimado supera los 50 millones de dólares. La obra, propiedad del multimillonario Sid Bass, tiene el aliciente de ser considerada una de sus cinco mejores pinturas, además de ser una de las pocas versiones de tamaño mural de su motivo más conocido.
La estimación se acerca a su récord actual, establecido en 2019 cuando Hurting the Word Radio #2 se vendió por 52,5 millones de dólares. Otra pintura de la década de 1960, Marble Shatters Drinking Glass, también se venderá en Christie's durante la misma semana.
Ruscha no es el único artista que lo revienta en subasta al que le ha dado por repetir hasta la saciedad sus obras. Francis Bacon hizo infinitas versiones del retrato del Papa Inocencio X de Velázquez. Egon Schiele por su parte, se obsesionó con él mismo. De ahí que se autorretratara más de cien veces. Para trascender. Para elevarse hacia el tiempo infinito. Schiele con las manos cruzadas. Schiele deformándose el rostro. Schiele con gestos de dolor, burlándose de todo. Schiele con los brazos levantados. Schiele disfrazado de muerte, de poeta, de mártir…
René Magritte también pintó un total de veintisiete versiones al óleo y en gouache de L’Empire des lumières (El imperio de la luz). El lienzo que pintó en 1954, al igual que Ruscha, sale también a subasta este mes de noviembre. Lo hará, si las cuentas no le fallan a Christie's, por más de 95 millones de dólares. Un montante que esperan reviva sus mermados ingresos, los cuales cayeron un 22% durante el primer semestre de este año.
Por cierto, Ruscha publicó también otros libros muy interesantes y cuidados del estilo de Twentysix Gasoline Stations, como Some Los Angeles Apartments y Every Building on the Sunset Strip. Ambos destacan por su extraordinaria clasificación de la arquitectura funcional e inexpresividad de las imágenes. Dos buenos ejemplos de autoedición convertida en obra de arte.