Arquitectura & Diseño

Estos jóvenes diseñadores han transformado una casa medio abandonada en una obra de arte

Por Mario Canal
 Espace Aygo. Foto: Philippe Braquenier © TMagazine

Unos diseñadores recién salidos de la facultad han convertido una casa medio abandonada en un espacio de experimentación creativa. Sus materias primas salen de la calle y de la falta de complejos.

Pasos para triunfar en el mundo del diseño:

1.Hacer un grupo de amigos en la facultad más prestigiosa de diseño que hay en Europa –o similar–.

2.Encontrar una casa medio abandonada para mudarse todos juntos.

3.Decorarla entera como si fuera un laboratorio de experimentación creativa con objetos y mobiliario creados por los propios habitantes.

4.Presenciar angustiados cómo surge un incendio que casi acaba con ese sueño antes de convertirse, de la noche a la mañana, en referentes del diseño de interiores.

El capítulo final en la historia de Aygo, el colectivo de diseñadores protagonista de este cuento de hadas, aún está por escribirse, pero ya se conoce. El alquiler de la casa termina, y el propietario tiene sus propios planes. Así que el grupo de cinco jóvenes tendrá que abandonar el espacio que ha facilitado la construcción de un proyecto magnífico, la cristalización de sus voces creativas y de las formas que trazarán un futuro muy prometedor. Pero sin dramas: “Puedes colocarnos en cualquier lugar y aplicaremos lo que hemos aprendido aquí. Estamos literalmente creando un mundo que nos hace felices y queremos explorarlo aún más”, según ha explicado Jaime le Bleu, uno de los componentes del colectivo artístico. Habrá, pues, epílogo a la narración.

‘Do it yourself’

El número 25 de la rue du Marteau está en Bruselas, casi en la almendra central de la ciudad. A tiro de piedra de Eindhoven, donde los jóvenes estudiaban en su famosa academia de diseño. Salomé Sperling encontró a principios de 2022 una casa de 460m2 y seis dormitorios en varios niveles con otros 500m2 de taller. La vivienda estaba que se caía, ni si quiera tenía calefacción, pero esa decadencia aportaba encanto al lugar. Ahora, esa misma vivienda parece un espacio mutante y los culpables son, además de Sperling y Le Bleu, Ale Mangindaan, Line Murken y Sijmen Vellekoop, todos de entre 24 y 28 años.

Espace Aygo. Foto: Anna Álvarez
Espace Aygo. Foto: Anna Álvarez

Cuando se mudaron, tomaron una decisión: nadie volvería a casa de la calle sin traerse algo que sirviera para construir mobiliario o decorarla. Lo que fuera. Tablones, trastos viejos, muebles rotos, cosas sin valor… Los objetos más grandes las trasladaban con el coche de uno de ellos, una viejo Toyota Aygo –de ahí el nombre del colectivo–, y después cada uno iría ocupándose de trabajar en un espacio o elemento; respondiendo a su propia creatividad y a la inspiración que surgía de la propia casa.

En la cocina, la mesa para comer que se sostiene sobre un trípode con patas como de elefante modeladas por un niño de cinco años la realizó Le Bleu, y la tabla es de metal y pulpa de cartón. Por encima, la lámpara tiene forma de capuchón, como el de una flor seca, y sus terminales están magnetizados, por lo que la cubertería puede colocarse en ella, con los cuchillos colgando sobre la cabeza de los comensales.

Todos los platos son de barro cocido y esmaltado, de color azul añil, ocre y blanco. Por las formas irregulares, parecen el resultado de un taller infantil de cerámica. El armario de las especias y otros productos de cocina se llama Cadáver Exquisito, en referencia al tipo de obras que realizaban los surrealistas –gran influencia en toda la decoración– combinando elementos al azar, y está realizado con tablones de madera vista, como si fuera un patchwork. Pero además posee un anexo escultural que resulta difícil describir. Es algo así como un brazo adyacente de masa negra irregular que sube en paralelo al armario y termina en una caja de metal rectangular.

El recorrido visual por la casa es una sorpresa constante de colores y formas que parecen irreales. De muebles a primera vista inútiles y precarios, pinturas y murales que hacen vibrar los muros y redibujan los espacios. En el salón, una estantería de color negro que recuerda a une versión extraña de la librería Carlton de Ettore Sottsass –pero es en realidad una serie de mesas bajas apiladas– acompaña un sinfonier blanco con cuatro cajones ornamentados con un seno cada uno. También hay una especie de alfombra de color verde césped con un remate colorado que parece salida de un cómic.

Espace Aygo
Espace Aygo
Jaime, Line, Salome y Sijmen, Espace Aygo
            Foto: Philippe Braquenier © TMagazine
Jaime, Line, Salome y Sijmen, Espace Aygo Foto: Philippe Braquenier © TMagazine
Espace Aygo
Espace Aygo

A parte de que todo el Espace Aygo sea un lugar lleno de tesoros salido de una cuento mágico, hay dos estancias que llaman la atención por su fuerza expresiva. Una es el baño principal, cuyos muros están pintados de verde oscuro y tiene por centro una bañera transparente de color ámbar que parece iluminarse con la luz que entre de una gran ventana. El lavabo es rojo, con esa misma estética irregular tan presente en todo el mobiliario que recuerda a las esculturas –y mobiliario– del artista Franz West. Bajo este se encuentra un armario oval de metal y remachado de mala manera.

El otro espacio llamativo es el Grotto. Una sala cuyas paredes de papel maché simulan las rocas de una gruta cavernosa. Los diseñadores se las ingeniaron para moldear oquedades que pudieran servir de espacios del almacenaje y el tono ocre que han espolvoreado consigue ese efecto de trampantojo infantil que en realidad es más de teatrillo que de palacio barroco. El carácter lúdico, manual y espontáneo del Espace Aygo esconde, sin embargo, piezas realmente sofisticadas. La lámpara French Mountain de Line Murken es una barra que se eleva en torsión lámpara con gran elegancia que podría decorar la casa de cualquier sofisticado coleccionista.

Muchas de las piezas que han realizado las firman de forma conjunta como Aygo, y en ocasiones las retratan en la calle, para denotar quizás su carácter subversivo y la inspiración urbana de las mismas. Por ejemplo la silla Strietveld –un juego de palabras entre el nombre del diseñador constructivista Rietveld y Street, calle en inglés–, con paneles irregulares para la base y el respaldo, sostenida en una estructura de tubos. También colaboran en tándem Jaime le Bleu y Sperling, que firman algunas de las piezas por separado, como la mesa Marcel. Una superficie en dos alturas negra con una base tubular enrevesada, como un intestino metálico que varía de grosor.

‘Marcel Table’, Espace Aygo
            Foto: Bracket Studio, Anwyn Howarth
‘Amnion Limen’, Espace Aygo
            Foto: Anwyn Howarth

Los espacios autogestionados por artistas en Europa

El de Aygo es la receta perfecta, el molde con el que se deberían construir más historias del diseño. Aunque su caso no es raro, de hecho. Tanto en el arte como en otras disciplinas de la creación plástica, la salida más honrosa a la imponente nada que sigue a la consecución de un título universitario es “la unión hace la fuerza”. Los conocidos como artists run spaces o espacios autogestionados suelen ayudar a construir redes de apoyo y exposición que permiten dar salida a la creatividad individual y construir una futuro. Si eres artista, una galería de arte sin ánimo de lucro. Y si eres diseñador, lo más lógico es que la casa en la que vives se convierta también en el laboratorio de investigación o que, por cuestiones económicas, el taller se convierta en casa, además de showroom.

En Bruselas, hasta hace poco funcionaba otro proyecto de espíritu similar al de Espace Aygo. Debido a la situación geográfica la capital belga, situada entre Francia, Países Bajos y Alemania –con alquileres asequibles y espacios industriales disponibles en el centro de la ciudad– durante los últimos años la ciudad se convirtió en un lugar donde artistas y diseñadores fueron estableciéndose, desarrollando proyectos muy interesantes de autogestión.

El colectivo Afterhowl fue la iniciativa de referencia cuando en la capital belga había que hablar de diseño. Entre 2015 y 2022, su estudio era de visita obligada en Molenbeek. Lo peligroso de la visita –es un barrio poco recomendable– merecía la pena. La estética de su trabajo recuerda mucho al de Aygo. Estrambótica, extraña y expresiva. El reciclaje y uso de materiales poco nobles predisponían a una investigación sobre el diseño que les enlazaba con el trabajo de creadores como el español Guillermo Santomà.

También en Bruselas, el espacio Deborah Bowmann escondía muchos secretos. Aparentaba ser una galería de arte, pero en realidad era el proyecto de dos artistas franceses: Amaury Daurel y Victor Delestre. Ellos mismos se hacían pasar por los asistentes de la marchante y en el sótano del espacio expositivo tenían sus dormitorios y espacios de vida diseñados con muebles creados por ellos mismos.

‘Check XXe Exhibition’, After Howl
            © After Howl, Exo Exo
‘Check XXe Exhibition’, After Howl © After Howl, Exo Exo
‘Office Nutshell’, Deborah Bowmann
            © Everyday Gallery
‘Office Nutshell’, Deborah Bowmann © Everyday Gallery
‘Una casa sin puertas’, Casa Antillón
            Foto: Imagen Subliminal
‘Una casa sin puertas’, Casa Antillón Foto: Imagen Subliminal

Los límites entre la farsa, el performance, el humor, la realidad, el arte y el diseño aparecían borrosos en este proyecto. Además de sus propios trabajos plásticos, organizaban magníficas exposiciones de artistas de su generación –nacidos en los ochenta y noventa–, y el archivo de esas muestras revela la vitalidad del arte actual hecho en Europa.

Más cerca, en España, el colectivo Casa Antillón recuerda también a este tipo de iniciativas. Sus componentes –artistas, diseñadores y arquitectos– compartían piso en el centro de Madrid siendo estudiantes –en torno a 2017– y, de forma natural, esa convivencia se convirtió en una relación casi familiar y después en proyecto profesional. El boca a oreja fue llevándoles a desarrollar proyectos específicos y exposiciones, hasta que formalizaron su relación y los encargos han ido creciendo en tamaño y entidad. El último ha sido diseñar los escaparates de la marca Hermès para sus tiendas de España y Portugal, pero sus interiorismos y diseños de muebles cada vez cotizan más. De nuevo, para definir su estética podemos ir a Aygo y Afternowl, con un eje visual huye del minimalismo y se torna afectivo. Parecen piezas que surgen del inconsciente, automáticas.

Nunca se sabe lo que puede durar un proyecto de este tipo. Madurar en un colectivo implica también reconocer el momento en el que la voz particular de cada miembro necesita más espacio para crecer individualmente. O, como le sucedió a Aygo, un incendio puede acabar con todo en unos pocos minutos. Mientras dos de sus componentes trabajaban en una pieza de encargo rodeados de materiales inflamables, una chispa hizo que tuvieran que ser rescatados de entre las llamas por los bomberos. Sobrevivieron, pero durante la noche les robaron sus pertenencias: ordenadores, materiales de construcción, utensilios fundamentales para su trabajo. Pero ese percance les hizo más fuertes. Y la repercusión que su trabajo ha alcanzado estos últimos meses, haciéndoles conocidos en todo el mundo, seguro que les ha puesto en un lugar privilegiado para seguir demostrando su valía. Y que la unión hace la fuerza.